Patricia Sierra
Publicada

El Mercado de Atarazanas ya no es lo que era antes. Eso es un hecho. El lugar al que toda Málaga acudía a comprar se ha convertido en parada obligatoria para los turistas. Ataviados con sus gafas de sol, oliendo a crema solar, hablando diferentes idiomas y con móvil en mano fotografían todo aquello que les parece digno capturar.

Varios comerciantes denuncian que los visitantes extranjeros se limitan "a pasear, a hacer fotos, a tocar los productos sin comprar y a dejar un zumo vacío en lo alto de donde les parezca". O eso expresa Antonio, propietario de la frutería 'Antonio y Salomé' desde hace 46 años. Por si fuera poco, además de perjudicar a los negocios, la mayoría "tienen poco civismo, poca educación", añade el hombre.

Se ha vuelto algo habitual para los trabajadores del lugar observar los pasillos llenos de turistas cargados de maletas que esperan la hora de entrar a su nuevo hogar para el verano o el momento de su marcha al aeropuerto, estorbando al que verdaderamente acude a comprar. Al contrario que el cliente turístico, que "no compra mucho" y "viene con poco dinero para gastar", comenta el dueño de la frutería.

Eso, la verdad, no es muy interesante para los negocios. Y que se lo digan a José Antonio, propietario de 'Pescados y Mariscos Hermanos Castro', que asegura que el turismo "perjudica más que favorece". Ya no solo porque no gastan, que también, sino porque al ser grupos de hasta 30 personas impiden el tráfico de los verdaderos clientes que, al final del día, prefieren no bajar al centro más veces.

Málaga se ha adaptado al turista, ahora todo es por y para ellos. "Los bares, las tiendas. Está todo enfocado a ellos", apunta el dueño de la pescadería. No es mala su presencia, pero es que la Costa del Sol ha perdido toda su imagen y esencia. Ha llegado a tal punto, cree José Antonio, de que "parece que estamos en el extranjero".

Interior del Mercado de Atarazanas Adrián Gámiz

Aunque hay alguno que la visita del turista le beneficia más que al resto. Es el caso de Marcos, propietario de la 'Carnicería Marcos'. Pero el nombre de su negocio engaña en cierta parte. Ya no se dedica a la carne, sino a la comida preparada. ¿La razón? "Porque antes no me compraban", afirma.

Marcos, con 30 años trabajados, se vio obligado a evolucionar y a entrar en el mercado del turismo. Y, de hecho, no le va mal. Todo lo contrario, "a nosotros nos va muy bien con el turismo", asegura. Coincide con sus compañeros en que el mercado se satura, aunque solo a veces.

Hay distintos tipos de visitante según él: el joven que busca "cachondeo", el nacional que coge apartamentos y que le aporta beneficio. Sin embargo, da igual el perfil del turista, a su parecer, "debemos adaptarnos si queremos una Málaga turística". Y es lo que se ha conseguido. Málaga, la Costa del Sol, hogar de turistas y de, cada vez, menos malagueños.