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En un mundo hiperconectado, donde la imagen y la alimentación están cada vez más influenciadas por las redes sociales, los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) han cobrado mayor relevancia como un problema de salud pública. La exposición constante a estándares de belleza inalcanzables, dietas extremas y desinformación nutricional ha generado un entorno que favorece la aparición y perpetuación de estos trastornos, especialmente entre los jóvenes.

Ante este desafío, expertos en salud y educación proponen un enfoque integral basado en la promoción de hábitos saludables, la alfabetización digital y el acceso a información confiable. Desde exigir políticas públicas más duras, hasta programas educativos que fomentan una relación equilibrada con la comida. 

Estas son ideas que cuatro investigadores de Málaga han añadido en un estudio titulado Problematic internet use and its relationship with eating disorders (Uso problemático de Internet y su relación con los desórdenes alimenticios). Al mismo tiempo que desde Ita Salitre también solicitan romper con los estigmas que rodean a los TCA y fomentar la detección temprana tanto en hombres como mujeres.

Los últimos estudios sostienen que la tasa de prevalencia de los trastornos de la conducta alimentaria son del 1% y al 7% en mujeres y un 0% y 2% en hombres. En este sentido, expertos entienden que cuando se ha hecho referencia a los trastornos de la conducta alimentaria siempre se ha relacionado con un problema de salud mental que se daba en mujeres, invisibilizando así a aquellos hombres que también sufren estos trastornos. 

En este sentido el doctor Emilio Compte aseguró, en una conferencia organizada por Ita Salitre, que “hasta 2013 se creía que los hombres no podían tener anorexia nerviosa puesto que la amenorrea era un criterio diagnóstico”. En los hombres, estos trastornos suelen presentarse de forma diferente, caracterizándose por una mayor obsesión con la musculatura y el control del peso a través de ejercicio excesivo o dietas restrictivas. Sin embargo, los estereotipos de género y los prejuicios sociales complica su diagnóstico y dificultan el acceso a ayuda profesional.

Asimismo, según Compte, los hombres tienen una menor posibilidad de ser diagnosticados, y es que “los criterios actuales no reflejan con precisión la experiencia masculina en los TCA, no tenemos criterios diagnósticos para la dismorfia muscular, no sabemos bien qué es la dismorfia muscular”. Por ello considera que es necesario poder contar con evaluaciones específicas y poder conocer los diferentes matices entre hombres y mujeres. 

Por otro lado, en el estudio malagueño se muestra el lado oscuro de las redes sociales y cómo a través de estas se promueve la delgadez extrema como símbolo de la perfección, aportando ideas para bajar de peso, pidiendo imágenes del proceso y menospreciando a aquellos que no logran los objetivos exigidos.

En cuanto al género de las personas que se han adentrado en este contenido en la red, los expertos sostienen que las chicas adolescentes son más númerosas que los chicos adolescentes, pero están presentes ambos sexos. 

En este punto, la doctora Raquel Cueto Galán explicó que actualmente es importante que se desarrollen intervenciones específicas para mitigar las consecuencias negativas del contenido que promueve la anorexia y la bulimia.

También apuesta por fomentar la colaboración entre profesionales de la salud, educadores y plataformas digitales para promover la alfabetización digital a través de la educación a los jóvenes, hombres y mujeres, sobre los riesgos de este tipo de contenidos y la importancia de una imagen corporal saludable.