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Viajar es de los placeres que más enriquecen los sentidos, pero también la inteligencia y hasta el espíritu. En ocasiones conocemos lugares únicos, capaces de evadirnos, hacernos soñar despiertos, incluso viéndolos en reportajes, documentales o a través de experiencias de terceros.

Pero también hay otros que superan cualquier tipo de expectativa sensorial. Lugares con los que soñamos y anotamos mentalmente que debemos visitar sí o sí.

Estamos seguros de que algo parecido sucede con la Toscana. Un lugar de ensueño que las películas muestran y los libros nos llevan a soñar con colinas verdes salpicadas de viñedos y pueblos de postal.

Multitud de turistas con cámaras en mano, dispuestos a beberse hasta el último trago (en ocasiones, literal) de unas de las regiones de Italia más bellas.

Pero más allá de los circuitos tradicionales, como pueden ser San Gimignano o Montepulciano, al sur de esta región italiana se encuentra la Maremma Toscana, un rincón auténtico y menos explotado, donde se esconden dos de los pueblos más fascinantes y con más alma de toda la península itálica: Pitigliano.

Esta encantadora ciudad, excavada en roca volcánica y siendo fruto de la civilización etrusca entre los siglos VIII y III a.C, aún conserva una atmósfera mágica que enamora a todo aquel que la visita.

Una Toscana diferente, silenciosa y llena de historia, donde es imposible no enamorarte de cada rincón, de cada casita, a cada cual más escondida en sus estrechas calles de piedra, decoradas con mimo y color; pero también de su sabor y el inconfundible calor mediterráneo de sus gentes.

Pitigliano: la 'pequeña Jerusalén'

A 112 km de Siena y 191 km de Florencia, Pitigliano no está de paso: hay que ir aposta. Pero merece cada minuto del viaje.

Encajado sobre una altísimo formación de tufo volcánico, el pueblo se levanta como una fortaleza natural, rodeado de cuevas, tumbas etruscas y viñedos.

Pasear por sus calles es hacerlo por un pueblecito sin filtros, sacado de un cuento. Aquí no hay colas interminables ni tiendas de souvenir en cada esquina.

Todo respira autenticidad: sus amables habitantes paseando por sus calles, otros muchos en los portales de sus floreadas casas, sus tiendas típicas de cerámica artesanal y carne de cinghiale (jabalí) y como no, un vino local que mucho recuerda al español, pero con ese acento que indica que es muy especial.

No es casualidad que sea conocida como la "pequeña Jerusalén". Durante siglos, especialmente entre los siglos XVI y XIX, tuvo una importante comunidad judía que dejó una profunda huella en su arquitectura, en su gastronomía y en su identidad, que ha dejado una huella inconfundible.

Hoy se puede recorrer el antiguo gueto, visitar la Sinagoga y el Museo Judío, y descubrir un capítulo fascinante de convivencia cultural que resistió al tiempo y al olvido.

La ciudad de Ptigliano, Italia, al anochecer.

Las casas, excavadas en la toba volcánica, esconden bodegas y túneles subterráneos. Y en los alrededores aún se conservan antiguas necrópolis etruscas que hablan de un pasado milenario que invita a querer quedarse allí mucho más tiempo del programado.

El casco antiguo, al que se accede por la Piazza Francesco Petruccioli, es de lo más bonito de este pueblo italiano. Desde ahí, además, se puede atravesar una muralla con enormes arcos de piedra que impresionan desde el primer momento.

Tampoco debe perderse en el Palacio Orsini, del siglo XI, o la Piazza Fortezza, con un mirador espectacular, igual de increíble que el que te encontrarás casi al final de Pitigliano, en la Piazza Becherini, donde otro mirador te espera para regalarte una vista inolvidable de las colinas toscanas.

Independientemente del recorrido que se realice, Pitigliano consigue embrujar desde la primera zancada hasta la autenticidad que emana a través de su entorno, gastronomía y vecinos.

Sorano: la Matera de la Toscana

A muy pocos kilómetros de Pitigliano se encuentra otro tesoro tallado en la roca: Sorano. Menos conocido, pero igual de impactante, este pueblecito es un laberinto de casas superpuestas, callejones empedrados y pasadizos excavados directamente en la toba. Por algo le llaman la Matera de la Toscana.

Sorano tiene un aire de misterio. Fue habitado desde tiempos de los etruscos y más tarde se convirtió en un feudo importante bajo el control de los Aldobrandeschi, una poderosa familia que lo transformó en una fortaleza casi impenetrable.

Rincón de Sorano, Italia.

Sus murallas, puertas medievales y acantilados naturales han resistido siglos de historia. Al recorrerlo, sentirás que has viajado en el tiempo. Es un pueblo que se saborea despacio, sin mapas ni prisas, simplemente dejándote llevar por sus cuestas y sus piedras milenarias.

La entrada al casco antiguo puede hacerse por dos puertas principales: Porta di Sopra, situada al pie de la Fortaleza Orsini, y Porta dei Merli, cerca del Fuerte Leopoldino. Ambas son espectaculares y cuentan con escudos heráldicos y detalles arquitectónicos únicos.

La Iglesia Colegiata de San Nicola, es una de las paradas imprescindibles aquí, con su soberbia pila bautismal de travertino del siglo XVI.

Y, por supuesto, no puedes irte sin explorar las Vías Cava, una red de caminos subterráneos excavados en la roca por los etruscos, que atraviesan bosques y colinas y que aún hoy conservan un aire sagrado y enigmático.

¿Pitigliano o Sorano?

La buena noticia es que no tienes que elegir. Ambos pueblos están muy cerca el uno del otro, apenas a nueve kilómetros, por lo que puedes visitarlos en un mismo día o, mejor aún, dedicarles una jornada completa a cada uno para disfrutar de ellos sin prisas.

Pitigliano enamora con su historia judía, sus miradores y su ambiente sereno. Es ideal para quien busca un lugar con alma, paisajes de infarto y buena gastronomía.

Panorámica de Pitigliano, Italia.

Sorano, por su parte, ofrece una experiencia más introspectiva, casi mística. Su laberinto de piedra, sus senderos excavados en la roca y su aire medieval te dejarán una huella imborrable.

Pero si nos aceptas un consejo muy práctico, para dormir te recomendamos hacerlo en Pitigliano, especialmente por la oferta hotelera y hostelera. Aquí puedes encontrar alojamientos rurales increíblemente encantadores, incluso hay agroturismo en las afueras para disfrutar del campo.

Casco antiguo de Sorano, Italia.

Lo que debes tener en cuenta es que es mucho más que dos pueblos bonitos. Son ventanas al pasado, refugios de autenticidad y escenarios naturales que parecen sacados de un cuento.

Lejos de las rutas trilladas, en el corazón de la Maremma, estos dos lugares te ofrecen una experiencia toscana diferente: sin prisas, sin filtros y sin masas.