En pleno debate sobre el ahorro energético y la sostenibilidad, el caso de Manuel Fernández resulta paradigmático: su vivienda pasiva logra mantener una temperatura interior estable de 21 °C durante todo el año, sin calefacción tradicional. Este tipo de construcciones —conocidas como casas pasivas— optimizan el aislamiento, la estanqueidad y el aprovechamiento del sol para reducir al mínimo el consumo de energía.
La teoría del estándar Passivhaus indica que puede lograrse una demanda energética para calefacción muy baja mediante buena envolvente, ventilación controlada y orientación adecuada.
Manuel, en una entrevista a El Periódico, recalca que “no tenemos calefacción y la temperatura se mantiene en 21 grados”: una afirmación que, de materializarse, marca un notable avance en vivienda eficiente en un clima como el español. En consecuencia, es necesario conocer cómo funciona, qué beneficios aporta y por qué cada vez más viviendas apuestan por este modelo.
La clave está en un diseño que sigue los principios de la construcción pasiva: aislamiento altamente eficiente, muros y techos termosellados, ventanas de altas prestaciones y renovación del aire con recuperación de calor. Según manuales sobre casas pasivas, este tipo de construcción busca que el consumo para la calefacción sea residual.
Manuel explica que, gracias a estos elementos, su casa se comporta como un "termo": la envolvente retiene el calor, las infiltraciones están prácticamente eliminadas y se aprovechan las ganancias solares e internas. En España, también se observa cómo viviendas pasivas mantienen temperaturas de 21 ºC sin calefacción convencional.
Además, este tipo de proyecto no sólo persigue confort, sino también reducir emisiones y gastos energéticos. Al eliminar la necesidad de un sistema de calefacción tradicional, se simplifica la gestión energética del hogar y se incrementa la autosuficiencia.
En un momento en que los costes energéticos suben y las normativas de eficiencia se endurecen, viviendas como la de Manuel destacan por dos razones. Primero, por el ahorro económico: al no usar calefacción tradicional, los costes de climatización se reducen.
Segundo, por el confort térmico constante: mantener 21ºC sin picos de frío o calor es un beneficio tanto para la salud como para la calidad de vida.
Según informes, alcanzar los 20-21ºC durante el día es visto como óptimo para confort y ahorro energético. Cada grado adicional por encima puede representar un aumento del consumo de alrededor del 7%.
El ejemplo de Manuel se enmarca dentro del cambio hacia viviendas de "consumo casi nulo" y puede funcionar como modelo para la edificación futura: menos dependencia de combustibles fósiles, mejor calidad del aire interior, menos emisiones.
En definitiva, la casa pasiva no sólo es una vivienda diferente, sino una apuesta por el futuro que, como demuestra Manuel, ya puede ofrecer resultados reales.
La vivienda de Manuel confirma que la construcción pasiva no es una utopía: es una alternativa viable con resultados tangibles. En su caso, sin calefacción convencional y con una temperatura interior estable de 21ºC, el confort y la eficiencia se combinan.
Esta experiencia concreta apoya lo que los expertos señalan: que alcanzar confort térmico y ahorro energético es posible si el diseño lo permite.
