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Las claves

A sus 81 años, Sonia se enfrenta cada día a una realidad que comparten miles de pensionistas en España: la incapacidad de cubrir los gastos básicos con una pensión que apenas alcanza los 700 euros mensuales. “Es imposible llegar a fin de mes”, lamenta mientras repasa las facturas de la luz y el gas, que en los últimos años no han dejado de subir.

Sonia, que pasó toda una vida dedicada a trabajar “en lo que toque”, como ella misma dice, no tuvo empleos estables ni un salario que le permitiera cotizar con regularidad. Fue dependienta, limpiadora por horas, cuidadora de ancianos y ayudante en pequeños negocios familiares.

Ese encadenar de trabajos precarios se refleja hoy en una pensión insuficiente. “Siempre pensé que cuando me jubilara viviría tranquila, pero ahora vivo con miedo a cualquier gasto imprevisto”, confiesa.

El incremento del precio de los alimentos se ha convertido en uno de los mayores obstáculos para su día a día. Planifica cada compra con cuidado, compara precios y busca ofertas. “Antes llenaba la nevera con 40 euros. Hoy, con esa cantidad, apenas me alcanza para lo básico”, explica.

Los gastos asociados a la vivienda suponen un desafío constante. La factura de la luz supera los 70 euros al mes, una cifra elevada para su presupuesto. “En invierno casi no pongo la calefacción. Me abrigo con mantas, pero no puedo permitirme más”, cuenta.

Según organizaciones de mayores, la situación de Sonia no es un caso aislado. Cerca del 20% de los pensionistas españoles cobran complementos a mínimos o pensiones que apenas superan los 700 u 800 euros mensuales. La inflación, sumada al encarecimiento de los suministros y la vivienda, ha agravado la precariedad entre los jubilados con menores recursos.

A pesar de las dificultades, Sonia mantiene un espíritu optimista. Disfruta de paseos por el barrio, conversa con sus vecinas y participa en un centro de mayores donde encuentra apoyo y compañía.