En un reciente episodio de su pódcast Un Veterinario, el veterinario Víctor Algras se adentra en el complejo mundo de las alergias alimentarias en perros y gatos.
Su objetivo principal es aportar claridad científica frente a la cantidad de luces y sombras que circulan en internet sobre esta patología.
El camino hacia el diagnóstico de una alergia alimentaria puede ser largo y exigir constancia, pero es la única forma de aportar seguridad a pacientes y familias.
Como resume el veterinario: la clave está en basarse en la ciencia, ser pacientes y seguir un protocolo claro, en lugar de caer en soluciones rápidas o cambios dietéticos sin fundamento.
Hacia el diagnóstico
"Aunque las alergias alimentarias reciben mucha atención, su prevalencia está sobredimensionada. Los estudios sitúan la frecuencia en solo 1–2% de los perros y en alrededor de 0,2% de los gatos", aclara Algras.
Un veterinario con un gato.
Las guías de la AAHA (American Animal Hospital Association) recomiendan tener una historia clínica detallada y hacer pruebas diagnósticas y un tratamiento inicial del prurito. Solo entonces, valorar la dieta de eliminación si persiste la sospecha de alergia alimentaria.
Según el veterinario, una alergia alimentaria es una respuesta inmunológica exagerada tras la ingesta de un alimento que, en principio, debería ser inocuo y nutritivo.
El cuerpo
El sistema inmunitario interpreta erróneamente ciertas proteínas como un enemigo y activa sus defensas. "No es que el alimento sea malo, sino que el cuerpo lo percibe como tal", aclara Algras.
Por ejemplo, si un animal es alérgico al pollo, el problema no reside en el pollo mismo, ni siquiera si es ecológico, sino en el sistema inmunitario del animal, que no logra tolerarlo y desencadena la reacción alérgica.
Los síntomas más habituales incluyen lesiones cutáneas, otitis y prurito. También pueden darse problemas digestivos persistentes, como vómitos o diarreas crónicas.
Las verdaderas protagonistas
Aunque algunos alimentos tienen más fama en este tema, Algras subraya que las auténticas responsables suelen ser las proteínas.
Estas moléculas encajan en los anticuerpos como una llave en una cerradura, lo que provoca la activación del sistema inmunológico. Otros nutrientes, grasas, carbohidratos, vitaminas o minerales, no poseen esta capacidad de generar reacciones alérgicas.
En perros, las proteínas que más comúnmente causan alergias son las del vacuno, lácteos, pollo, cordero y trigo. En gatos, se suman a la lista otras como el pescado y el maíz.
Por ello, el abordaje no debería basarse en cambios de dieta a ciegas, sino en la identificación de la proteína específica que genera la reacción.
Opciones y desafíos
Existen dos enfoques principales. Las dietas caseras, ideales siempre que se formule un historial nutricional completo para identificar una proteína novedosa (que el animal nunca haya ingerido).
Sin embargo, Algras advierte que estas dietas deben ser formuladas por un nutricionista veterinario especialista, porque si no se diseñan adecuadamente, pueden generar deficiencias nutricionales.
Por otro lado, existen las dietas comerciales de proteínas hidrolizadas. Estas dietas descomponen las proteínas en fragmentos tan pequeños que el organismo no los reconoce como peligrosos, manteniendo la calidad nutricional y evitando reacciones alérgicas.
No obstante, Algras señala que el etiquetado incorrecto de los alimentos para mascotas es bastante común, incluso en dietas de eliminación, donde se han encontrado ingredientes no declarados.
Por eso, se recomienda consultar con los fabricantes sus procesos de producción y buscar el respaldo de asociaciones como la WSAVA (World Small Animal Veterinary Association).
Las claves del éxito
"La dieta debe mantenerse entre 8 y 12 semanas de forma exclusiva". La mejoría puede tardar, por lo que tendremos que tener paciencia antes de desistir.
Además, según el veterinario, es fundamental crear un comité de crisis en el hogar y en el entorno del animal, asegurándose de que nadie, desde familiares hasta vecinos, le dé alimentos no permitidos.
"Para que esta dieta de eliminación funcione y sea realmente útil, tendremos que adquirir un compromiso real durante ese tiempo".
La prueba definitiva
Una mejoría clínica durante la dieta de eliminación no confirma por sí sola que haya una alergia alimentaria. Otros factores (digestibilidad mejorada, cambios ambientales) podrían coincidir.
El único modo de confirmarlo es la prueba de provocación: reintroducir la proteína sospechosa y observar si reaparecen los síntomas.
Aunque a muchos tutores les cuesta realizar esta etapa por miedo al retorno de los problemas, Algras insiste en que es una parte fundamental. No conocer el desencadenante real puede limitar opciones de alimentación en el futuro.
