El debate sobre las revisiones estadísticas llevadas a cabo por el Instituto Nacional de Estadística (INE) ha alcanzado una intensidad inédita y nunca vista en la historia de esa institución.
Desde el Gobierno y su tribu de acólitos, las críticas al INE se atribuyen a la mala fe o a la inquina política de quienes las realizan.
La propia agencia estadística ha emitido enérgicos comunicados para defender sus procedimientos y desacreditar a los economistas críticos con nombres y apellidos; comportamiento impropio de un organismo cuya función es ofrecer datos fiables. No practicar el macartismo estadístico.
Ante esta situación, la pregunta pertinente es porqué sucede eso ahora. El INE nunca había recibido una avalancha de críticas como en la actualidad ni se había puesto en entredicho su fiabilidad.
La respuesta a esos interrogantes es muy sencilla.
Las críticas al INE se atribuyen a la mala fe o a la inquina política de quienes las realizan.
Si bien las revisiones son una práctica esencial de cualquier agencia estadística para incorporar datos definitivos y mejorar su precisión, la magnitud, el sesgo persistente al alza y la inusual frecuencia de las realizadas en España genera serias y legítimas dudas sobre la calidad de las estimaciones iniciales y la independencia del organismo que las realiza.
De entrada es preciso insistir en la sistemática desproporción de las correcciones llevadas a cabo por el INE en los últimos años.
Normalmente, las revisiones rutinarias se mueven en décimas; sin embargo, en España, se ha observado una diferencia muy sustancial entre los datos avanzados y los definitivos.
Este patrón de revisión sistemática plantea un dilema para la credibilidad estadística.
Por un lado, sugiere que los métodos utilizados para los datos provisionales eran sistemáticamente defectuosos.
Por otro, alimenta la sospecha de que los datos revisados se ajustan a narrativas e intereses políticos específicos, dado que otros países de la Unión Europea no han revisado su pasado estadístico con la misma constancia, magnitud y unidireccionalidad desde 2021.
El INE ha intentado respaldar su actuación con el argumento según el cual sus revisiones se basan en la incorporación de nueva información y en los cambios metodológicos introducidos.
Sin negar de plano esa explicación, un economista escéptico podría argüir que esa entidad practica la denominada “ingeniería retrospectiva".
Esta hipótesis se deriva de la observación de patrones estadísticos atípicos, persistentes y asimétricos en las revisiones de los datos macroeconómicos clave, en especial, en el período post-pandemia.
Ello plantea dudas sobre si la metodología del INE está está orientada a ofrecer una visión real de la economía española o a favorecer-respaldar el discurso económico gubernamental.
Lo apuntado se refuerza si se tiene en cuenta la unidireccionalidad y la magnitud poco habitual de las correcciones.
Las estimaciones iniciales de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) para 2021, 2022, 2023, 2024 se han revisado constantemente y de forma significativa al alza, a menudo, por no decir casi siempre, superando las expectativas de los analistas.
Cuanto menos, esto sugiere un sesgo estructural a la baja en los modelos preliminares, que, siendo generosos, el INE no ha corregido con la suficiente diligencia.
Por otra parte, las revisiones tienden de manera permanente a suavizar las variables macroeconómicas, que podrían calificarse de problemáticas.
Así, por ejemplo, la metodología de revisión del Deflactor del PIB minimiza su impacto para que un mayor porcentaje del crecimiento nominal se traduzca en crecimiento real (volumen), favoreciendo la tesis de la desinflación.
Por su parte, la actualización de las cifras de población y de ocupación (a menudo ligadas a la inmigración) revisa la tasa de paro a la baja de forma retrospectiva, alineando los datos con la proclama gubernamental según la cual España experimenta un milagro en materia de empleo.
Las revisiones tienden de manera permanente a suavizar las variables macroeconómicas, que podrían calificarse de problemáticas.
Esta pauta de comportamiento genera el riesgo de lo que se denomina "Tezanización", en este caso, de la estadística.
Hoy como ayer la independencia profesional y la imparcialidad del INE deberían ser pilares inquebrantables.
Sin embargo, se ven comprometidos al no corregir los sesgos estructurales de las estimaciones iniciales y al emplear métodos que de manera sistemática favorecen el relato la gubernamental de fuerte crecimiento y de menores desequilibrios.
El INE no incurre en errores puntuales, sino en un sesgo sistemático.
La repetición constante de esta asimetría convierte la estadística inicial en un dato efímero y la revisión final puede ser interpretada como una proyección política, más que en una corrección técnica.
Los datos del PIB y de otras variables clave son la base para la toma de decisiones de inversión, de la política fiscal (cálculo de la deuda pública y el déficit como porcentaje del PIB) y de la planificación empresarial.
Una revisión masiva y constante del pasado estadístico dificulta la evaluación en tiempo real de la situación económica y puede llevar a decisiones subóptimas.
Es crucial que el INE cumpla con las recomendaciones de organismos externos, como la Revisión por Pares (Peer Review) europea, que aconsejan introducir auditorías de calidad sistemáticas con expertos externos y ampliar la coordinación de la actividad metodológica interna.
La política de revisión debe ser una herramienta para mejorar los procesos y evitar sesgos sistemáticos, no para generar desconfianza ni para destruir la credibilidad de la agencia estadística española. .