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Según datos recientes, aproximadamente el 41,1% de la población española de entre 25 y 64 años tiene estudios superiores, lo que supera la media de la Unión Europea. En el grupo de edad más joven —de 25 a 34 años— el porcentaje es aún más alto y hasta un 49% cuenta con una carrera universitaria o un grado superior.

Las cifras son sorprendentes, sobre todo teniendo en cuenta que en el año 2000, solo el 22,5% de la población de 25 a 64 años tenía titulación de nivel terciario. Sin embargo, a pesar de que los datos son admirables, representan un problema para varios sectores de la actualidad: no hay adolescentes que quieran ser fontaneros, albañiles, carpinteros o electricistas.

Así lo ha expresado Leticia Poole, Doctora en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Autónoma de Madrid y profesora en la Universidad Europea de Valencia, en el pódcast TruthTime Unlimited. A su juicio, el país ha fomentado la educación universitaria como el único camino legítimo hacia la prosperidad.

¿Los jóvenes ya no quieren oficios técnicos?

De acuerdo con Poole, España se ha convertido en el país de la "sobrecapacitación": el mercado laboral español produce más titulados universitarios que puestos de trabajo cualificados disponibles, de modo que muchos profesionales trabajan en empleos para los que no se necesita su nivel de formación.

Según datos recogidos por la Eurostat y el SEPE, el 36% de los universitarios españoles ocupan puestos por debajo de su cualificación, lo que convierte a España en el país más sobrecualificado de la Unión Europea junto con Grecia.

La economista recoge el término de la sobrecapacitación, pero también lo califica como engañoso. Según explica, más que un exceso de formación, lo que existe es una formación inadecuada.

"No es que la gente esté demasiado preparada, es que está preparada para lo que el mercado no necesita", resume. En otras palabras, el país produce titulados universitarios en masa mientras escasean los profesionales capaces de cubrir trabajos técnicos o manuales, esenciales para el funcionamiento cotidiano de la economía.

Mientras sobran licenciados en derecho, administración o humanidades, faltan trabajadores cualificados en oficios, construcción o mantenimiento industrial, lo que crea un desequilibrio en la estructura del empleo.

Esto es algo que vemos fácilmente en los oficios a los que acceden las personas con carreras universitarias. Casi un 40% encuentran trabajo en sectores poco cualificados o temporales, como hostelería o atención al cliente.

El problema actual en la sociedad, según Leticia Poole.

Esta brecha no es solo conceptual, sino tangible en los salarios. Poole ilustra el fenómeno con un ejemplo muy claro: "Hoy en día gana más el instalador del aire acondicionado que el ingeniero que trabaja en la misma empresa, porque no hay instaladores", confiesa.

Oficios como la fontanería, la electricidad, la carpintería o la jardinería sufren una falta de relevo generacional alarmante. Las empresas tienen dificultades crecientes para encontrar personal cualificado, lo que ha elevado la demanda y, con ella, los sueldos de los pocos profesionales disponibles.

Aunque físicamente sean más exigentes, la realidad es que estos oficios hoy en día pueden estar mejor pagados que aquellos cualificados, especialmente con la llegada de la IA. Según José Elías, en unos años "un fontanero cobrará 200 euros la hora y un directivo dejará de ser necesario".

La economista atribuye esta situación a una distorsión cultural. Durante años, las familias españolas han inculcado a sus hijos la idea de que el éxito personal y profesional pasa inevitablemente por la universidad.

Como consecuencia, hoy en día estudiar una carrera se ha interpretado como signo de estatus y garantía de estabilidad laboral, mientras que los ciclos formativos y los oficios técnicos eran percibidos como opciones de segunda categoría.

Sin embargo, la realidad actual es completamente diferente. Según la economista, "los padres no han entendido bien hacia dónde se mueve la sociedad", y los jóvenes, presionados por expectativas, estudian carreras sin tener en cuenta las necesidades del mercado.

"Hasta un 70% de las ofertas laborales actuales se dirigen a personas con ciclos formativos, no con carreras universitarias", explica Poole. Una situación que, lejos de cambiar, se incrementará con los años.

Para Poole, el problema no se resolverá únicamente con reformas educativas, sino con un cambio de mentalidad colectiva. Los ciclos formativos y las escuelas de oficios deben dejar de verse como una "segunda opción" y pasar a ocupar el lugar que merecen.

De lo contrario, España seguirá produciendo abogados, economistas y comunicadores en exceso, mientras faltan quienes sepan reparar una instalación eléctrica o mantener una caldera. "Estamos fabricando perfiles que el mercado no pide", advierte.