Jorge Albert.
La nueva inteligencia del siglo XXI: unir personas, datos y propósito
Vivimos un momento fascinante en la historia de la tecnología. Una etapa en la que la gente comienza a sentir la tecnología más cerca que nunca, algunas incluso se preguntan: “¿Va a reemplazarnos la inteligencia artificial en el trabajo?”.
Cada día surgen nuevas herramientas capaces de analizar miles de datos en segundos, anticipar comportamientos de mercado o, incluso, generar textos, imágenes o código con una precisión impensable hace apenas unos años. La IA ha dejado de ser una promesa para convertirse en una realidad que atraviesa todas las profesiones.
Cuando hablamos de inteligencia artificial, siempre se nos viene a la mente el chat que llegó a nuestras manos hace apenas dos años, como ChatGPT. Esa conversación que tiene respuesta siempre, que te acompaña, que te aconseja, que resuelve todas las dudas que tengas e, incluso, parece que tiene hasta personalidad. Esto es un tema que está empezando a estar en la boca de todos nosotros: para mí, por ejemplo, ChatGPT ofrece siempre una solución más profesional, creativa y capaz de adaptarse a cómo eres. Sin embargo, Grek (modelo que utiliza la IA de X) es algo más “gamberro”. Sin embargo, la IA lleva presente con nosotros mucho tiempo: desde TomTom, que nos hacía una predicción de la ruta más rápida, hasta un generador de imágenes.
El valor de la IA en el trabajo
Trabajo en el área de Business Intelligence y Sales Force Effectiveness en el Departamento Internacional de ROVI, una compañía farmacéutica con presencia global. Mi día a día gira en torno a los datos: recopilarlos, analizarlos y, sobre todo, transformarlos en decisiones. En este entorno, la inteligencia artificial se puede convertir en una aliada imprescindible.
Gracias a los modelos predictivos, las compañías pueden anticipar tendencias de mercado, optimizar procesos o detectar oportunidades antes de que sean visibles a simple vista. Estos modelos no solo aumentan la eficiencia, sino que también permiten dedicar más tiempo a la parte verdaderamente humana del trabajo: pensar estratégicamente, conectar ideas y entender el porqué detrás de cada resultado.
La IA es una herramienta que debe permitirnos evadirnos de lo repetitivo, pero no reemplazar el criterio, la creatividad ni la empatía. Nos libera de tareas mecánicas para que podamos centrarnos en lo que realmente aporta valor.
Por eso, cuando los alumnos piensan que nunca llegarán a trabajar porque “Todo lo hará la IA”, suelo responder siempre lo mismo: “La IA permitirá crear nuevos roles y formas de trabajar, siendo aquellos que hagan un buen uso de la misma los que les diferenciarán de los demás”.
Aprender a convivir con la tecnología
El mayor reto no está en la tecnología en sí, sino en nuestra capacidad para convivir con ella y entenderla. Saber programar o dominar herramientas de análisis de datos ya no es exclusivo de los ingenieros: es una habilidad transversal que puede aplicarse en cualquier ámbito.
Pero más allá de aprender a “desarrollar” IA, creo que lo esencial es aprender a pensar con ella. Entender qué nos dice un modelo, qué sesgos puede tener o qué decisiones debemos tomar a partir de sus resultados.
La inteligencia artificial no debe verse como una caja negra, sino como una herramienta con la que podemos colaborar.
Esa es precisamente la mentalidad que intento transmitir también fuera del entorno laboral, en mi faceta como profesor en el grupo Expert de las extraescolares Young Immuners, donde formamos a alumnos de todas las edades en el sector tecnológico y de desarrollo: desde programar en Python o crear páginas web, hasta desarrollar proyectos de automatización con IA.
Educar para el futuro, no para el presente
En Young Immuners trabajamos con una idea muy clara: los jóvenes deben aprender a entender la tecnología, no solo a usarla.
Les enseñamos a experimentar, a probar, a equivocarse y, sobre todo, a preguntarse por qué una máquina funciona de cierta manera. Les hablamos de ética, de creatividad y de la importancia de no perder el componente humano en un mundo cada vez más automatizado. Al final de curso, deberán juntarse con el resto de niveles y hacer grupos donde cada uno de ellos esté formado por un integrante de cada clase. De esta manera, compartirán y pondrán en práctica los conocimientos adquiridos durante todo el año y desarrollarán un trabajo final común siempre con un objetivo: un bien social.
Recuerdo a un alumno que, tras usar un modelo para clasificar imágenes para utilizarlas en el diseño de una página web que estaba desarrollando, me preguntó: “¿Y cómo sé si el modelo está siendo justo?”. Esa pregunta, sencilla y poderosa, resume por qué necesitamos formar a las nuevas generaciones en algo más que competencias técnicas: necesitamos formar su pensamiento crítico.
La IA está transformando la educación igual que transforma las empresas. Los estudiantes que hoy aprenden a manejar estas herramientas no solo estarán mejor preparados para el futuro laboral, sino que también tendrán una relación más sana con la tecnología: sin miedo, sin dependencia, pero con respeto y comprensión.
Del aula a la empresa: un mismo lenguaje
Cada vez veo más conexión entre el aula y la empresa. Los mismos principios que aplicamos en Young Immuners, curiosidad, aprendizaje continuo, colaboración y pensamiento crítico, son los que más valor tienen en el entorno laboral actual.
Las empresas no buscan solo expertos en herramientas, sino personas capaces de aprender rápido, adaptarse y entender cómo la tecnología puede mejorar su entorno.
Y esa mentalidad se entrena desde jóvenes. Enseñar a un niño a usar ChatGPT o a programar un pequeño algoritmo no es solo enseñar informática: es enseñarle a dialogar con la Inteligencia Artificial, a aprovecharla como fuente de conocimiento y creatividad.
Esa habilidad marcará la diferencia entre quienes usen la IA de forma pasiva y quienes la utilicen como una extensión de su propio pensamiento.
El liderazgo del futuro
El liderazgo del futuro no será de quienes sepan más, sino de quienes sepan aprender junto a las máquinas.
Serán líderes capaces de combinar datos con intuición, algoritmos con empatía y eficiencia con propósito. Y para formar a esos líderes, debemos empezar cuanto antes, integrando la tecnología en la educación con responsabilidad y entusiasmo.
La Inteligencia Artificial no tiene por qué alejarnos de lo humano. Al contrario, puede acercarnos a una versión más completa de nosotros mismos: más informada, más consciente y más creativa.
En un mundo que cambia a la velocidad de un algoritmo, nuestra mejor ventaja seguirá siendo lo que ninguna máquina puede replicar: la curiosidad, el pensamiento crítico y la capacidad de aprender cada día un poco más
*** Jorge Albert Mora es antiguo alumno del Programa en Ingeniería de Desarrollo de Software y Profesor del programa extraescolar Young Immuners en IMMUNE Technology Institute.