Los incendios forestales que han golpeado este verano a varias comunidades autónomas de España han dejado tras de sí un paisaje de cenizas, pero también una factura mucho más amplia de lo que a simple vista se percibe.
Con más de la mitad del territorio nacional catalogado como superficie forestal, cerca de 283.000 kilómetros cuadrados, el impacto de los fuegos no se limita a la pérdida de arbolado. Este afecta a la economía rural, a la biodiversidad y, en definitiva, al modo de vida de miles de personas.
El monte no solo produce madera. Es espacio de ganadería, caza, apicultura, producción de hongos, setas y otros recursos. Todas estas actividades se ven alteradas de inmediato por el fuego.
Pero hay efectos menos visibles y que aparecen con el paso del tiempo: cenizas que se depositan sobre viñedos, cultivos que pierden calidad, o ríos y estuarios contaminados cuando la lluvia arrastra los restos de los montes quemados.
Estos efectos traen consecuencias fatales para la pesca fluvial, el marisqueo o la acuicultura.
Un golpe duro
Los incendios suponen también un duro mazazo para los ganaderos y productores primarios. No se trata solo de la pérdida de animales, sino de las producciones asociadas.
Si una vaca gestante muere, se pierde el animal y la cría que esperaba. Aunque existan seguros, estos normalmente cubren el valor del ejemplar, pero no lo productivo ni el tiempo que lleva reponerlo.
Además del fuego en sí, el humo y el despliegue de medios de extinción provocan otros daños indirectos: estrés en el ganado, abortos, retrasos reproductivos o caídas de producción. Un coste invisible que golpea de lleno a la economía de las explotaciones rurales.
La gran víctima olvidada
Más allá de lo económico, los incendios dejan cicatrices profundas en el ecosistema. Animales silvestres mueren en las llamas y los que sobreviven se encuentran sin hábitat ni alimento.
Un bombero rescatando a un perro.
La flora tardará décadas en regenerarse, y los equilibrios de muchos ecosistemas quedan alterados para siempre.
Todo ello mientras la extinción de los incendios requiere un gasto millonario y expone la vida de cientos de profesionales, como se ha visto trágicamente en algunos de los recientes fuegos.
Una respuesta técnica
Cada vez es más evidente que los incendios no solo son una tragedia natural, sino también un problema económico y social que requiere respuestas profesionales. En este punto, buscar ayuda es fundamental.
La intervención de peritos veterinarios es central en estos escenarios, ya que están entrenados para analizar daños, determinar causas y calcular pérdidas en instalaciones ganaderas y empresas agroalimentarias.
Sus informes técnicos proporcionan una base objetiva para reclamaciones y procesos judiciales vinculados a este tipo de siniestros.
"Aportamos ese punto de vista que a veces la legislación no alcanza y la parte empírica no cubre", explica José Antonio Allande, director veterinario en Perivet, la primera plataforma integral de peritaje animal en España que ofrece informes de alta calidad y rigor científico.
"Disponer de un gabinete nacional de peritos veterinarios como Perivet marca la diferencia, porque ofrece a los afectados la tranquilidad de contar con un equipo".
En circunstancias de incertidumbre tras un incendio, disponer de asesoría técnica fiable facilita la defensa de los intereses de quienes han sufrido daños.
La empresa de peritaje veterinario brinda este apoyo especializado, asegurando a sus clientes argumentos técnicos sólidos para las reclamaciones derivadas de accidentes ambientales y otras cuestiones vinculadas a la actividad veterinaria.
Porque cuando el monte arde no solo se queman árboles: se apaga parte de nuestra cultura rural, de la biodiversidad que nos sostiene y de la vida de quienes dependen del campo para sobrevivir.
Protegerlo y garantizar justicia para los afectados es, al final, proteger nuestro propio futuro.
