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Japón
La puesta en escena de la colección no dejaba lugar a dudas: el país nipón ha sido sin duda clave cuando cada diseño se ha ido concibiendo.
Las referencias florales, así como las americanas y batas que se confunden con kimonos se han paseado en varias ocasiones por IFEMA en la mañana del viernes 19 de septiembre.
Como accesorio esencial: el sombrero, que recuerda tanto a la cultura japonesa como al Dior de los años 50.
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Para soñar
Estas dos palabras han aparecido en las mentes de los presentes cuando este dos piezas magistral ha abandonado las perchas del backstage para, por fin, entrar en contacto con la realidad.
Un conjunto nostálgico que invita a soñar con la elegancia de antaño a la par que dibuja la figura de la mujer de forma definida.
El pañuelo que abraza al cuello casi levitando es uno los complementos estrella de la colección.
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El buen hacer
Pino Montesdeoca ha sido una de las modelos encargadas de desfilar para Isabel Sanchís. En esta imagen se observa uno de los apliques florales en tres dimensiones que madre e hija han mencionado y destacado para Magas durante la previa a la pasarela.
Una vez más, merece la pena señalar y observar el carácter escultórico de la prenda, uno de esos diseños en neopreno y sin costuras.
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Otrora
El minimalismo de la parte principal de este vestido, en negro, contrasta con la presencia de la lechuguilla que envuelve el cuello, con un detalle metalizado en color dorado que aporta un punto de luz a esta irresistible propuesta.
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Espectáculo final
Y llegó el momento que antes habían anticipado Sanchís y Maiques. El modelo que prometía captar todas las miradas, sin duda, ha logrado su cometido.
Se trata de una propuesta que consigue aunar el valor artesanal de la firma, con su mirada vanguardista, siempre buscando que la tecnología que ponga al servicio de la creatividad y de aquellos que con esfuerzo y dedicación se encargan del trabajo manual.
Aquí, los extremos se atraen, forjando una alianza que supone un acierto seguro.
La frivolidad que siempre se asocia a la moda queda en los photocalls, largas esperas para las entradas a los desfiles y flashes que se disparan sin sentido. En el backstage de Isabel Sanchís lo anterior no tiene cabida. La ilusión y el cariño que se han depositado en cada una de las propuestas son palpables. Todo fluye de forma natural, sin estridencias.
A escasos minutos de que las modelos sirvan de lienzo para mostrar las nuevas creaciones de la firma para la temporada Primavera-Verano 2026, en la trastienda de la Mercedes-Benz Fashion Week se respira una extraña tranquilidad.
Los ojos de Isabel Sanchís y Paula Maiques, madre e hija al frente de la dirección creativa del atelier, fulguran en la mañana del viernes 19 de septiembre en IFEMA. Queda poco para que sus apuestas más recientes se paseen ante la atenta mirada de los asistentes.
"Hay una mezcla de nervios, ganas y miedo. Y es por todo: por la puesta en escena y los vestidos. Porque queremos que guste", dice la más joven del tándem.
Al otro lado del backstage, un grupo de personas comienza a apostarse en la entrada que da acceso a la pasarela al grupo de prensa. Los minutos se estiran antes de que las puertas se abran. Sin embargo, el paso del tiempo parece no pesar demasiado para aquellos que aguardan al comienzo del espectáculo.
La iluminación del desfile indica el camino hacia los asientos. De fondo, en una pantalla se proyecta una pagoda japonesa en un guiño a la temática de la colección. En mitad de la sala, un puente atraviesa de un extremo al otro.
La música suena y desde el comienzo, se presiente que la última pieza que sonará será el aria Nessun Dorma de la ópera Turandot, de Puccini. Italia y la nación nipona hacen acto de presencia en Madrid. De fondo se oyen idiomas que difieren del castellano y un inglés con un acento impropio de un anglosajón se dispara.
Entonces, las modelos comienzan su caminata, invitando a los asistentes a viajar al otro lado del mundo, al menos por unos minutos.
En cada uno de los stylings que desfilan para los presentes, el cuidado del detalle se eleva a la enésima potencia. Desde los accesorios, sombreros de inspiración asiática que prometen volver como elemento esencial en looks de invitada, hasta señales de las nuevas técnicas que desde el taller han implementado para ejecutar esta colección.
Durante la previa, Sanchís y Maiques afirman que esto se aprecia en toques como las flores de impresión en 3D, hechas con resina. "También hay unos vestidos moldeados que son muy estructurados, pero no llevan costuras. Están confeccionados con tejidos modernos, como el neopreno", destaca el dúo creativo.
La afirmación que ambas hacían minutos antes en backstage se hace carne conforme las modelos marcan el paso. Hay propuestas que, sin duda, están pensadas para ensalzar la figura de la mujer. "Hemos marcado mucho la cintura con la idea de que predominasen las caderas", comentan.
A la par que los diseños van apareciendo en escena, la mente vuela más allá. En esta ocasión, no de forma necesaria a Japón, sino que el viaje es una cuestión temporal. Las reminiscencias y referencias a grandes nombres de la moda, de la Haute Couture, como Balenciaga, Dior o Schiaparelli son obvias.
Y es que la artesanía que se refleja en las piezas de Isabel Sanchís es digna de hacer determinados paralelismos: desde unos plisados que se trabajan a cuatro manos y que bien podrían ser un guiño incluso a Issey Miyake, hasta unas siluetas estructuradas que, de forma casi mágica, levitan sobre los cuerpos.
El patronaje infalible es uno de los elementos claves en la esencia de la firma siempre, pero en esta ocasión, es algo todavía más destacable. "Los vestidos sin costuras han de moldearse y es muy complicado. Hay que elegir bien todo lo que va por dentro. Y se trabaja con el calor, ha sido una constante de ensayo y error", determina Isabel Sanchís.
Madre e hija lanzan en la conversación previa a la salida a pasarela los conceptos ecléctica, impactante y delicada para definir esta nueva propuesta. Y es justo lo que se desprende de aquello que va pasando ante la mirada de los espectadores.
Estos términos no solo se trasladan a la audiencia mediante las líneas de las prendas, sino también con la paleta de color que desde el taller han escogido para plasmarlos: los tonos pastel hacen acto de presencia una vez más en la Mercedes-Benz Fashion Week. En especial, destaca un verde menta muy sutil al que ni siquiera el omnipresente amarillo mantequilla consigue opacar.
La sastrería se mezcla con las piezas fluidas que acompasan el paso de las modelos, pero también con otras que parecen casi escultóricas. De esas que ni siquiera se ansían llevar, sino simplemente admirar.
En la colección, referencias que van desde vestidos satinados y enjoyados que miran a los años hasta el romanticismo de Valli logran funcionar y emocionan a los presentes. El síndrome de Stendhal sobrevuela la sala.
El final se avecina conforme la espectacularidad de los diseños se incrementa. Durante la tanda de preguntas, madre e hija habían advertido sobre una propuesta en concreto: "Es el que cierra el desfile. Lleva silicona impresa sobre tul. Ha supuesto muchísimos meses de trabajo y tiene una estructura interna que se ha trabajado de forma manual. Se queda suspendido en el aire".
Y como lo prometido es deuda, la nota final alcanza las expectativas y las supera. Al igual que la creación, el público se queda paralizado. No sabe a dónde atender. Si a la apuesta negra que le precede o a la pureza abstracta que comienza a copar miradas.
Es entonces cuando queda claro que Isabel Sanchís lo ha vuelto a hacer. El aplauso brota de las manos de los asistentes antes de que el carrusel final invada la sala. La idea de que España es sinónimo de alta moda se respira en el ambiente, al igual que las ganas de seguir viendo qué será lo próximo que saldrá del atelier.
