Si el sistema actual es nocivo, lo que hay que hacer es cambiarlo. Si hasta ahora la filosofía no ha sido capaz lo primordial es replantear la fórmula. El sistema actual expone diversos temas mientras que invisibiliza otros. Marca un orden que nunca es neutral. Por ello, hace falta abandonar el camino para hacer una nueva lectura del destino. Dislocarse lo llaman ellas. Ellas son Ana Carrasco-Conde, Luciana Cadahia, Anna María Brigante, Emma Ingala, María del Rosario Acosta, Laura Quintana, Amanda Núñez, Rosaura Martínez, Rocío Zambrana, Macarena Marey y Nuria Sánchez.

Las once filósofas, todas hispanohablantes y de diferentes países, tratan de dislocarse y salir de un plan "que siempre fue del otro, del orden hegemónico construido" para cuerpos que no son los suyos. Lo hacen desde Fuera de sí mismas: Motivos para dislocarse (Herder), donde todas ellas, desde su independencia, criterio propio y horizontalidad del proyecto, buscan construir el arte de la filosofía desde el debate, el respeto y el disenso.

Una de sus editoras, Ana Carrasco-Conde, profesora de Filosofía Moderna y Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid y especializada en teorías de subjetivación, conversa con EL ESPAÑOL acerca del nuevo libro y los planteamientos que se analizan.

Once filósofas buscan reformular la filosofía convencional. ¿Por qué hace falta verlo desde otra perspectiva?

Hace falta otra visión porque la versión ha sido muy parcial. El pensamiento crítico no significa criticar a los demás o desmontar los argumentos de los demás. El primer ejercicio es desmontarte a ti misma. En este sentido, en la tradición filosófica ha habido muy poco pensamiento crítico en cuanto a desmontarte tus propias creencias.

La filosofía no es nada abstracto. Estoy hablando ahora mismo porque tengo un cuerpo y estoy pensando porque tengo un cuerpo. De esta manera, te sitúas en la sociedad de un determinado modo. Te tratan de un determinado modo. Por eso, la academia tiene una forma de ser eminentemente masculina. La filosofía no ha hecho ese ejercicio de volcarse a criticar, a desmantelar y a dislocarse a sí misma para ver cuáles son sus puntos de comienzo. No existe la filosofía neutral pero tienes que ser lo suficientemente honesta para manifestar desde qué punto y desde qué principios estás empezando a reflexionar.

La filosofía no va de tener razón o la verdad. Si algún filósofo dice eso, huye siempre. La verdad es un proceso y siempre estamos buscándola. No podemos encontrarla por nosotros mismos. Debemos escuchar otras voces.

En el libro dejáis claro que sois escritoras feministas pero que no por ello tenéis que hablar únicamente de cuestiones de género o en relación a vuestra condición. Parece que últimamente solo se está dando voz a mujeres si hablan dentro de esos marcos teóricos.

Muchas veces me han invitado a congresos para que hable de las mujeres. Y yo no trabajo de eso. Es decir, soy feminista y soy mujer y mi forma de abordar los temas tiene que ver con un cuerpo que se inserta en la sociedad de un determinado modo y así yo experimento. Pero eso no quiere decir que yo haga de mí misma sujeto del pensamiento. Entonces, también nos parecía interesante visibilizar que a las mujeres se nos ha dado un lugar en la academia donde solo pensábamos en nuestra condición de mujeres. Y no se nos da tanta voz cuando tenemos que pensar temas de otro tipo. Como mi compañera Nuria Sánchez Madrid, que trabaja especialmente el tema de la pobreza y el malestar o Emma Ingala, que trabaja la filosofía política y la ontología.

Este dislocarse es una invitación para que también lo hagan los hombres. ¿Por qué ciertos hombres abordan ciertos temas y no otros? Los hombres filósofos han tenido problemas respecto a lo que podían hablar. El hecho de que la filosofía no es un ente abstracto y tiene cuerpo implica que en esa corporalidad podemos hablar de diferentes temas desde diferentes posiciones que nos permiten abarcar un tema de manera mucho más global.

Decía Luciana Cadahia, escritora y coeditora del libro, que la filosofía española, a diferencia de la alemana o la francesa, ha estado siempre muy masculinizada. ¿Qué quiere decir?

Es verdad que en la filosofía alemana o la francesa ha habido figuras que han destacado más. Estoy pensando en Olympe de Gouges o una figura muy emergente en Alemania, que es Hannah Arendt. Han producido cambios muy grandes. Y aparte de estas filósofas parece que hay muy pocas mujeres.

El relato lo hacen las personas. Existe este canon de filósofos como Aristóteles, Platón, Kant etc. La historia de la filosofía ha resaltado a unos y ha invsibilizado a otras. Te vas dando cuenta de que hay filósofas. Las filosofas de la Antigüedad y del pasado, como Hipatia o Hildegarda de Bingen, no hablaban de la mujer como objeto filosófico. Esto es un punto importante. Solo a partir de los feminismos se las sitúa desde el punto de vista de la mujer como objeto filosófico. 

Lo que ha pasado en España frente a otros países es que no ha habido una posibilidad de que las mujeres llegaran a posiciones de generar escuela. Siempre han sido maestras del colegio. Exceptuando a María Zambrando, nunca han sido profesoras universitarias hasta hace poco. Damos por hecho que la historia de la filosofía vinculada a las mujeres no ha existido, pero sí ha existido. Lo que pasa es que se le ha recolocado en un relato que hay que quebrar. Ahora estamos construyendo desde el presente. Me atrevo a decir que en la filosofía hecha en castellano actual está el pensamiento más potente. Nos hemos hermanado con América Latina.

Dedicas un capítulo a hablar sobre el mal. ¿Qué es el mal?

Yo haría una distinción entre el mal y la maldad. El mal siempre va a tener relación con una capacidad de hacer daño o de experimentar un daño. Pero hay que matizar mucho. En el libro lo que intento es desmontar el concepto del mal porque no es tan simple. El hecho de que lo parezca hace que se hable de un mal relativo: lo que te hace bien a ti me puede hacer mal a mí.

En una de las reflexiones que llevas a cabo mencionas el "egoísmo" y una "perversión del orden" como elementos que corrompen un sistema que es bueno. ¿Puede ser, sin embargo, que el sistema y el orden imperante no sea bueno?

En el capítulo intento dislocar el mal desde el punto de partida de muchos autores. Yo me he dedicado a explicar el mal real, el que experimentamos. El de los feminicidios, el del Holocausto, el del genocidio. ¿Por qué alguien te hace sufrir?

En la tradición clásica se entiende el mal como aquello que no es bueno. También el hecho de desconocer que algo está mal. Se entiende como una especie de defecto porque el ser humano, en general, actúa bien. Con la introducción del cristianismo, se entendió que el mundo es bueno. ¿Cómo es posible que exista el mal? Es entonces cuando se introduce el concepto del libre albedrío. En este caso, que tú hagas daño a los demás reside en la propia voluntad del hombre. Así parece que el orden divino actúa bien y el individuo actúa mal.

Una de las últimas variaciones tiene que ver con esa perversión del orden de Kant. Que, en resumidas cuentas, dice que no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti. Cuando no velas por la sociedad y velas por ti mismo, cuando pones tus propios intereses por delante del de los demás, creas el mal dentro del orden.

Si el orden es injusto y genera daño, aquello que atenta contra el orden es el bien

El siguiente paso es Schelling. Es el primero que dice que el mal no es una privación o un defecto. Tiene que ver no solo con una acción mala y egoísta dentro de un orden que funciona, sino una acción mala y egoísta que altera a la sociedad y la invierte. Pero todas estas propuestas parten de la base de que el orden es bueno. Nadie lo cuestiona. Hemos enfocado el generar daño dentro de la voluntad del orden y siempre hemos exculpado al orden mismo, al sistema. ¿Qué pasa si es el sistema mismo el que genera daño? ¿Qué pasa si es el orden mismo el que genera las injusticias? Las propias leyes o el propio orden son el problema. El problema radica en aquello que es legitimado por el propio sistema. ¿Te das cuenta que si el problema es un orden injusto que genera daño y no escucha a los colectivos, aquello que atenta contra el orden es el bien?

Si hablamos de maldad, también es importante recalcar que hay una maldad que hace daño a los demás porque obtiene un tipo de placer al hacerlo. Se hace mal al otro al no verlo como un igual; cuando no reconoces el daño; cuando el orden funciona de tal manera que está legitimado para causar la muerte al otro. Estaba pensando ahora en un filósofo que está muy desahuciado a día de hoy, Giorgio Agamben, que habla de esta figura del Homo Sacer, que proviene del Derecho romano y dice que hay seres humanos que no se consideran ciudadanos del pueblo y que por ello se les puede dar muerte gratuitamente. ¿No crees que eso tiene mucho que ver con la inmigración?

Se deshumaniza totalmente a los inmigrantes.

Eso es. Entonces, el problema es el orden. Coloca a ciertas personas en ciertas posiciones donde el funcionamiento de la ley les genera algún tipo de daño. Luego hay otras opciones que son más radicales, como el genocidio de Ruanda, donde ves que disfrutaban generando ese daño.

Portada de 'Fuera de sí mismas: Motivos para dislocarse'.

¿Por qué a menudo, en atentados o feminicidios, se habla de que el autor es una bestia o se le tacha de loco directamente? ¿Por qué se rechaza el carácter humano?

Si tú hablas con alguien sobre una barbaridad se oirán dos cosas. Que la persona que lo ha hecho es un animal o que es un enfermo. Pero la animalidad y la enfermedad en este caso lo que hace es exculpar a la razón. Los grandes holocaustos se han llevado a cabo con una lógica perfecta. Por eso, si el orden puede generar mucho daño e incentivar actos malvados, la lógica y la razón pueden ser perfectas para el mal. El ser humano es el único animal capaz de ser tan cruel. Los animales pueden hacer daño pero no actúan por maldad.

Ese orden del que hablas, que puede llegar a ser un sistema que incentive actos negativos, ¿tiene relación directa con la responsabilidad que dan las feministas al heteropatriarcado?

No se trata de una guerra de sexos. Se trata de entender que el orden patriarcal tiene que ver con una forma de entender la constitución del poder. Un poder entendido como dominio, posesión, control. Ese orden, que es muy impositivo, nos afecta a todos: a hombres y mujeres.

Ese sistema está basado en el sometimiento, donde hay personas mejores que otras y de diferentes categorías. Hasta el amor, en su concepto de amor romántico, tiene que ver con una comprensión de la pareja como una propiedad. Hay que cambiar este orden que afecta a hombres y mujeres, aunque también hay que dejar claro que las mujeres han sufrido más ese sometimiento.

La idea es intentar generar un orden en el que funcione de otra forma el poder. Un sistema en el que el amor se entienda como libertad y se entiendan otras formas de relacionarnos en las que no haya sumisión. Un orden que nos haga bien a todos. Y para crear ese orden todos tendremos que renunciar a algo. ¿A qué estamos dispuestos a renunciar? Debemos desarticularnos, dislocarnos. Los actos buenos no deben ser la excepción que modifica el sistema. Deben ser la guía que genere un nuevo orden posible.

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