No para. Su pelo ya peina canas y su manera de moverse por su puesto de flores, mantones y sombreros deja entrever que a sus espaldas van ya unas cuántas ferias. "Con 61 años y 35 trabajando en este puesto... ¿a dónde vas?", espeta al aire Paco, con una mezcla de melancolía e indignación.
Junto a su mujer, es u de los "más antiguos" de la Feria del Centro de Málaga. Tras 35 años, no ha fallado a ninguna feria, salvo las que no se celebraron por motivos pandémicos, y se han convertido para algunos turistas en un punto de parada obligatoria durante los festejos de agosto.
Resulta divertido leer el mensaje que reza en su camiseta, con grandes letras azules: Fitness training. Bien pudiera ser un entrenamiento de gimnasio el que realiza cada día Paco en su puesto en hora punta. Mientras cobra con tarjeta a unas clientas, le dice el precio de un producto a otro. De un lado a otro del puesto, que afortunadamente cuenta con un toldo que le da una agradecida sombra cuando la temperatura no para de subir en el termómetro.
Cada mañana, bastante antes de que la Feria del Centro arranque y cuando hay alguno que aún no se ha recogido de la fiesta en el Real, Paco acude a su puesto para dejarlo a punto para cuando comience el movimiento. Aunque las mañanas tienen muy buen ambiente, reconoce que es a las tres de la tarde el momento de mayor venta. A las seis, cuando los altavoces se apagan, se acaba la jornada y ya poco hay que hacer.
Paco es de esas figuras que viven la feria en primera fila, aunque no como un disfrutón ni con una botella de Cartojal o un tinto de verano en la mano. Desde su puesto, ha visto de todo, desde el disfrutar de una buena panda de verdiales hasta, desgraciadamente, algunas peleas. Pero Paco celebra que últimamente "hay más control por parte de las autoridades". Sin embargo, siempre están las "cuatro discusiones con cuatro majaras, como en todos lados", lamenta.
35 años son muchos al frente del negocio, la experiencia le sale por los poros. Todavía recuerda cómo era la calle Larios en estas fechas hace décadas, con gente bailando en cada esquina y actuaciones por todas partes. "Antes era más familiar, ahora está más enfocada hacia el turismo", señala.
Aunque a veces echa de menos lo que un día fue el Centro de Málaga la semana de feria, reconoce que, aunque duela, toca "amoldarse a los cambios". "Pero yo me sigo quedando con la Feria del Centro a la del Real para vender", dice.
No es que no le guste el Cortijo de Torres, al revés, sino que su producto allí "no funciona". Vende, principalmente, complementos de flamenca: flores, pendientes, abanicos. Y su comprador por excelencia es el turista. Come y vive de ellos, y el Centro de Málaga suele ser un escenario donde abundan.
Un hombre comprando en el puesto de Paco en calle Larios durante la Feria de Málaga.
Paco cree que la Feria del Centro y la del Real no han nacido para ser enemigas, sino para compaginarse y darse la mano. Una idea que no comparte todo el mundo para su desgracia. "Por parte de políticos y de agrupaciones de peñas la quieren quitar", considera. Según él, olvidan que "aquí hay muchas familias que comen también en esta época".
La feria es una de sus fuentes principales de ingresos para él y su familia. Aunque, a decir verdad, su puesto se mueve por toda la provincia de Málaga los 365 días del año. "Hago otras ferias y después en el Paseo del Parque, en la campaña de Navidad, monto una caseta con artículos navideños", relata.
Teme a la jubilación. Siendo autónomo, me van a dar "una miseria". "Esto es como un callejón sin salida", dice. Hasta que el cuerpo aguante, su puesto seguirá en pie. Y cuando falte, le encantaría ver a sus hijos vendiendo alegría y color en la Feria de Málaga recordando su legado.
