La evolución suele producirse a través de pequeños pasos a lo largo del tiempo, pero de vez en cuando, se produce un enorme e inexplicable salto. También en la tecnología. El 9 de diciembre de 1968, una presentación de 90 minutos transformó por completo la visión que el mundo tenía de los ordenadores. “La madre de todas las demos” es las pirámides de Keops, Kefrén y Micerino de la Informática. Hoy no podemos explicarnos cómo lograron completarla con los medios con los que entonces contaban.

Douglas Engelbart hizo la chaladura de inventar el ratón, los hiperenlaces, la videoconferencia, el trabajo colaborativo e interactivo con el ordenador, el copy & paste, el drag & drop, los interfaces gráficos basados en ventanas, los dispositivos de entrada basados en gestos, el procesador de textos y el primer control de versiones; y mostrarlo todo DE GOLPE ante una anonadada audiencia en una conferencia que fue en sí un milagro técnico y costó más de 1 millón de dólares.

Sin embargo, la intrahistoria detrás de la demo de Engelbart es tan interesante como lo que mostró en el escenario.

La madre de todas las demos. Hugo Tobio

En 1948 Engelbart consiguió completar sus estudios de Ingeniería Eléctrica, después de volver de la Segunda Guerra Mundial. Sus objetivos vitales no eran especialmente ambiciosos -casarse con su novia de toda la vida, conseguir un buen trabajo y disfrutar de una existencia confortable y sencilla- pero en 1951 tuvo una revelación, una epifanía. Calculó que a su carrera profesional le quedaban 5 millones de minutos de trabajo y llegó a la conclusión de que quería emplear ese tiempo en contribuir al progreso de la Humanidad, construyendo las herramientas necesarias para lograrlo.

No era un farol. Dejó su trabajo y volvió a estudiar. En 1953 consiguió el master en Ingeniería Eléctrica en Berkeley y en 1955 el doctorado. En 1957 consigue un puesto en el Stanford Research Institute (SRI) donde realiza diversas labores e invierte dos años en un nuevo campo de estudio: cómo potenciar el intelecto humano, desde el lenguaje hasta las estrategias organizativas. Finalmente,  en 1962 publica el ensayo “Augmenting Human Intellect: A Conceptual Framework”.

La propuesta de Engelbart llegó a Bob Taylor, director de la Agencia para Proyectos de Investigación Avanzada (ARPA en inglés). La misión de ARPA era financiar proyectos de investigación, por arriesgados o extraños que parecieran, para intentar que la Administración estadounidense no volviera a verse sorprendida y superada por los logros científicos de la Unión Soviética, como le pasó con el lanzamiento del Sputnik. A Taylor le encantó la idea de usar los ordenadores con una aproximación completamente distinta a la empleada hasta ese momento -aumentar la producción intelectual humana en vez de intentar sustituirla- y decidió financiar la visión de Engelbart, que monta un equipo de trabajo compuesto por estudiantes y jóvenes doctorados, con el que intentar convertirla en realidad.

A principios de 1968, Engelbart y Taylor hablaron sobre la posibilidad de hacer una demostración de todo lo que habían construido en la próxima Joint Computer Conference, que se celebraría a finales de año. El primero argumenta que hacerla costaría una fortuna. Tendrían que establecer una conexión entre San Francisco -donde se celebraría la conferencia- y Menlo Park, donde estaba el mainframe que ejecutaba el software del proyecto, a más de 45 kilómetros de distancia. El segundo, le anima a hacerla y le asegura que la financiación no será ningún problema, pero le pide que no escatime recursos y construya una infraestructura redundante para asegurarse de que todo funcione.

La madre de todas las demos

Para lograrlo, el equipo de Engelbart tuvo que conseguir un Eidophor con el que proyectar la salida de vídeo del ordenador, mezclada con la imagen en vivo de Doug y su equipo, en una pantalla de casi 7 metros de alto y cinco y medio de ancho. Para transmitir la imagen de vídeo entre el laboratorio y la sala de conferencias se usaron dos enlaces de microondas: dos transmisores en el techo del edificio del SRI, un repetidor en Woodside -en medio de las montañas- montado en un camión y dos receptores en el techo del Civic Auditorium.

Para transmitir los datos -las pulsaciones de teclas y los movimientos de ratón que hacía Engelbart en el escenario- hasta el SDS 940 en Menlo Park, tuvieron que construir 2 modems artesanales que operaban a 1.200 baudios -1,2 Kbits/segundo, alta velocidad en 1968 y hasta bastantes años después- que eran unidireccionales, así que, necesitaban uno para subir datos al servidor y otro para recibirlos. Toda esa infraestructura permitía que Douglas interactuara con el ordenador en vivo desde el escenario, usando una sencilla consola, en una época en la que estas máquinas pesaban toneladas y ejecutaban programas de forma desasistida. Los asistentes, sencillamente, no podían creer lo que estaban viendo.

ARPA acabó gastándose 175.000 dólares de la época -alrededor de 1,2 millones de hoy en dia, teniendo en cuenta la inflación- en la preparación de la demo, la pregunta es ¿por qué?

Por dos motivos principalmente. Primero, por poner en valor al grupo de Engelbart y sus logros. Antes de la demostración, una parte significativa de la comunidad informática pensaba que Douglas era "un chiflado". En una época en la que la mayoría de informáticos no entendían por qué un operador debía interactuar con máquinas destinadas a procesar información y devolver un resultado, la visión de Engelbart de crear ordenadores que no requirieran a sus usuarios saber lenguajes de programación, parecía una excentricidad.

Segundo, porque el zeitgeist del momento, la posición de la opinión pública respecto a la informática era bastante negativa. Los ordenadores eran vistos como máquinas inaccesibles, custodiadas en lo más profundo de grandes corporaciones, agencias gubernamentales y laboratorios universitarios y utilizadas por estos para estudiar y explotar a la población cuando no directamente aniquilarla, realizando complejos cálculos balísticos que calentaban la Guerra Fría. En ese contexto, cuando los ordenadores eran cualquier cosa menos personales, Engelbart proponía “si tuvieras en tu oficina un ordenador disponible para ti todo el día, reaccionando instantáneamente a cualquier tarea que hicieras con él ¿cuánto valor podrías obtener?”. El mayor logro de Doug no fue enseñarnos cómo podría ser el software o el hardware sino mostrarnos qué deberíamos hacer con él.

Durante la demo, se podía escuchar el vuelo de una mosca. Cuando esta acabó, la audiencia estalló en una atronadora ovación. Engelbart acababa de cambiar la Informática para siempre. Sin embargo, para Douglas la tecnología era sólo un medio para conseguir un fin: ayudar a la Humanidad a colaborar y progresar. Nuestra responsabilidad es preservar su legado.

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(Ilustración original cortesía del dibujolari Hugo Tobio)

 

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