Hubo en la Europa de la Edad Media un mundo alejado del gobierno y del poder de los hombres, unas comunidades formadas exclusivamente por mujeres y que no estaban amparadas por ninguna orden religiosa. Eran laicas, independientes, autosuficientes, no tenían reglas establecidas y fomentaron la educación, la razón por encima de la fe y el cuidado de los desamparados. Una afrenta directa a todos los constructos sociales y espirituales de la época. Las historia de las beguinas es un imposible, un intento de emancipación femenina perseguido por las jerarquías eclesiásticas, los nobles y la Inquisición.

Este desconocido universo centra la última novela del escritor Mario Escobar, El espejo de las almas (Ediciones B), un thriller histórico de suspense, con asesinatos y mucha intriga, que reconstruye el modo de vida de estas comunidades y sigue la estela de aquellos obcecados en destruir su labor. El madrileño, autor de éxito internacional, rescata con su nueva obra —con una portada que evoca a la distopía de El cuento de la criada este verídico y llamativo episodio de lucha femenina, también como homenaje "a todas aquellas valientes que estuvieron a punto de cambiar el mundo".

Las beguinas surgieron en los Países Bajos a finales del siglo XII y principios del siglo XIII, en el contexto de las cruzadas. Muchas de estas mujeres se quedaban viudas o no llegaban nunca a casarse por la elevada mortalidad de los hombres, pero en vez de enrolarse en alguna orden religiosa, decidieron forjar un movimiento propio que dio especial importancia a las labores intelectuales y a la educación, fundando escuelas, o al cuidado de los más pobres, creando hospitales y comedores benéficos. Su nombre es motivo de discusión, aunque algunos historiadores lo atribuyen a Lambert de Bègue, un sacerdote de Lieja que buscó la reforma de la Iglesia en su ciudad.

En Lovaina (Bélgica), por ejemplo, donde transcurre la trama de la novela, llegaron a erigir una miniciudad —los beguinajes, que se enmarcaban de grandes localidades con Ámsterdam o Bruselas con canales, hileras de casas, una iglesia o una plaza, reconvertida en la actualidad en un campus universitario, donde trabajaban en la fabricación de telas y otros productos valiosos. Cuando Escobar visitó este sitio con su esposa, le dijo: "Aquí hay una novela. Es increíble cómo un grupo de mujeres logró unirse de forma independiente y hacer esto ellas solas; y en plena Edad Media, cuando estaban muy sometidas al hombre en todos los sentidos".

"No solo demostraron que las mujeres podían ejercer cualquier profesión —muchas fueron escritoras y escribas, como Marie d'Oignies, que ayudó al clérigo James de Vitry en sus predicaciones—, sino que había un modelo de sociedad alternativo que rompía mucho con lo que había sido la Edad Media y el feudalismo", destaca el novelista bestseller, autor también de Antes de septiembre. "Ellas demostraron que no tenía que haber estamentos, que podían convivir todas en un plano de igualdad; una forma de organización muy democrática, muy libre, en la que elegían a una Gran Dama como líder y podían irse cuando quisieran".

A la hoguera

Sin embargo, esta revolución, que llegó hasta Francia, Alemania, el norte de Italia e incluso España, no fue bien recibida por los poderes fácticos del momento, como la nobleza, algunos monarcas o la propia Iglesia. Las beguinas, como los templarios o los monjes franciscanos, comenzaron a ser perseguidas ya en el siglo XIII tanto desde el plano político como religioso —en el Concilio de Vienne de 1311-1312 se debatió largamente su prohibición—. Pero a pesar de casos como el de Margarita Porete, quemada en 1310 en la hoguera por las tesis que vertía en su libro El espejo de las almas simples sobre el amor divino, el movimiento, que llegó a sumar decenas de miles de miembros, perduró hasta hace muy poco: en 2013 murió la última beguina, Marcella Pattyn.

Portada de 'El espejo de las almas'. Ediciones B

"Por el hecho de ser mujeres se va a intentar que su obra pase desapercibida. A una historia escrita totalmente por hombres no le interesan unas mujeres que no se dedican a participar en batallas, conquistar reinos, destruir imperios… sino simplemente a mejorar la vida de las personas", desgrana Mario Escobar. "Se les intentó borrar de la historia porque eran peligrosas como alternativa social, como grupo que demostró que con muy pocos recursos se podía hacer muchísimo en un momento clave: la época del auge de las ciudades".

El objetivo de la novela, según explica el autor, partidario de que el lector viva la historia, se involucre y forme parte de ella, es "que la gente conozca lo que pasó con las beguinas y su contexto: el debate teológico y el social, la posición de la mujer y cómo era la vida alternativa de un grupo de mujeres sin recursos, sin protección y que prácticamente de forma altruista y muy valiente decidieron crear una utopía". La ficción histórica para despertar ejemplos y conciencias.

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