La narrativa de la agenda verde ha cambiado en Europa. Hemos pasado de hablar de "verde" a hablar de "limpio", y la estrategia ya no es solo ecológica: es geopolítica. Es una cuestión de supervivencia, de competitividad y de autonomía estratégica en un nuevo orden mundial.
Pero el camino no es lineal, ni sencillo: es un cruce de decisiones difíciles. Europa se enfrenta a un gran trilema. ¿Cómo descarbonizar sin renunciar a su competitividad y, al mismo tiempo, garantizar su seguridad? Ese es el nuevo tablero de juego.
Mientras el mundo se recalienta, los precios bailan y las tensiones geopolíticas suben, quien domine las cleantech dominará el futuro. Y Europa, si no quiere quedarse atrás, debe moverse con rapidez, con ambición y con rumbo. Cada día que dudamos, otros avanzan.
Descarbonizar: apagar el incendio con tecnología
El planeta arde, literalmente. 51.000 millones de toneladas de CO₂ se lanzan cada año a la atmósfera. La cara del cambio climático es de 200 millones de refugiados al año. El Mediterráneo, antaño cuna de imperios, es hoy la zona cero del cambio climático. Las olas de calor ya no son avisos: son síntomas crónicos. En España, hay diez veces más olas de calor que hace una década. Diez veces más DANAS, y diez veces más virulentas.
Pero el diagnóstico no basta. Hoy no es suficiente saber: hay que saber cómo. Cómo se transforma una economía fósil en una máquina de emisiones cero. Cómo transformar la industria (29% de las emisiones mundiales), la electricidad (29%), la agricultura (20%), el transporte (15%) y la edificación (7%) con tecnología propia. La descarbonización no puede ser un sacrificio: debe ser un proyecto de prosperidad. La buena noticia: ya tenemos la tecnología para que estos sectores lleguen a emisiones cero. Dos ejemplos: la europea Stegra produce acero verde a escala industrial. La española Fertighy fabrica fertilizantes sin emisiones. Sí, es posible. Y es europeo.
Competitividad limpia: una carrera que podamos ganar
Mientras Europa perfecciona reglamentos, otros fabrican el futuro. China domina el tablero cleantech: solar, eólica, baterías, minerales. Monta fábricas como imanes. Este año, por primera vez, su consumo de carbón (80%) empieza a descender gracias a las renovables, que además representan el sector con mayor contribución al crecimiento económico del país. Y lidera en reforestación.
Sí, China. La inversión global en energía limpia alcanzó los 2,1 billones de dólares en 2024, según Bloomberg NEF. Más del doble que en 2020. ¿Quién no quiere una parte de eso? Las cleantech han abierto nuevos mercados, modelos de negocio y han impulsado la productividad, el emprendimiento y la innovación. No se trata solo de energía solar o eólica: hablamos de baterías, geotermia avanzada, combustibles sintéticos y más. La carrera ya ha empezado. El que llegue tarde no solo perderá clientes: perderá soberanía.
Seguridad energética: las renovables
"Las renovables te protegen más que los tanques", escuché hace unos días. Y es verdad. La energía ya no es una comodidad: es un vector de poder. Europa ha aprendido por las malas que la dependencia energética se paga con inestabilidad, inflación y vulnerabilidad estratégica.
Cada instalación renovable es una línea de defensa. Cada gigavatio limpio, un metro más de soberanía. Hoy la seguridad ya no se mide en tanques, sino en redes inteligentes, cadenas de suministro resilientes y autonomía tecnológica. Porque no hay libertad industrial si dependemos del viento ajeno.
España: el viento a favor, si sabemos izar la vela
España tiene viento, tiene sol y tiene talento. La semana pasada superó el 70% de generación eléctrica renovable. Y está atrayendo industrias sedientas de energía limpia, competitiva y estable. Pero no basta con tener los ingredientes: hay que saber cocinarlos. Faltan inversiones para escalar, un marco regulatorio más ágil y una visión que reconozca al ecosistema cleantech como motor industrial.
Para liderar hace falta valentía: invertir, alinear políticas y compartir visión. Valentía para implementar, no solo imaginar. Valentía para actuar, no solo debatir. Y para aceptar que las transiciones no son lineales, sino altamente disruptivas e impredecibles. Las cleantech ya no pueden seguir siendo una pieza de debate. Son la solución.
La batalla del siglo XXI se libra con gigavatios limpios, fábricas descarbonizadas y cadenas de suministro resilientes. No se trata solo de hacer lo correcto: se trata de hacer lo inteligente. Descarbonizar con nuestras herramientas, competir con nuestras reglas, protegernos con nuestras energías. Ese es el nuevo tablero, y quien lo entienda a tiempo, liderará el futuro.