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Cada Martes Santo, Málaga se transforma. Una marea de nazarenos blancos recorre sus calles cuando aparece la figura más esperada: María Santísima del Rocío Coronada. Su aspecto inmaculado y su presencia serena le han valido, desde hace casi un siglo, un sobrenombre entrañable: la Novia de Málaga.

Para comprender el origen de esta devoción, hay que remontarse a las primeras décadas del siglo XX. En 1928, la Hermandad recibió una imagen de la Virgen Dolorosa que fue bendecida bajo la advocación de María Santísima del Rocío. Sin embargo, discrepancias internas hicieron que esta imagen fuese retirada poco después.

Ante esta pérdida, la cofradía confió en el escultor valenciano Pío Mollar Franch para tallar una nueva figura. Esta fue bendecida en marzo de 1931 y, durante aquel Martes Santo, la Virgen salió por primera vez en procesión, acompañando a Jesús de los Pasos.

Su atuendo completamente blanco, su aura de estrellas, su expresión humilde y su cabello suelto cautivaron de inmediato a los malagueños, que no tardaron en llamarla cariñosamente la Novia de Málaga, un apelativo que ha perdurado con el tiempo y se ha transmitido de generación en generación.

Ese mismo año, la iglesia de San Lázaro fue incendiada y la Hermandad perdió sus imágenes y patrimonio. De nuevo, Mollar Franch fue el encargado de esculpir una nueva imagen mariana, que se conservó de forma privada hasta que, el 10 de abril de 1938, fue bendecida en una emotiva ceremonia. Años más tarde, en 1940, también se encargó una nueva talla de Jesús de los Pasos.

Actualmente, la virgen del Rocío no solo es símbolo de fe, sino también de identidad para Málaga. Su presencia cada Semana Santa sigue emocionando a miles de personas. En reconocimiento a su importancia espiritual y cultural, fue coronada canónicamente el 12 de septiembre de 2015, y al año siguiente, el Ayuntamiento de la capital le otorgó a la cofradía la Medalla de la Ciudad.