Trescientos cincuenta largos

es la cifra de millones

destinados a inversiones

sufragando el suburbano,



puerto seco y hospital,

entre otras iniciativas;

un treinta por ciento más,

que viva Juanma, que viva,



para su Málaga eterna,

la noble y hospitalaria,

la de la paciencia larga,

la de la esperanza extrema,



que habrá de tener un día

tan insignes maravillas

que otras ciudades con "illa"

tuvieron porque querían.



Desde Málaga hasta Londres

hay un camino perdío

embargando los sentíos

del Big Ben hasta la torre



mocha de la catedral

al deprimido hostelero,

que vería abierto el cielo

si se abren de par en par



todas las puertas de embarque

y que a puñaos lleguen vuelos

y que la Word Travel Market

a Málaga quite el freno.



No vendrá bien, desde luego

a las reservas de priva

el anhelado regreso

del viejo Pimpi Florida

ni esta invasión de extranjeros

sedientos con ansia viva



de vaso largo y maceta.

Peligran las sobremesas,

las cogorzas navideñas

pasan a estado de alerta.



Se aprovisionan los bares

del legado del marqués,

de Johnny con sus andares,

de Juan Barba, el JB,



y se seca la Viñuela,

el fondo ya se le ve.

No sé lo que van a hacer

sin agua las licoreras.



Secará las sementeras

este "buen tiempo" falsario

que no escucha al calendario

porque hace falta que llueva



y no nos regale el sol

al menos un par de días

por semana y, que a porfía,

nos bañe un buen chaparrón.



Si a la Virgen de la Cueva

pedimos Magna sin lluvia,

pediremos ser Asturias

para que, por Dios, nos llueva.