Cristina G. Bolinches Javier G. Jorrín

Iba a provocar un roto el balance de grandes empresas y ya lo está haciendo. El grupo aceitero Deoleo ha reconocido que la reforma del Impuesto de Sociedades que puso en marcha Cristóbal Montoro en la recta final de 2016 le ha provocado un agujero en sus cuentas anuales. Hasta tal punto de asumir unas pérdidas de 179 millones de euros y reconocer un daño patrimonial que coloca a la empresa en causa de disolución. Asume así que necesita nuevos fondos de sus accionistas, encabezados por el fondo de capital riesgo CVC.

Los números rojos no son el único problema sobre la mesa de sus gestores. La compañía presidida por Rosalía Portela (ex consejera delegada de ONO) está inmersa en un proceso de reestructuración, que conlleva la venta de su planta de Antequera (Málaga) y el alquiler de la fábrica de Inveruno, en Milán. Pero la medida más traumática es un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que afectará, en principio, a 95 personas y que está negociando con los representantes de los trabajadores.

¿Por qué hace daño la reforma de Montoro?

La reforma del Impuesto de Sociedades aprobada en diciembre es un quebradero de cabeza para muchas compañías, como ya explicamos en este periódico. Uno de los objetivos principales de la reforma era limitar el uso de créditos fiscales por parte de las empresas que estaba provocando un gran agujero en la recaudación. Las pérdidas de los años de la crisis se convierten bases imponibles negativas que las compañías utilizan cuando tienen beneficios para reducir su tributación.

Las pérdidas de la crisis fueron tan abultadas que las compañías acumularon muchos créditos fiscales que utilizan para reducir su factura con Hacienda. Ante esta situación, el Gobierno decidió limitar el uso de estos créditos fiscales, de modo que las empresas tardarán muchos años en utilizarlos todos. Y eso es lo que hacía Deoleo, reducir su tributación en base a esas bases imponibles negativas.

Ahora las grandes empresas sólo pueden reducir su base imponible un 25% anual, mientras que las empresas con una cifra de negocio de entre 20 y 60 millones de euros, pueden hacerlo en un máximo del 50%. Como hay compañías que tienen bases negativas de miles de millones, tardarán mucho tiempo en compensarlas, por lo que los auditores están obligando a retirar de su balance todos los activos que vayan a tardar en usar más de 10 años por un criterio de prudencia contable.

Esto significa que tienen que reducir el valor de sus activos fiscales y, por lo tanto, este deterioro tiene que pasar por la cuenta de resultados de 2016. El resultado es que los beneficios disminuyen, o incluso incurren en pérdidas contables, como ha sido el caso de Deoleo.

¿Qué le pasa a Deoleo?

En el caso de Deoleo, el cambio impositivo le ha pillado de lleno. La dueña de Carbonell y Koipe ha perdido, en total, 179 millones de euros, según la información que remitió este martes a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Triplica así los números rojos de 2015, cuando perdió 61,3 millones de euros. Un año antes, también cerró en negativo, con 74 millones de euros. Pérdidas que tardará años en poder compensar con la nueva normativa.

Fábrica de Deoleo.

Deoleo multiplica pérdidas por dos motivos. Por un lado, ha que ha tenido que asumir un deterioro en el valor de sus activos por valor de 96,3 millones de euros. “La compañía ha tenido que adecuar el balance a la situación real”, argumenta la empresa. “Es la forma de asentar su futuro”. Y, por otro, siente el golpe del cambio fiscal. “El inesperado cambio en la normativa fiscal que se produjo en diciembre de 2016 ha tenido un impacto de 53,3 millones de euros”, asume.

Consecuencia de ambos: perder 179 millones de euros y entrar en causa de disolución, hasta que la aceitera reajuste su patrimonio. El modo de hacerlo lo decidirá su próxima junta de accionistas, que será la que apruebe llevar a cabo una ampliación de capital, la opción más probable, y el importe total.

El desgaste de CVC

Desvelar pérdidas ha tenido una consecuencia directa. Las acciones de la aceite se desplomaron este martes en bolsa en un 10%, hasta los 0,225 céntimos de euros por título. La compañía vale así en el parqué madrileño 259,8 millones de euros.

Como comparativa, su capitalización bursátil equivale a la tercera parte de sus ingresos, porque sus ventas superaron los 695 millones en 2016, un 15% menos que en 2015; y su deuda financiera es de 533 millones de euros. Mientras, el resultado bruto de explotación (Ebitda) se sitúa en 46 millones, ha crecido un 30% en el último año. Este es, precisamente, el dato que destaca la empresa para justificar que la situación no es tan mala como pintan las pérdidas y la situación patrimonial. “Esta situación es contable, no afecta a la caja. Es el momento de reorganizar la empresa y hacer las cosas bien”, señalan fuentes de la compañía.

El encargado de “hacerlo ahora bien” es CVC. La firma de inversión controla algo más del 50% del accionariado tras la oferta pública de adquisición (OPA) que lanzó hace dos años. Comparte accionariado con Caixabank (4,99%) y Kutxabank (4,8%). CVC se convirtió en accionista de referencia tras una OPA en la que la CNMV le obligó a subir el precio y tras años de problemas causados por su anterior equipo gestor, encabezado por su expresidente, Jesús Salazar.

El terremoto del grupo aceitero, la antigua Sos Cuétara, comenzó a principios de 2009, cuando se destapó que sus gestores habían provocado un agujero de más de 220 millones de euros. Se les acusó de blanqueo de capitales, estafa, delito societario y alzamiento de bienes. Provocaron una crisis empresarial, su desplome en bolsa y la venta de varios negocios. Pero, años antes, también fueron responsables de su crecimiento internacional porque bajo su presidencia la compañía compró Bertolli y se convirtió en el principal aceitera del mundo, colocando bajo control español la principal enseña transalpina.

Hoy Deoleo lucha otras batallas. “Tememos que se convierta en una comercializadora de aceite, sin peso industrial”, asegura Jorge Tomé, del sindicato CCOO. Una de las opciones que temen los sindicatos es que Deoleo vuelva a ponerse en venta, que se busque un nuevo accionista que “eche un capote” a CVC. La idea de un cambio de manos, dado que el fondo sólo lleva dos años controlando Deoleo, no parece la más factible pero en la historia reciente de la aceitera los cambios siempre son inesperados.

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