Un pueblo de piedra en el Matarraña turolense que ha conquistado a propios y extraños es Beceite con menos de 500 habitantes. Calles empedradas, portales medievales, casonas con escudos y balcones de forja; una imagen que atrapa.
National Geographic ya lo ha incluido en sus recomendaciones. Y no es casualidad. El viajero que llega a Beceite siente que pisa un decorado. Como si la Toscana italiana se hubiera colado en Teruel. Como si la Provenza hubiera dejado caer aquí un pedazo de su encanto.
El casco urbano guarda historia en cada esquina. La iglesia de San Bartolomé. El portal de San Gregorio. La lonja gótica. Testigos de siglos que aún marcan la vida tranquila del pueblo. Pero lo que más sorprende está fuera de sus murallas. Piscinas naturales de aguas turquesas perfectas para refrescarse en verano.
La Pesquera, el secreto mejor guardado
A tres kilómetros del centro, la carretera se abre al paraíso. El río Ulldemó se encajona entre paredes de piedra y regala una docena de piscinas naturales. Aguas turquesas, cristalinas. Escenarios que parecen sacados de una postal alpina.
La Pesquera es hoy uno de los lugares más visitados de la comarca. Para entrar hay que pagar. Entre cinco y diez euros, según el vehículo. Una medida necesaria: el paraje se llena en verano. Desde el aparcamiento, senderos sencillos llevan de poza en poza. Algunas tranquilas, otras profundas. Cada una con su encanto.
Parrisal de Beceite.
En verano todo se masifica, pero los pequeños pueblos turolenses mantienen su encanto. Menos gente y más silencio. El rumor del agua como única compañía. Conviene llevar calzado acuático y algo de paciencia: las rocas resbalan. El ayuntamiento insiste en que no se deje basura y se evite cualquier alteración del entorno, además desde hace un tiempo para controlar el aforo es imprescindible sacar la entrada aquí.
Beceite no se entiende sin su marco natural. El Parrizal, con sus pasarelas sobre el río Matarraña. Los hayedos, los más meridionales de Europa. Los cortados donde anidan buitres leonados y cabras hispánicas. Todo en un radio de pocos kilómetros. Todo al alcance de cualquiera que busque desconectar.
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Después del baño, llega el hambre. La cocina local no falla: el ternasco de Aragón , las truchas del río, las “coques” con pimientos, los embutidos y quesos artesanos... En Beceite se come con la sencillez de siempre y el sabor de verdad.
Un pueblo pequeño, sí. Pero con alma grande. Beceite ha aprendido a cuidar lo suyo. Y a mostrarlo con orgullo, por eso engancha. Porque no es Italia, está en Aragón, en un pequeño pueblo de Teruel. Sorprende a quien no espera encontrar tanto en tan poco.
