Málaga

"Por la parte de Castilla / dicen que hay una gitana / que cura los desengaños /

con sólo verte la cara". Un niño canta con voz muy sentía Cositas del ayer del Parrita al inicio del documental sobre la primera Escuela Social de Flamenco de Málaga. La iniciativa, impulsada este curso por el Ayuntamiento y la Cátedra de Flamencología de la Universidad, ha permitido formar musicalmente y en valores a chavales de barrios extremadamente desfavorecidos como Los Asperones y Palma-Palmilla.

Víctor Pastor Pérez, profesor de música del proyecto, es sociólogo y está especializado en flamenco. "Trabajé en Madrid como voluntario durante años apoyando este proceso de inclusión socioeducativa de alumnado gitano en asociaciones culturales de barrios del sur de Madrid como Vallecas o Entrevías", destaca durante una larga charla con EL ESPAÑOL de Málaga. 

Ana María Díaz Olaya, directora de la Cátedra de Flamencología de la UMA, vio su perfil y se puso en contacto con él inmediatamente porque necesitaban no sólo "un docente de música, sino a una persona que hubiera trabajado con alumnado gitano en contextos desfavorecidos".  

El docente ha dado clases de guitarra, compás, ritmo, cajón y palmas a niños de entre seis y 16 años de noviembre a junio. Dos veces a la semana se acercaba hasta Los Asperones para enseñar música y valores a los críos. "Voy andando para allá los lunes y los miércoles. Hay ratas y suciedad. Las farolas están rotas. No es normal que desde el año 88 estén allí. Es un barrio tercermundista que vive de espaldas a la ciudad", denuncia.

Una las finalidades del espacio social gratuito de encuentro es precisamente  "mostrar y visibilizar la situación de exclusión social y marginalidad en la que viven decenas de familias de Los Asperones", explica Pastor tras recordar que en su documental los niños sólo piden "cosas básicas" como parques, zonas verdes y fuentes con agua. 

La Escuela Social de Flamenco también tiene como objetivo "mostrar el modo en el que la formación en música puede aportarles mayores opciones laborales en un futuro". "Ellos mismo lo dicen. Que si continúan y se les da bien quieren ganarse la vida así", cuenta el profesor entusiasmado. La idea es incorporar más barrios de Málaga al proyecto el próximo curso. 

"A mí me puede servir el flamenco de grande por si, por ejemplo, yo busco un trabajo y, por ejemplo, a mí me gusta bailar, o cantar, o tocar el cajón, la guitarra… Por ejemplo, hay un trabajo de aprender a bailar a la gente y a mí me se da bien… Pues puedo enseñarle a la gente a bailar y desearle a la gente otro futuro", relata una de las niñas de Los Asperones, que ha asistido a la escuela gratuita durante medio año, en el documental dirigido por el profesor de música madrileño.

-¿Cómo ha ido este primer año piloto?

-En Palma-Palmilla ha sido más difícil. No trabajamos en un colegio en concreto, sino en un aula del Centro Cívico 26 de febrero para impartir las clases. Es más difícil engancharlos. El alumnado ha sido inestable y ha faltado. Ha sido el mayor problema. La acogida ha estado bien. No hemos llegado a las familias con esta formación gratuita. Ahí tenemos que plantear más medios para llegar a la gente del barrio. 

-¿Qué tal ha sido la experiencia trasladada a Los Asperones?

-En los Asperones hemos trabajado dentro del colegio de María de la O. El alumnado ya está en talleres por las tardes allí. Ha sido más fijo y constante. Hemos tenido con ocho o diez alumnos. Esta formación ha implicado un estudio, un trabajo, un orden y una dinámica de clase. No ha sido llegar y ponernos a tocar las palmas. Han quedado muy contentos.

Al ver el documental, muchos verán el potencial de los niños como futuros artistas. "¡Fíjate lo bien que tocan! Tienen naturalizados esos ritmos y esos compases. Es algo que les gusta. Hace falta incluir en los estudios formales o no formales elementos propios de su propia cultura. Mostramos la cultura celta en los libros de textos, pero no la cultura gitana con 500 años de vida. Siguen excluidos", reprocha. 

El sociólogo hace hincapié en la relación de estos chavales con el flamenco. "Ellos sienten como suya esta música. En sus bodas y ritos celebran con flamenco. Ellos lo tienen muy presente en su cultura. Para ellos es una motivación extra. Se ponen en práctica hábitos de trabajos, de escuchar al otro. El profesorado me ha contado que luego los chicos que participan en la escuela están en clase mucho mejor. Se sienten valorados y queridos", recalca. 

-¿Esta escuela podría cambiarles la vida?

-Les puede servir de ayuda. Ellos dicen que si de mayores siguen podrían ganar dinero montando una academia o trabajando en un tablao. Esto puede significar una mejora en su vida. Espero que esos niños dentro de 10 años estén trabajando en algo relacionado con el arte o en cualquier cosa.

Pastor, que ha dado clases de música en institutos malagueños, ha observado como "hay alumnado de clase alta muy maleducado y con poco respeto hacia los demás". "Luego hay alumnos de familias desestructuradas de un barrio marginal súper respetuosos, educados y atentos. No se puede generalizar ni juzgar por el lugar donde vivan", asevera mientras destaca la "impresionante" labor del María de la O. 

En agosto del año pasado se puso en marcha el enésimo plan diseñado por la Junta de Andalucía para desmantelar la barriada. EL ESPAÑOL de Málaga ha tuvo acceso al bautizado como Plan director para la Integración Social de las Personas Residentes en Los Asperones y a las propuestas de intervención que en el mismo se plasman. 

El equipo redactor dispone una hoja de ruta con tres fases diferenciadas (previa, durante y posterior al realojo), que se alargarán entre los años 2022 y 2030. Y pone números al coste que será preciso asumir para afrontar este ambicioso proyecto: 32,5 millones de euros. 

Para este profesor, "el arte es una potente herramienta de transformación social". "Es algo de justicia social el no permitir que esta situación en la que viven decenas de familias se siga perpetuando. Ojalá estas familias en un futuro próximo puedan salir de allí", desea el músico al final de la entrevista. Los quejíos, las palmas y el taconeo ya suenan en Los Asperones mientras un halo esperanza se cierne sobre el marginal barrio.

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