Un vídeo en TikTok. Un hilo en X. Un post indignado en Instagram. En cuestión de horas, una clínica veterinaria puede verse envuelta en una tormenta de acusaciones públicas tras un resultado negativo en la atención a un animal.

Para muchos propietarios, las redes sociales se han convertido en el primer lugar donde expresar dolor, rabia o sensación de injusticia. Pero, ¿qué ocurre cuando la emoción sustituye a los hechos? ¿Es siempre negligencia lo que parece?

En un contexto de creciente sensibilidad hacia el bienestar animal, las denuncias públicas contra veterinarios se han multiplicado. Sin embargo, no todas responden a una mala praxis real. Y distinguir entre una acusación viral y una negligencia demostrable es clave para proteger tanto a los animales como a las personas implicadas.

Cuando el dolor busca un culpable

Perder a un animal o verlo sufrir genera un impacto emocional enorme. Para muchos propietarios, su mascota es un miembro más de la familia. En ese momento de vulnerabilidad, las redes sociales ofrecen algo inmediato: visibilidad, apoyo y sensación de justicia.

El problema aparece cuando se publican acusaciones sin información completa, se señalan nombres y rostros sin pruebas o se confunde un mal resultado con una mala actuación.

La consecuencia puede ser devastadora: daño reputacional irreversible para profesionales y clínicas, procesos judiciales innecesarios y, en muchos casos, la verdad sepultada bajo el ruido digital.

No todo resultado negativo es negligencia

Es importante entender algo fundamental: la medicina veterinaria no garantiza resultados, sino medios adecuados, conocimiento y diligencia profesional. Siempre existen complicaciones imprevisibles, respuestas individuales del animal, patologías graves con mal pronóstico.

Además, puede pasar que un animal fallezca o no evolucione como se esperaba, y esto no implica automáticamente una mala praxis. Determinarlo exige un análisis técnico, no una reacción emocional.

El riesgo de los "juicios paralelos" en redes

Las redes sociales no son tribunales, pero a menudo actúan como si lo fueran. En estos juicios paralelos no hay análisis técnico, no se escuchan todas las versiones y no se respetan tiempos ni pruebas.

Además, una acusación pública puede tener consecuencias legales para quien la emite si no está debidamente fundamentada. Difamar, aunque sea desde el dolor, puede derivar en responsabilidades civiles o penales.

¿Qué hacer si sospechas una negligencia real?

Expresar emociones es legítimo, pero antes de acusar públicamente, conviene seguir un camino más responsable y eficaz:

Solicita la historia clínica completa. Es tu derecho como propietario.

Pide explicaciones claras y por escrito. La comunicación es clave para evitar malentendidos.

Busca una segunda opinión veterinaria. Aporta perspectiva técnica externa.

Consulta con un perito veterinario independiente. La pericia es la única vía para determinar, con rigor, si hubo o no negligencia.

Actúa con pruebas, no con impulsos. Defender a tu animal también implica actuar con responsabilidad.

La pericia veterinaria: cuando los hechos importan más que los likes

La pericia veterinaria consiste en un análisis técnico, objetivo e independiente de lo ocurrido. El perito no juzga emociones ni opiniones, sino:

  • Actuaciones clínicas
  • Protocolos aplicados
  • Documentación
  • Relación causa–efecto

Su informe puede aclarar el caso, proteger derechos y evitar conflictos innecesarios. En muchos casos, incluso demuestra que la actuación fue correcta, evitando un daño injusto a profesionales y propietarios.

Proteger al animal es proteger la verdad

Denunciar sin pruebas no ayuda al bienestar animal. Al contrario, la desinformación y la viralización de acusaciones infundadas dañan la confianza en el sistema veterinario, que es clave para la salud de los animales.

Desde PERIVET defendemos un principio claro: cuando hay dudas, se investiga; cuando hay pruebas, se actúa. Porque la justicia para los animales no se construye en redes sociales, sino con rigor, conocimiento y verdad.