La Feria del Centro, antaño epicentro vibrante de música, ventas y tradiciones, parece estar viviendo horas bajas para algunos de sus protagonistas habituales. “Esto era un bombardeo de cintas. Pero ahora no. Es lo más tranquilo del mundo. Como si fuera un día normal”, lamenta un veterano vendedor ambulante con décadas de experiencia en las calles del centro histórico.
Su testimonio refleja un sentimiento generalizado entre comerciantes locales que han notado un fuerte descenso en la afluencia y en la actividad económica durante estas fechas.
La percepción del declive es clara. “Antes vivía de otra manera. Había música, más actuaciones, de todo. Y ahora ya no. Ha cambiado muchísimo”, insiste el mismo comerciante. “Lo único que quieren es llevarse la feria al Real”, comenta.
Apunta directamente al traslado progresivo del corazón de la feria hacia el Real, dejando al centro con una programación que, en su opinión, no alcanza el esplendor de años anteriores: “Todo va allí arriba. Aquí solo quedan los verdiales, cuatro conciertos para los niños y poco más”.
Las consecuencias para el comercio son evidentes. “Aquí vendíamos todo. Ahora cuesta muchísimo vender porque hay muchísima menos gente”, añade el vendedor. Y es que incluso algunos bares, históricamente abiertos y animados durante estas fechas, han optado este año por cerrar y tomarse vacaciones. “Nunca se había visto eso en feria”, señala, subrayando la magnitud del cambio.
Desde el Ayuntamiento de Málaga y las asociaciones organizadoras, sin embargo, todo esto cambia. La programación de este año es bastante continuista con respecto a los años anteriores, incorporando tan solo un par de actividades nuevas.
Teresa Porras, concejala delegada de Servicios Operativos, Playas y Fiestas, opina que este modelo permite al público elegir el entorno que más le guste. “No tenemos la culpa de que venga menos gente”, afirma. “Tenemos dos escenarios importantes, el Real y el Centro Histórico, ya que la gente elija lo que le dé la gana”, declara la concejala.
El contraste entre los discursos oficiales y las experiencias de los comerciantes de a pie pone en evidencia una fractura. Para algunos, la feria actual no solo ha cambiado de lugar, sino también de esencia. “Del paseo una cuarta parte ha quedado de lo que era”, resume el vendedor, nostálgico, antes de cerrar con resignación: “No se vende lo que hay que vender. Y se nota un montón”.
