¿Por qué la recesión más anunciada de la historia está siendo la más lenta en hacer su aparición?

¿Por qué Europa, que es la zona del mundo más preocupada por el aumento de la temperatura del planeta y por el cambio climático, y, por consiguiente, es la que toma más y más caras medidas para combatirlos, es precisamente la que se está calentando más rápidamente?

¿Por qué la deducción por vivienda habitual es buena en unas ocasiones, pero en otras no? ¿Por qué se quema más carbón ahora y se seguirá quemando más en el futuro, a pesar de que el mundo parecía comprometido al objetivo de las emisiones netas cero de CO2 para el año 2050 (China en 2060)?

¿Por qué hay en construcción en Asia 200 nuevas centrales de carbón que estarán quemándolo durante los próximos 30 años, mientras la Conferencia COP27 de la ONU quiere prohibirlas?

Porque la vida es más lenta que la historia. El recuerdo nos hace pensar que las otras recesiones llegaron más rápidamente, sobre todo porque la anterior recesión, la de 2020, al ser provocada por decreto, se puede decir que fue instantánea. Eso no hay quien lo iguale…

¿Por qué la recesión más anunciada de la historia está siendo la más lenta en hacer su aparición?

Pero las cosas no siempre han sido así. De hecho, el lapso transcurrido entre los primeros síntomas de recesión y la propia recesión en carne viva varía enormemente. Basten dos ejemplos de recesiones comparables por una u otra razón a la que viene: en una de ellas, la de 1974, pasaron 11 meses entre el inicio de las caídas fuertes de bolsa y la llegada de la reducción del PIB.

En 2007, la recesión se inició solo un mes después de que las caídas de bolsa se iniciaran y, para colmo, no fue reconocida hasta un año después, tras el pánico provocado por la caída de Lehman Brothers.

En el caso actual, la recesión se anunció con mucha antelación y en esta columna incluso con más. El argumento era muy sencillo: cuando suben los tipos de interés de manera drástica, las bolsas caen y las economías entran en recesión. Y la Reserva Federal de Estados Unidos dejó claro desde principios de año que su política monetaria para 2022 iba a ser muy dura.

A partir de ahí la pregunta ya no era si habría recesión o no, sino cuándo llegaría. Y había motivos para pensar que la llegada se dilataría un poco por la falsa sensación de prosperidad en que se movía el mundo más desarrollado.

Así, en Estados Unidos, si la recesión se retrasa es probablemente gracias a los 3,3 billones (trillion) de dólares de ahorro extra acumulado durante la etapa de aumento del gasto específico para combatir la pandemia, ahorro del que ya se han gastado 0,7 billones.

La Reserva Federal de Estados Unidos dejó claro desde principios de año que su política monetaria para 2022 iba a ser muy dura

¿Cuánto tiempo puede aguantar el consumidor estadounidense esa situación, frente a la subida de la inflación y de los tipos de interés? Por ahora, el consumo de los Estados Unidos no se ha desplomado.

Ni siquiera lo ha hecho la confianza de los consumidores, que está en 102,5, lejos del terreno recesivo. Quien ya ha agotado su ahorro está recurriendo al crédito-consumo, que crece con rapidez, y el empleo se mantiene gracias a la enorme liquidez inyectada en la economía, que permite sobrevivir a empresas zombis.

En España, el empleo supera en 578.800 personas el que había en diciembre de 2019, aunque el PIB no haya recuperado aún su nivel de aquella fecha.

Eso ha provocado que la productividad se haya desplomado (como en Estados Unidos y por razones muy parecidas), pero la productividad no es algo de lo que hable la gente en el metro: hay que reconocer que es mucho menos sexy que parlotear sobre la renovación del Consejo General del Poder Judicial, que eso sí que provoca arrebatos entre las masas.

Los 16 billones de dólares de gasto público (de un tipo u otro) global extra en un año y medio de pandemia han creado esa falsa sensación de prosperidad. En España, el hecho de que por la última recesión (la de 2020, la del 11% de caída del PIB) pasáramos, económicamente, sin rompernos ni mancharnos, gracias a la generosidad del Banco Central Europeo (BCE), ha podido crear la sensación de que “¡Dios proveerá!”.

Para colmo, la guerra de Putin y la inflación han contribuido no poco al hedonismo milenarista: hasta el líder de un sindicato de clase animaba antes de las vacaciones de verano a su particular versión del “¡comamos y bebamos que mañana moriremos!”.
Y menos mal que aún no se sabía que “el fin está cerca”, pues el estudio que asegura que Europa se está calentando a doble velocidad que el conjunto del planeta ha llegado hace cinco días.

Según ese informe de la World Meteorological Organization (agencia especializada de las Naciones Unidas) en colaboración con el Programa Copérnico, el Ártico se calienta más rápidamente (a triple velocidad que la media) sin que se sepa por qué, y también, sin que se pueda explicar por qué afecta (si es que es eso lo que la afecta) más a Europa que a otros de sus vecinos.

Si, con la imprevisión de los gobiernos y su salto energético en el vacío, se está quemando más carbón que nunca desde 2013, y si, a pesar de tanta autocontención, Europa se calienta a mayor velocidad que el resto, razonando linealmente, lo que cabe esperar no es agradable de imaginar.

En Asia se están construyendo 200 centrales eléctricas térmicas de carbón que tendrán una vida de 30 años

A eso hay que añadir que una información de Reuters de hace doce meses señalaba que en Asia se están construyendo 200 centrales eléctricas térmicas de carbón que tendrán una vida de 30 años.

Si es que la “planificación indicativa”, que inventaron los franceses y que el régimen de Franco imitó, parece que no funciona muy bien en el terreno de la reducción del consumo de combustibles fósiles: al mínimo resfriado de Rusia, China, Estados Unidos o India se le saltan las costuras por todos los lados.

Y por si fuera poco que la inflación nos haga evocar la década de 1972-1982, el debate político nos retrotrae a 1979 (año de crisis energética, también) cuando el gobierno de la UCD decidió poner en el BOE la deducción por compra de vivienda en el IRPF, algo que el gobierno de Zapatero liquidó en 2011, para ser resucitado por Mariano Rajoy inmediatamente después, y liquidado de nuevo por el propio gobierno de Rajoy algo más tarde.

Y ahí andan los respectivos partidarios arrojándose a las barbas quien lo liquidó mejor de los dos. Con lo bien que le vino a una economía española “tan falta” en 1979 esa manera de apoyar el crecimiento.

El futuro ya está aquí, como en la canción de Radio Futura, solo que no llega a la velocidad deseada para despejar la ansiedad que provoca la incertidumbre

La economía mundial no está para semejantes “empalagoseces” partidarias y se aplica a sí misma el dicho del Dante: "segui el tuo corso, e lascia dir les genti” ó “sigue tu camino y deja que la gente hable”.

Lo que viene a ser que solo se fija en su dinámica interna, que la está llevando a la aceleración de la caída de las bolsas que esperábamos; a que la caída del precio de los metales industriales y de las materias primas se haya detenido esperando a ver que hacían las bolsas, y a que la cotización del euro retome su bajada prevista, que intentaba revertir el viernes último.

El futuro ya está aquí, como en la canción de Radio Futura, solo que no llega a la velocidad deseada para despejar la ansiedad que provoca la incertidumbre. Y viene además cargado de sorpresas desagradables, por si hubiera pocas, del tipo de la del doble aumento de la temperatura en Europa. Estamos ya para otro decreto de emergencia climática. Pero, por favor, que no se lleve al BOE, que en 2020 trajo muy mal fario.