Cuando se estaba configurando el Consejo de Ministros, Sanidad era la ‘niña fea’ de los departamentos. Considerada vacía de poder real, los socialistas continuamente la ofrecían a Unidas Podemos y los morados la repudiaron en todo momento. Finalmente, el ministro de Sanidad ha sido un Salvador Illa que en un momento excepcional de la historia de España se ha convertido en una de las figuras más poderosas de nuestro país.

Así es después de que este domingo el Boletín Oficial del Estado publicara las condiciones del estado de alarma por la proliferación del coronavirus, por el que el ministro catalán adopta todas la políticas que no correspondan a Defensa, Interior y Transportes.

En su mano está el control del abastecimiento del mercado de productos farmacéuticos, sanitarios y de primera necesidad así como intervenir y ocupar transitoriamente industrias, fábricas, talleres, explotaciones o locales de cualquier naturaleza, incluidos los centros, servicios y establecimientos sanitarios de titularidad privada y aquellos que desarrollen su actividad en el sector farmacéutico.

Es decir, que Illa tendrá en su mano la capacidad de tomar las instalaciones de prácticamente cualquier industria o empresa del país, se entiende que por circunstancias con la pandemia que ya cuenta con casi 8.000 infectados y casi 300 muertos. De hecho, tal y como ha explicado el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, está capacitado para tomar el control, si fuera necesario, del sector eléctrico, así como se sobreentiende que la sanidad privada estará a su servicio.

Valía ante una situación difícil

Lo cierto es que Illa se ha convertido en el hombre fuerte del Gobierno por cuestiones de necesidad, aunque está claro que ha dado muestras de su valía. Si un miembro del Ejecutivo está saliendo fortalecido de la crisis ese es el miembro del Partido Socialista Catalán (PSC).

Ha sido el encargado de dar la cara ante la población y ante el mundo (en este tiempo ha concedido varias entrevistas a medios internacionales) en todo momento y capitanear anuncios y movimientos ante la opinión pública frente a una pandemia creciente, con la excepción de los últimos Consejos de Ministros.

Su imagen también ha salido reforzada gracias a su colaboración y coordinación con las autonomías, con las que siempre siempre ha sabido llegar a acuerdos para que una única voz hablara tras los consejos interterritoriales de Sanidad: la suya.

Es imposible no observar los paralelismos entre lo que está afrontando y cómo lo está haciendo Salvador Illa con la situación que le tocó manejar a Trinidad Jiménez cuando fue ministra de Sanidad: la extensión de la gripe A. Obviamente, el papel de Illa es mucho más complicado ante una situación mucho más grave pero el prestigio si logra gestionar esta crisis será también mucho mayor.

El repudio morado

Curiosamente, el ascenso de Sanidad como una cartera ‘todopoderosa’ donde peor debe sentar es en Unidas Podemos. Se trata de un departamento que podría haber sido suyo solo con chasquear los dedos.

De hecho, el PSOE y sus negociadores ofrecieron este ministerio por activa y por pasiva a los morados. Tanto en las negociaciones de julio como las exprés que se celebraron en los últimos meses del año pasado.

Sin embargo, los negociadores de Pablo Iglesias rechazaron e incluso despreciaron esta cartera por activa y por pasiva. Bajo su punto de vista, está vacía de competencias, puesto que su ejercicio está transferido a las comunidades autónomas, y también de presupuesto, puesto que Sanidad no tiene partidas finalistas.

Con todo, el coronavirus le ha dado la vuelta a la tortilla. El ministro de Sanidad, que podría haber sido morado, es a día de hoy el que más poderes aglutina de todo el Gabinete. Illa tiene una oportunidad de oro de pasar a la historia… si es que el Covid-19 permite que la pueda aprovechar.

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