¿Senior yo? ¡Eso lo será su padre! Lo dice una persona que cumplirá los 80 tacos el año que viene y está en situación de “jubilación activa”. Ha renunciado al 50% de su pensión para poder trabajar ¿por qué? 

Por varias razones. a) porque se encuentra en plenitud de facultades intelectuales; b) porque quiere aportar su valor a la sociedad; c) porque está seguro de que lo sabrá hacer bien; d) porque a nadie le viene mal tener ingresos económicos, incluso aunque las pensiones sean altas; e) …

Dicen los japoneses que la felicidad está en función de, al menos, cuatro factores: hacer lo que te gusta; hacer lo que sabes; hacer lo que es útil para otros; conseguir tener ingresos por ello. Lo llaman IKIGAI. En resumen: lo que amas (tu pasión); lo que te importa (tu misión); Lo que el mundo necesita (tu vocación); aquello por lo que te pueden pagar (tu profesión).

Pues al directivo español muchas veces se le está denegando “la felicidad” víctima del edadismo: la discriminación por edad.

Se nota en la palabra “maldita”: prejubilaciones. Es verdad que ha habido mucho tiempo en que era más bien una palabra “bendita” porque en algunas grandes empresas eran generosas y el Estado las apoyaba. Pero ya no es así. Ahora, sólo en raros casos la prejubilación compensa económicamente si se hacen bien los números. Pero, además, supone una ruptura con la trayectoria profesional de las personas. Algo así como “usted ha pasado a ser “envase no recuperable para esta empresa”. Simplemente porque ha cumplido la edad.

Pues al directivo español muchas veces se le está denegando “la felicidad” víctima del edadismo

Esta semana el Tribunal Supremo ha declarado nulo, no improcedente, sino nulo, un despido de un ingeniero de 57 años en cuyo puesto se colocó otro, pero más joven. La declaración de nulidad supone la obligatoriedad por parte de la empresa de readmitirle y pagarle los salarios devengados desde el despido hasta la readmisión (unos cuatro años que fueron los que tardó la sentencia). 

No obstante, si la empresa hubiera amortizado realmente la plaza (no sólo simularlo) lo habría podido despedir por razones objetivas, reduciendo la indemnización. Hubiera sido un fraude moral, incluso un fraude de ley, pero como dice un jurista amigo mío: no hay nada que un abogado avispado no pueda disfrazar de legal (lo veremos en el Tribunal Constitucional con la amnistía que prepara Sánchez). 

¿Y cuándo se considera “senior” un directivo”? 

Las encuestas consultadas indican que los propios directivos creen que se les etiqueta como tales a partir de los 50 años. 

Por esa razón, en mis clases con directivos acuño esta frase: en muchas empresas grandes españolas, a partir de los cincuenta: “o eres de los que despiden o eres despedido”. Así que directivo español senior, cuando te vayas acercando a esa edad: tienes que ver si estás lo suficientemente arriba para ser de los primeros, o prepárate para iniciar otra carrera profesional si eres de los segundos.

Esa discriminación por edad es una pérdida de talento importante. Muchos se encuentran con la salud, el empuje, las ideas y conocimientos y la sociedad no puede, no debe, ignorarlos. 

Esa discriminación por edad es una pérdida de talento importante

La pirámide de población española empieza a estar invertida. Hay menos jóvenes que mayores ¿quién va ocupar los puestos de trabajo necesarios?

Aquí puede haber mitos sobre la imposibilidad de que los “seniors” puedan adaptarse a las nuevas circunstancias, tecnologías y trabajos. No es verdad. Los jóvenes van a tener los mismos problemas con unas tecnologías que evolucionan a la velocidad del rayo.  

Otro mito es que los 67 años (la edad legal de jubilación en breve) es el tope de vida profesional ¿Por qué? ¿Por decisión de unos legisladores que creen que hacen un favor a quienes podrían estar aportando mucho a la sociedad? Es verdad que las personas, en su inmensa mayoría dejan de trabajar por imperativo legal a partir de que cobren su pensión. Pero si les dejaran muchas trabajarían en buena medida.

Las empresas deben pensarse si siguen con su “edadismo”. Si lo siguen haciendo, también es posible que los legisladores, lo mismo que piden cuotas de mujeres, acaben pidiendo cuotas de mayores ¡Sino al tiempo!

 

** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.