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Mi abuela era de las de “calentar a las personas, no a la casa”. Su rutina combinaba aislar corrientes, cerrar estancias y aplicar calor directo en momentos clave. Hoy, con precios eléctricos variables, ese enfoque sigue teniendo sentido si lo apoyamos en datos oficiales y buenas prácticas.

Primero, el control del termostato: De acuerdo con el IDAE, bajar 1 °C disminuye aproximadamente un 7% el uso de calefacción. Si tu gasto semanal es aproximadamente de 40 € en invierno, bajar 2 °C podría significar una disminución de cerca de 5-6 € a la semana sin sacrificar el confort si te abrigas adecuadamente.

En segundo lugar, calor localizado. Los calefactores cuestan alrededor de 0,34 €/h, mientras que una manta eléctrica consume entre 50 y 160 W y cuesta aproximadamente 0,02 €/h. Es un cambio que abriga a la persona, no a 70 m², y permite leer en el sofá o precalentar la cama.

En tercer lugar, el aislamiento doméstico barato. Los burletes en puertas y ventanas bloquean infiltraciones de aire y mejoran mucho el confort. La OCU los recomienda y estima aproximadamente unos 50 euros de ahorro anual; además, son fáciles de colocar y muy económicos.

¿De verdad salen unos 25 euros a la semana? Hagamos números conservadores. Sustituir 5 horas al día de calefactor por manta eléctrica ahorra unos 1 o 1,5 euros al día. En siete días, 8-10 euros. Suma 5-6 euros por bajar 2ºC y 1 euro aproximadamente por burletes: ya vamos por 14-17 euros.

Añade ventilación corta y a mediodía (evitando pérdidas del 15%), cerrar puertas de cuartos no usados y alfombras en suelos fríos. Con esa gestión, el MITECO cifra ahorros del 10-20% en calefacción doméstica: son 8-12 euros extra por semana en hogares con gasto medio.

El total estimado sería de 22 a 29 euros por semana es escenarios realistas en invierno. En viviendas grandes o con varios calefactores, la cifra sube. La clave es sumar medidas: cada pequeño recorte, más un buen aislamiento y calor directo, multiplica el ahorro.

¿Qué compraría mi abuela hoy? Cortinas térmicas (menos de 30 euros el par) para cortar las corrientes de ventanas y conservar el calor del salón. Son un "tapón" barato y eficaz que reduce la necesidad de encender emisores durante horas.

Y también burletes bajo la puerta: piezas ajustables que sellan la rendija y frenan el aire frío, polvo y ruido. Se instalan en minutos y tienen miles de valoraciones positivas por su efecto inmediato en confort y en la factura de energía.

Si ya usas radiadores, elige bien el tipo y la potencia. Los convectores rápidos son útiles puntual y localmente, pero utiliza temporizadores para evitar olvidos; purga radiadores y despeja su frontal para ganar eficiencia.

Otro truco heredado: programar el calor solo en horas de uso. El IDAE aconseja ajustar encendidos al horario real y evitar la calefacción por la noche; con buen edredón y manta eléctrica a ratos, el descanso es cálido y el gasto cae.

La cocina también ayuda. Hornear o guisar a última hora de la tarde deja calor residual en la estancia. Con puertas cerradas, ese aporte reduce minutos de calefacción. Y si combinas con con ropa térmica y calcetines gruesos, el confort aumenta sin coste.