Esta semana, el escritor italiano Roberto Saviano rompió a llorar en una sala de la Corte de Apelación de Roma, abrazado a su abogado, Antonio Nobile, tras escuchar un veredicto largamente esperado: después de 17 años, el capo Francesco Bidognetti, del clan Casalesi de la Camorra, y su letrado, Michele Santonastaso, fueron finalmente condenados por amenazar de muerte al propio Saviano y a la periodista Rosaria Capacchione, del diario Il Mattino di Napoli. Se dice pronto 17 años, los hechos que se han juzgado ahora ocurrieron el 13 de marzo de 2008 cuando aún quedaban meses para que España levantase su segunda Eurocopa.
La condena para el mafioso fue de un año y medio de cárcel y para su abogado de un año y dos meses, una pena simbólica pero una gran victoria para la lucha antimafia. El Estado italiano se sostiene con estas pequeñas conquistas.
El capo del Clan Casalesi Francesco Bidognetti sentenció de muerte a dos personas por informar sobre sus crímenes, lo hizo por boca de su abogado en una Sala del Tribunal de Apelación de Nápoles durante el caso “Spartacus”.
Una investigación que finalizó en el Supremo italiano con condenas de cadena perpetua para los máximos capos del Clan Casalesi: Francesco Schiavone conocido como Sandokan, Francesco Bidognetti, Antonio Iovine, Michele Zagaria.
En ese proceso judicial se llegaron a investigar a más de 1.300 personas, y tanto Saviano como Capacchione se convirtieron en objetivo de esa organización porque informaron sobre el poder que llegaron a tener.
El Clan los culpó de su destino, como si el escritor y la periodista los hubiesen obligado a participar en una de las organizaciones criminales más importantes de Europa. Esos 4 capos forjaron un imperio económico con el narcotráfico, la extorsión, la gestión de residuos, la usura y una lista interminable de delitos.
¿Merece la pena?
Las imágenes difundidas esta semana mostraban a un Saviano profundamente abatido, agotado, reflejo de una tensión sostenida durante casi dos décadas. Su fragilidad ya se intuía en las publicaciones que ha compartido en los últimos años. Porque la mafia italiana no siempre actúa con la rapidez de una bala: a veces lo hace con la lentitud meticulosa de una gota malaya.
Con Saviano y Capacchione, eligieron esta última vía. Ambos han investigado a fondo al clan Casalesi, originario de Casal di Principe, en la provincia de Caserta. Desde los años 80, este clan forjó una estructura criminal que se infiltró primero en la economía legal de Nápoles, luego en toda Italia, y finalmente en Europa.
Hoy, tanto Saviano como Capacchione viven bajo protección las 24 horas del día, los 365 días del año: él, desde que publicó “Gomorra” en 2006; ella, desde aquel 13 de marzo de 2008, por sus artículos en Il Mattino.
Saviano declaró tras el fallo judicial que le han robado la vida, en cambio Capacchione, más fría, dijo "la pregunta es, ¿a quién le importa todo esto? Solo a unas pocas personas; ya nadie lee".
La Camorra los ha alejado de cualquier vida social normal, y ya en muchas ocasiones han declarado si ha merecido la pena porque, dicen, que poco ha cambiado en la criminalidad organizada italiana. Pero lo cierto es que hay una tendencia positiva, hay más asociaciones antimafia y se está tejiendo una red social de protección en muchas localidades italianas para ganar la partida a los clanes mafiosos.
Los Casalesi en España
A las mafias italianas desde España suelen percibirse como lejanas, pero ya en el año 1984 el Clan Casalesi logró maniobrar para que dos jueces beneficiaran al capo Antonio Bardellino que quedó en libertad bajo fianza por el pago de 5 millones de pesetas. Fue un escándalo, tras abonar la fianza Bardellino se piró de España para no volver nunca jamás.
En ese momento era uno de los criminales más importantes de esa época en Italia y afectó a las relaciones diplomáticas entre España e Italia. Fue lo que llaman ahora un “error judicial”, el juez Ricardo Varón Cobo de la Audiencia Nacional impuso esa fianza ridícula porque el Magistrado Jaime Rodríguez Hermida de la Sala Tercera del Tribunal Supremo le convenció.
La novia de un lugarteniente de Antonio Bardellino declaró en esos días que la Camorra pagó 10 millones de pesetas en efectivo para que los dos jueces se lo repartieran. Al final, sólo Hermida acabó expulsado de la carrera judicial pero sin pisar la cárcel.
Cosas de interpretar las leyes a su manera, quedaron en entredicho el Consejo General del Poder Judicial que readmitió a Varón Cobos y también el Tribunal Supremo porque libró de los delitos evidentes que habían cometido sus compañeros.
La expansión de la Camorra
Tanto Saviano como Capacchione han contribuido decisivamente a que la Camorra deje de ser un mito y se entienda como lo que es: una estructura criminal de poder real, moderna y transnacional. Basta con observar la situación en la Costa del Sol, donde desde los años 80 se han asentado clanes camorristas como los Amato-Pagano, Formicola, Vanella-Grassi, Mariano, Polverino, Elia, Licciardi, Mallardo, Giuliano, Nuvoletta, Russo, Di Lauro y Mazzarella.
Son solo una fracción de los cientos de clanes procedentes de Campania que han operado –y operan– en Málaga, Marbella, Mijas o Fuengirola, con miembros residentes de forma permanente. Su presencia está vinculada a actividades como el tráfico de drogas, el blanqueo de capitales y la inversión en negocios legales como inmobiliarias, hostelería o constructoras.
No generan ya alarma social. Aprendieron, tras errores pasados, a mantener un perfil bajo. Un caso que dejó huella fue el del 30 de mayo de 1993, cuando un sicario ejecutó a tiros en una pizzería de la urbanización Calypso de Mijas a los camorristas Angelo Russo y Giovanni Melle.
Una historia que recuerda al doble asesinato de Ross Monaghan y Eddie Lyons Jr., ocurrido el pasado 31 de mayo en un pub de Fuengirola. El crimen organizado es un bucle en el que cambian las cartas, antes fue la Camorra ahora la Mafia escocesa pero la estructura permanece.