El termómetro marca casi 40 grados en la capital. El sol pega cada vez más, el aire corre caliente y los abanicos no paran de moverse. Aún así, las flores se ven más frescas que nunca. Aunque no se puede decir lo mismo de sus trabajadores.
Toñi trabaja en la 'floristería Maite' en plena Alameda Principal y lleva fatal el calor. Luego está el viento, además de lo que significa trabajar en la calle. Eso no es lo peor. Por otra parte, están las restricciones del Ayuntamiento, con el que todo son problemas.
La florista considera que "esto es inhumano". Es más, "se trabaja muy mal", según ella. Aunque la situación no mejora en invierno, de hecho, es igual. Y ante este panorama, la esperada solución no llega, ni parece hacerlo.
Toñi lleva seis años en la gran avenida malagueña, antes estuvo en el cementerio, al que no piensa volver por muy mal que esté la cosa en la Alameda.
Aunque sí que ha estado a punto de dejar su trabajo por la posibilidad de cambiar su turno de mañana a la tarde. ¿La razón? No aguanta el calor. "La mañana todavía la sobrellevamos, pero es que aquí los días de terraza y eso son muy malos", comenta.
A eso hay que sumarle limitaciones en ocupación de la calle, sombrillas blancas sin logo ni eslogan, entre más restricciones que les impone el Ayuntamiento. Antes era diferente, los coches se paraban a comprar flores a pesar de que hubiera carretera de por medio.
No obstante, cree que ahora está mejor, "así peatonal". Es cierto que las obras afectaron, y bastante. Su jefa le cuenta que "los quioscos los tuvieron que quitar, los iban paseando por todas partes y se tiraron unos años muy malamente", explica la mujer.
Y, a pesar de que la gente compraba antes flores, el cambio para bien se ha notado. "Hace tres años no compraban flores. Y, sin embargo este año, hemos vendido muchísimo", cuenta. Pero no por los turistas.
Los visitantes compran alguna flor, pero sobre todo se acercan mucho a pedir información y Toñi siempre los envía al punto de turismo. No sabe si es bueno o malo que haya tantos, pero cree que "no es muy bueno".
Recuerda, por ejemplo, la sequía. Y, mientras los malagueños han tenido que sufrir restricciones, los turistas no se han privado de nada. "Si se han tenido que duchar tres veces en el hotel, se han duchado", comenta Toñi. En cambio, ella y muchos más han llegado a estar sin agua incluso.
No cree que la solución sea prohibir que vengan turistas, hay muchos comercios que viven de ellos. Tampoco sabe muy bien qué se puede hacer ante esta situación. Una cosa está clara: en invierno o en verano, por las calles de Málaga siempre hay turistas.