Ya se escuchan las castañuelas, el taconeo contra el asfalto, las palmas chocando y a los coros cantando. Los escenarios están prácticamente montados, no hay tiempo para más ensayos.
La Feria de Málaga está a punto de comenzar. Los negocios del centro se preparan para la semana de fiesta. Ultiman los detalles de uno de los mayores eventos no solo de la ciudad, sino de toda la provincia.
Muchos comercios le temen a la Feria. Sus ganancias bajan, los problemas aumentan y su horario se reduce. Pero no todos los trabajadores comparten el mismo pensamiento.
Marina trabaja en una conocida tienda de jamón ibérico en plena calle Larios, en el corazón de Málaga, desde los inicios del negocio, hace ya casi cuatro años. Y todas las ediciones de Feria que ha vivido tienen algo en común: "Son una locura", admite.
Su horario habitual de apertura es cuando el reloj marca las 10:00 a.m., según indica Google. Aunque en Feria es la excepción, abren una hora antes. Están ahí tanto para el que quiere cargar pilas para el día que le espera como para el que quiere reponerlas después de la fiesta.
Es más, planean ampliar su horario hasta las 00:00. "Este año como el turismo ha
bajado un poquito más en estos meses, pues entonces vamos a aprovechar esta semana", comenta.
Igualmente, se deben a sus clientes. Tras varios años abiertos, han notado un aumento considerable de las ventas durante la semana de Feria. "Había muchísima gente de fuera y estábamos todo el día sin parar de bocadillo y cartojal", apunta.
En Feria es un no parar, es trabajar y seguir trabajando. "No levantas la cabeza desde que entras hasta que te vas", asegura. Sin embargo, agradece el movimiento de gente. Se le pasan las horas volando entre cola y cola.
Tampoco ha notado que haya habido un menor volumen de gente conforme el paso de los años. Ve pasar por su local a turistas y malagueños, todos en busca de algo que meterse en la boca antes o después de beber y bailar.
"Pero este año dicen que va a ser la cosa diferente, que se van a poner más estrictos". Parece ser que la típica estampa de gente bebiendo cartojal en la calle se ha acabado, o al menos eso cree Marina.
A sus oídos ha llegado la nueva normativa y mucho no le ha gustado. "Me parece muy mal, porque al final quieren llevarse todo a la Feria grande y dejar el centro y esa tradición no se puede perder", asegura.
