Carmen (26) llevaba dos semanas trabajando como enfermera en Dublín (Irlanda), cuando el COVID-19 estalló en España. Después de estar cinco años encadenando cientos de contratos temporales y precarios en Madrid, se decidió por marcharse al extranjero y formarse en un hospital irlandés. Su estancia, sin embargo, duró poco. La situación de emergencia le hizo pensar que tal vez era más útil en la capital española, puesto que conocía el sistema sanitario, y de ese modo también estaría más cerca de su familia. 

Si su contrato era malo cuando se marchó, el que aceptó para trabajar en Urgencias, en el Hospital Universitario La Paz, en plena pandemia, era veinte veces peor. Da igual, pensó. Debo hacerlo. Entonces era marzo. Y todavía faltaba por venir lo peor. Colapso en las urgencias, en las UCIs, falta de EPIs, reutilización de material, riesgo de contagio, y cada día más y mas muertes. Agotamiento físico y psicológico. Frente a esto, esta joven madrileña resistió (sin saber todavía cómo) y siguió trabajando, doblando turnos o haciendo simplemente lo que hiciese falta para seguir salvando vidas

Un mes y medio después. 20 de abril. La Comunidad de Madrid, epicentro de la lucha contra el coronavirus, da las gracias (o aplaude) a los sanitarios y anuncia que no renovará el contrato a las miles de enfermeras y enfermeros, en concreto más 3.500 profesionales, que han trabajado en la crisis del COVID-19. Este despido, no obstante, no solo afecta a este sector sanitario, sino que es extensivo a todos los profesionales (médicos, enfermeros, auxiliares, celadores) que han sido contratados en centros públicos de Madrid a razón de la crisis. En total, según fuentes sindicales, los afectados serían 10.000. 

Carmen, la enfermera madrileña que trabaja en la UCI del Hospital La Paz.

De ser héroes a ser completamente innecesarios. O, al menos, eso es lo cree el Ejecutivo madrileño. Lo más insólito, si cabe, es que pese a que muchos sanitarios ya esperaban su despido, les ha pillado por sorpresa que aunque su contrato finalizase dentro de un mes, en realidad, pudiesen ser despedidos hoy mismo. Y es que en la letra pequeña de muchos contratos, según ha podido saber EL ESPAÑOL, el hospital le decía al empleado que en el momento en que no hiciese falta su trabajo, con anterioridad a la fecha final establecida, podía ser cesado de su actividad. 

Duración del nombramiento y causa de resdición. No obstante, este nombramiento finalizará con anterioridad a la fecha indicada siempre que desaparezca la necesidad de Recursos Humanos de naturaleza temporal, coyuntural o extraordinaria, como consecuencia del incremento de los efectivos existentes a la fecha de la firma del presenten nombramiento en la categoría objeto del mismo. (Pueden ver esta parte del contrato de un enfermero en la imagen que ilustra este reportaje). 

"Nos tratan como al ganado"

Esta letra pequeña ha afectado solo a los que, con suerte, han tenido contratos de uno, dos o tres meses. A otros sanitarios en cambio se le ha hecho contratos de 15 en 15 días. De este modo, si se contagiaban de coronavirus, no se les pagaba la baja laboral. En otras comunidades, por ejemplo, los contratos se han hecho hasta el 30 de junio, según ha denunciado el sindicato de enfermería, Satse

"Nos tratan como a ganado", denuncia Carmen, en una entrevista con este periódico. "Siempre nos han tratado así, en periodos de verano y navidad, te contratan y te despiden, pero en una situación cómo la que hemos vivido, poniendo en riesgo nuestra salud, el enfado es mayor. El sistema sanitario ha estado colapsado, y lo hemos visto cuando se han necesitado incluso hoteles medicalizados. Y todo es fruto de los recortes que hemos sufrido en Sanidad. Aún así, parece que les interesa que todo siga igual", crítica.  

Esta enfermera es una de las que podrían ser despedidas mañana mismo, según la letra pequeña de su contrato. "A mi me termina el 31 de mayo, pero yo creo que me van a despedir antes...", señala esta profesional. Renunciar a una vida y una carrera en el extranjero, condiciones precarias, inseguridad, agotamiento. Nada parece que haya sido suficiente. A partir de junio, si no es antes, esta madrileña será una más en la ya engrosada lista del paro. 

"No somos héroes"

Beatriz trabaja en la UCI del Hospital Ramón y Cajal, en Madrid.

Beatriz (42) también empezó a trabajar en el Hospital La Paz en Marzo. Con un contrato temporal, sustituye todavía a una enfermera con plaza que se contagió de COVID-19. El anuncio de la Comunidad de Madrid, "desgraciamente", dice, no le ha sorprendido. "Hemos vivido una situación que jamás pensé como enfermera que viviría. Me escuece, me fastidia, no lo puedo evitar. Miles de sanitarios han apostado su integridad física y emocional. Agradecemos los aplausos, pero no somos héroes ni víctimas, hacemos nuestro trabajo de manera responsable y se debería responder de la misma forma", denuncia. 

Casi seis semanas después de que comenzase el estado de alarma, esta sanitaria también critica que todavía no les han hecho ningún test de COVID-19 en el hospital. "Solo se lo han hecho a los que tenían síntomas. ¿Y si soy asintomática? Yo no veo a mi familia, vivo sola para protegerlos. Me encantaría estar cerca de ellos. La gente no sabe ni la mitad de la mitad de lo que está pasando en los hospitales". 

60 horas semanales

De un día para otro, Bea (23) pasó de trabajar 37,5 horas semanales a 60. Y sigue haciéndolo. Tiene dos contratos temporales. Uno de sustitución en la UCI pediátrica en el Hospital Niño Jesús y otro en la UCI del Hospital Universitario Ramón y Cajal. 

Desde que comenzó la situación de emergencia, esta joven tenía claro que quería ayudar. "Cuando mi abuela ingresó por coronavirus en el Ramón y Cajal fue la gota que colmó el vaso. Llamé a Recursos Humanos y pregunté por la bolsa de UCI y me dijeron que fuese esa misma tarde a firmar el contrato", relata. 

A Bea, entonces, le sorprendió que tuviese un contrato de tres meses, teniendo en cuenta lo que tenían que firmar otras compañeras en otros centros públicos. Luego entendió que en su contrato, al igual que el de Leticia, se indicaba que le podían rescindir el contrato en cualquier momento. Así que dentro de uno, dos, tres días o una semana, se quedará sin trabajo en el hospital, y en un tiempo, en el otro centro en el que trabaja desde que terminó la carrera. 

"Todo esto es una consecuencia de los recortes que han hecho progresivamente muchos gobiernos. Un año quitan dos camas de una UCI, al año siguiente, otras dos, piensan que si se hace poco a poco no se nota, y ahora han venido los problemas. Está claro que se puede prescindir de muchos funcionarios públicos que no sean de Sanidad, espero que la gente se de cuenta de la situación y nos apoye", concluye esta profesional.  

Carta anónima 

Una enfermera intenta consolar a otra. Paolo Miranda AFP

En una carta anónima, a la que ha tenido acceso este diario, una enfermera de la UCI pediátrica del Hospital Gregorio Marañón, en Madrid, también ha querido mostrar su apoyo a aquellos compañeros temporales que,  aún a pesar de sus precarias condiciones laborales, se han dejado literalmente la piel en salvar la vida de cientos de ciudadanos en una UCI de 19 camas para pacientes de COVID-19, ubicada en una biblioteca

"Desde que comenzó el trabajo, solo hemos experimentado dificultades, primero debido a la falta de material y medicamentos, ya que al estar en una biblioteca no disponíamos de todo lo necesario. Segundo, el personal tanto de enfermería, técnicos de cuidados auxiliares de enfermería y sanitarios, no era personal de experiencia en cuidados intensivos, aumentando las dificultades que conlleva iniciar una unidad desde cero", relata esta profesional. 

A pesar de ello, continua, nos hemos convertido en un "equipo increíble, donde cada enfermero y auxiliar de enfermería trata de dar lo mejor de sí mismo, donde el sanitario se recorre el hospital, sin descanso, en busca de material". 

Un grupo de trabajadores que, pese a que los datos de contagios hayan bajado, sigue siendo necesario, aunque la Comunidad de Madrid diga lo contrario. "Nada me gustaría más que pensar que esta presión epidemiológica ha bajado y que ya no es necesaria la renovación del contrato de miles de mis compañeras o incluso de estudiantes de último año de enfermería, que se han puesto a la disposición de la población, para ayudar debido a la falta de personal en la que nos hemos visto envueltos (...). Es cierto que ha bajado, pero yo aún no lo he notado porque tengo que decidir entre dos pacientes qué alarma es más importante y qué paciente tengo que priorizar, por falta de personal".

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