Casi tres meses son los que ha durado la travesía del ERE de CaixaBank. Un Expediente de Regulación Temporal de Empleo que, finalmente, dejará en puerto, de manera voluntaria, a 6.452 empleados. El viaje no ha estado exento de galernas, vientos que han azotado la nave bancaria haciéndola ‘zozobrar’ por momentos.

Vientos como dos días de huelga que, según los sindicatos, fueron apoyados de manera masiva. O aquellos otros procedentes del Gobierno, que cuenta con un 16% de las acciones de la entidad. No entendían tanto despido (la propuesta inicial incluía 2.000 más de los que finalmente se han acordado), ni que Goirigolzarri triplicase el sueldo que percibía en Bankia.

José Ignacio Goirigolzarri, sin duda, ha estado pilotando la nave. Y, una vez más, ha superado la prueba. Una ventisca si se compara con el vendaval vivido en Bankia. De ahí que, en esta ocasión, no haya tenido que cambiarse de camisa y de traje por haber sudado ‘como un pollo’, como le sucedió en el pasado. Por aquel entonces, estaba en juego la supervivencia de la nave y, por tanto, de todos sus tripulantes.

Pulso firme

Manu Militari. Eso no lo ha querido ejecutar Goirigolzarri en CaixaBank. Aplicar el ERE de forma unilateral no estaba en su cuaderno de bitácora. Públicamente, así lo han comunicado desde la entidad financiera. Y no es porque le haya temblado la mano en el pasado. Siempre se ha caracterizado por tener el pulso firme.

Recapitulemos. Antes de pilotar la nave de CaixaBank, Goirigolzarri tuvo que manejar una flota compuesta por siete antiguas cajas de ahorro. A la sazón, Caja Madrid, Bancaja, Canarias, Ávila, Caixa d’Estalvis Laietana, Segovia y La Rioja. La única que podría asemejarse a un acorazado era Caja Madrid. El resto eran fragatas, corbetas… naves de menor tamaño y potencia de fuego, siguiendo el símil naval.

Ese fue el origen de los terribles sudores por los que pasó el ahora presidente de CaixaBank. Literalmente. Un 28 de noviembre de 2012 (de noviembre, no de diciembre), personalmente tuvo una reunión que quedó marcada en su memoria… y en su camisa. De hecho, y en un acto público, llegó a reconocer que fue “la más dura de mi vida”.

Junto a él, 300 directivos. ¿Sus órdenes? Hacerles llegar que, para que el navío siguiese a flote, había que reducir plantilla y cerrar oficinas. La idea inicial afectaba a 5.000 personas (al final fueron 4.500 las afectadas) y más de 1.000 oficinas. “Lo pasé muy mal. Al acabar me tuve que cambiar de traje por la enorme sudada que tenía encima”, confesó en dicho acto público.

José Ignacio Goirigolzarri y José Sevilla en su etapa en Bankia.

Que las glándulas sudoríparas no hayan hecho acto de presencia en esta ocasión se ha debido a diferentes factores. El principal, que ahora se ha encontrado con genuinos banqueros. Cuando atracó en Caja Madrid y el resto de entidades, quienes pilotaban las embarcaciones no lo eran. En sus galones prevalecía la palabra político frente a la de banquero.

En un sector donde todos se conocen, aquellos fueron para Goirigolzarri auténticos desconocidos. ¿De dónde habían salido? Una marinería política que había pilotado sin rumbo. Volviendo al símil del ave, como ‘pollo sin cabeza’. ¿Resultado? Sustituyó a unos 800 consejeros externos, por ejemplo.

Realismo y transparencia

El ‘almirante’ Goirigolzarri también cambió el consejo de administración. Necesitaba ‘vicealmirantes’ de su confianza, con experiencia, sabedores de lo que tenían que hacer. Banqueros, en una palabra. El caso más claro fue José Sevilla. Por si no hubiera suficiente trabajo que hacer, aparecieron las famosas tarjetas black. Y las preferentes. De nuevo tocaba remar para desencallar una nave que tenía todas las papeletas para irse a pique.

¿Una mina submarina más para dañar la línea de flotación? Las cuentas de 2011, elaboradas por Rodrigo Rato (su antecesor en el cargo) y reformuladas por él, no reflejaban la imagen fiel de la entidad. Así lo dijeron los peritos del Banco de España. ¿Sudores fríos? El juez los frenó al no citarle ni abrir un proceso contra su persona. Había esquivado el iceberg que podría haber hundido el Titanic financiero de Bankia, a la par que haber helado su trayectoria profesional.

Desde que cogió el timón de mando de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri se había autoimpuesto un lema: realismo y transparencia. Receta para levantar el ánimo a la tropa. “Sólo el ejemplo legitima el liderazgo”, fue, y es, uno de sus mantras.

Luego vino la fusión con BMN (Banco Mare Nostrum). Un ERE que afectó a 2.000 personas. ¿Casi tres meses el de CaixaBank? Aquel otro duró diez meses. Como curiosidad, fueron 1.999 personas las que salieron voluntariamente. Una no salió por su propio pie.

Acostumbrado a las ‘guerras’

Goirigolzarri ha conseguido que CaixaBank, a partir de ahora, navegue en aguas más tranquilas. Lo cual no quiere decir que en el horizonte no pueda haber borrascas. Ya le pasó en Bankia. Pero si hay una cosa que le define es que le gusta tender la mano. En eso se parece a Isidro Fainé.

El ‘alma mater’ que ha hecho posible que CaixaBank y Bankia sean un único cuerpo siempre ha sentido debilidad por el banquero de Neguri. Luchar contra una hidra de siete cabezas (las cajas de ahorro), y salir victorioso, no se hace ‘con la gorra’, sino a base de sudor, y muchas horas. Las agujas del reloj no son un enemigo contra el que luchar para ‘Goiri’.

Gonzalo Gortázar y José Ignacio Goirigolzarri.

Además, y en su etapa anterior en BBV y BBVA, ya vivió las sucesivas guerras de poder entabladas entre los diferentes clanes. De una salió perdedor. Francisco González acabó por ‘desterrarle’, a la par que hundía sus sueños de ser su sucesor al frente de la entidad.

Ahora, de nuevo, toca que todos remen en la misma dirección. Gonzalo Gortázar, el otro capitán de la nave, ha descartado que haya nuevos ERE: “Ni en 2025 ni en otro año”. Eso no significa que la ‘batalla’ que queda por delante no sea baladí: hay que integrar dos ejércitos. Y habrá que levantar de nuevo la moral de la tropa. La palabra despido suele hundirla. A su favor tiene el hecho de que él comenzó desde los cimientos, siendo bancario, para ir subiendo escalones, hasta llegar a ser banquero. Y experiencia. Mucha experiencia.

Una escalada sustentada en características que han subrayado quienes han trabajado con él: sobriedad, tenacidad, esfuerzo y trabajo. También Goirigolzarri ha sido muy escrupuloso en el cumplimiento normativo. Siempre ha sido un gestor al que le ha gustado delegar, repartir el juego. Un animal bancario, en pocas palabras. Ahora sólo tiene que atracar el portaaviones que preside en puerto seguro.

Noticias relacionadas

Contenido exclusivo para suscriptores
Descubre nuestra mejor oferta
Suscríbete a la explicación Cancela cuando quieras

O gestiona tu suscripción con Google

¿Qué incluye tu suscripción?

  • +Acceso limitado a todo el contenido
  • +Navega sin publicidad intrusiva
  • +La Primera del Domingo
  • +Newsletters informativas
  • +Revistas Spain media
  • +Zona Ñ
  • +La Edición
  • +Eventos
Más información