Rubén Criado, director del área de Nuevas Tecnologías y del centro de investigación de ARQUIMEA.

Rubén Criado, director del área de Nuevas Tecnologías y del centro de investigación de ARQUIMEA.

Opinión TRIBUNA

Veinte años que lo cambiaron todo (y aún estamos empezando)

Rubén Criado
Publicada

Algunos cambios llegan como un terremoto: sacuden todo, se sienten de inmediato. Otros, en cambio, avanzan en silencio, sin hacer ruido… hasta que un día miras alrededor y ya nada es como era.

La revolución tecnológica que hemos vivido en las últimas dos décadas pertenece a este segundo tipo. No hubo un momento concreto, ni una señal clara de "ahora empieza el futuro".

Pero empezó. Y lo transformó todo: la forma en que trabajamos, nos comunicamos, aprendemos, creamos y resolvemos problemas. Lo que antes era promesa, hoy es infraestructura. Lo que parecía lejano, ahora define nuestra realidad más cotidiana.

Una revolución silenciosa… hasta que dejó de serlo

En 2005, innovar era —en muchos casos— sinónimo de resistirse a desaparecer. Hoy, innovar es la única manera de seguir siendo relevante. La investigación ya no es un extra, es el núcleo. Y el conocimiento se ha convertido en el activo más estratégico del mundo.

También hemos asistido a la explosión de lo que podríamos llamar “convergencia tecnológica”. La IA impulsa la biotecnología, la biotecnología empuja a la robótica, la robótica transforma la industria, y así sucesivamente. Las disciplinas se mezclan, los tiempos se solapan, los ciclos de desarrollo se acortan. El progreso ya no es lineal, es exponencial. Y no espera.

De la torre de marfil al laboratorio compartido

Hace no tanto, la innovación ocurría en lugares cerrados, exclusivos. Hoy, florece en los márgenes, en las intersecciones, en las conexiones inesperadas. En universidades, sí, pero también en startups, centros tecnológicos, laboratorios públicos y compañías que han apostado por vincular la ciencia con el mercado.

En mi caso, desde la responsabilidad de liderar un área de nuevas tecnologías y dirigir un centro de investigación dentro de una empresa española que lleva años trabajando en esa intersección —entre lo que se descubre y lo que se aplica—, he podido ver cómo el cambio no ha sido solo técnico: ha sido cultural.

Hemos pasado del "descubre y publica" al "entiende y resuelve". Ya no basta con patentar.

Hay que impactar. Ya no se trata solo de saber mucho, sino de saber colaborar. La colaboración, hoy, es más transformadora que cualquier algoritmo.

Tecnología sí, pero con propósito

Una lección clave de este tiempo es que el avance tecnológico, por sí solo, no garantiza el progreso. La pregunta ya no es si podemos hacerlo, sino para qué y para quién. Porque innovar sin propósito es como diseñar sin preguntarse quién va a usar lo que haces.

La pandemia fue un recordatorio brutal de que la ciencia salva vidas, pero también de que no lo hace sola. Necesita puentes, traductores, sistemas que aceleren su llegada al terreno. Y lo mismo aplica al resto de desafíos que tenemos por delante: la emergencia climática, la transición energética, el envejecimiento poblacional o la ciberseguridad. Todos requieren una innovación al servicio del bien común.

El futuro no espera… pero se puede construir

Ahora que las tecnologías avanzan más deprisa que nuestras leyes, que nuestras costumbres e incluso que nuestra imaginación, toca hacerse preguntas nuevas. No solo sobre qué vamos a inventar, sino sobre qué vamos a permitir. No solo sobre qué vendrá, sino sobre qué queremos que venga.

El verdadero reto no es solo inventar más, sino trasladar ese conocimiento a la sociedad de forma eficaz, responsable y sostenible.

Porque la transferencia —de la idea al prototipo, del laboratorio al mercado, de la hipótesis a la solución aplicada— es el camino real del impacto. Ahí es donde la innovación deja de ser un discurso y se convierte en transformación.

Y si seguimos apostando por conectar ciencia, industria y propósito, quizás lo más interesante de estos últimos veinte años no sea lo que hemos vivido… sino lo que aún está por construirse.

 ***Rubén Criado es director del área de Nuevas Tecnologías y del centro de investigación de ARQUIMEA.