El tictac del lujo: más de 15 modelos de relojes en los que invertir este año

En un cosmos en el que las firmas de relojería husmean entre astros del espectáculo en búsqueda de una estrella que represente su marca, dos mujeres ajenas a este mundo fueron pioneras en ejercer de ‘embajadoras’.

El 7 de octubre de 1927, una joven inglesa de Brighton, Mercedes Gleitze, se zambulló en Cap Gris-Nes, en Calais. Tras 15 horas llegó a Dover. Hecho: la primera británica que cruzó el canal de la Mancha. Rolex confiaba en ella y le proporcionó un modelo Oyster que se anudó al cuello. Tras la hazaña, seguía marcando horas, minutos y segundos con precisión, ni una gota se había colado a través del mecanismo. Así que la nadadora se convirtió en imagen de ese nuevo reloj.

Unos años más tarde, una norteamericana también decidió fulminar récords. Amelia Mary Earhart vino al mundo un 24 de julio de 1897 en Atchison (Kansas, EEUU). Quería emular a Lindberg. Un 20 de mayo de 1932 se situó frente al cockpit de su avión, un Lockheed Vega en Harbour Grace.

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Por delante el océano Atlántico, un cronógrafo de Omega y 12 horas sin pisar tierra. Aterrizó en Derry, en Irlanda, y se colgó la medalla de ser la primera mujer en volar en solitario de costa a costa. La firma de relojería lo aprovechó y se encargó de vocear que Amelia portaba uno de sus modelos.  Más cerca en el tiempo: el pasado 3 de marzo, durante la gala de los Oscar, el actor Noah Schanapp enseñó un Omega con el dial ribeteado de diamantes. ¿Un hombre con un guardatiempos con joyas?

Si agitamos en una probeta a los tres, se obtienen varias de las tendencias en relojería femenina que marcan este año. Las dos aventureras ostentaban relojes de esencia deportiva, algo que se perdió por el camino en aras de ejemplares constelados de ornatos brillantes, hasta que han dicho ‘basta, deseamos cronógrafos y diseños atléticos’.

Más aún: ‘Nos encantan con complicaciones, fases de luna y hasta mecanismo flyback’. Lo que a su vez desemboca en diámetros más grandes, otra de las actuales querencias de la relojería femenina. Son pistas que conducen a una de las mareas que más furor envuelve la actualidad: lo unisex.

En general, las firmas tienden a reducir el tamaño y renuevan modelos con menos milímetros de diámetro en sus cajas. Este encogimiento paulatino, que se lleva detectando desde hace un par de años, ha explotado con el resurgimiento de los relojes mini, también llamados de cóctel. En la década de los 20, era el reloj habitual en una mujer, epítome de la femineidad de aquellos tiempos.

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En este ecosistema de recuperar vientos de un pasado y someterlos a un lavado de cara contemporáneo, descuellan los relojes-joya, esos de toda la vida asociados a la mujer pero pergeñados con una pátina de maestría, de recuperación de ancestrales oficios relojeros…

La artesanía es un valor al alza y los gustos relojeros fluctúan al ritmo de las pasarelas: un reloj es un complemento, un aliño estético y bello que exhala la personalidad y la identidad de su propietaria. Para ver la hora y medir las distancias, ya tenemos los teléfonos móviles.