En la Axarquía y en otras comarcas agrícolas andaluzas, los cultivos de pimientos, tomates o patatas se han convertido en símbolo de la desigualdad entre quienes trabajan la tierra y quienes controlan los mercados. Benjamín, agricultor de la zona, lo resume sin pelos en la lengua. “No es normal que nosotros vendamos a 0,70 euros el kilo y luego en el supermercado aparezca a 2 euros”.
Benjamín es de Algarrobo, uno de los pueblos de la comarca de la Axarquía donde más cultivos hay. Él es un agricultor un tanto especial, ya que tiene una variedad de fresas única en Andalucía porque es el único que las comercializa.
A sus 47 años, y después de toda una vida dedicada al trabajo en el campo, Benja, como todos le llaman, no ve normal el panorama que hay ahora mismo en la agricultura de la Axarquía. “Parece que van a por nosotros, a por los agricultores”, cuenta a EL ESPAÑOL de Málaga.
A su parecer, actualmente el agricultor está “bastante puteado” porque tiene que luchar contra los precios, que cada vez son menos competitivos, y con todo el coste que supone una plantación, que cada vez es mayor.
“Menos de un euro por kilo no es rentable, y ahí nos tienen, aceptando precios impuestos por las cadenas comerciales”, denuncia el agricultor, quien también tiene unos pimientos “buenísimos”, pero que no les saca el precio que debería.
El agua, un problema añadido
A esta situación se suma la cuestión del agua. “Aunque haya llovido más este año, la problemática sigue, y ahora peor que antes”, asegura enfadado.
El uso de aguas regeneradas, según explica, hace que las tierras se estén llenando de sales, bacterias y hongos que son perjudiciales para los productos. “Así no podemos producir”, remarca.
En este sentido, Benja siempre intenta tener bastante cuidado en el campo para que sus productos estén lo menos mermados posible. “Con el tipo de tierra, el hidropónico, intento que la producción salga lo mejor posible, pero me tengo que gastar el triple”, confiesa.
Además, denuncia que al agricultor no le llegan prácticamente ayudas para paliar estas dos situaciones. “Aquí lo que quieren es el negocio del agua", dice pensando que los que controlan el agua no lo hacen de una manera correcta.
"Las comunidades lo que quieren es gestionar esos fondos y al final somos nosotros los que nos quedamos sin soluciones”, asegura mientras toca una de sus fresas para ver cómo está el tallo. Por ello, considera que mientras los precios y el agua sigan fuera de su control, los agricultores seguirán atrapados entre costes crecientes y beneficios insuficientes.
