La educación requiere de tecnología, pero sufre por su integración mal entendida.
Integrar la inteligencia artificial en educación: el desafío compartido entre profesores y empresas tecnológicas
Tecnólogos y expertos en educación se reúnen en la CanvasCon Oslo, que deja patente la imperiosa necesidad de implementar la IA para personalizar la enseñanza y recuperar la atención de los jóvenes.
Más información: Por qué la inteligencia artificial será más parecida a la calculadora que al Apocalipsis educativo
Para los que crecimos en aulas sin pantallas, con pizarras de tiza y con el afilalápiz como principal divertimento, adentrarse en el mundo de la educación hoy en día puede ser una experiencia casi religiosa. La interrelación entre plataformas digitales y la oratoria tradicional, entre el seguimiento online y los deberes de toda la vida. Son complementos inseparables, disonancias si se prefiere entre dos universos generacionales que no está terminando de calar entre los estudiantes.
Un estudio de las fundaciones Cotec e ISEAK, publicado en 2023, constataba los resultados indeseables de esta difícil combinación: los alumnos españoles que usan la tecnología de forma frecuente en clase presentan una penalización de 22,5 puntos en matemáticas frente a aquellos que la utilizan poco. Una señal de alarma que, con la explosión de la inteligencia artificial generativa, ha puesto contra las cuerdas muchas estrategias de enseñanza modernas.
"Cada generación está compuesta de personas con diferentes prismas y visiones del mundo, que aprenden de forma distinta. La actual generación Z está acostumbrada a aprender a través de vídeos en Youtube y a partir de herramientas de IA como ChatGPT. No quieren grandes lecciones magistrales de una hora, sino que su atención está limitada a ocho segundos. Lo esencial es no quedarse en el mensaje de que los jóvenes no pueden atender a los profesores, sino cómo éstos pueden captar su atención".
El que dicta este postulado es el veterano Paul Redmond, investigador generacional y exdirector de Experiencia de Estudiantes en la Universidad de Liverpool. Un diagnóstico atrevido que pone de manifiesto la difícil relación de la educación, las diferencias generacionales y el uso de la tecnología en la enseñanza.
"La educación en Europa está preparando a los jóvenes para el siglo equivocado, para el siglo en que nacieron los profesores, pero no para las necesidades reales de hoy en día. El 70% de los docentes afirman que el aprendizaje multigeneracional es fundamental, pero sólo el 10% de ellos está preparado para ofrecerlo", continúa su denuncia Redmond.
aul Redmond, investigador generacional y exdirector de Experiencia de Estudiantes en la Universidad de Liverpool, en CanvasCon Oslo.
Empero, la visión de Melissa Loble, Chief Academic Officer de Instructure y con experiencia previa en instituciones como la Universidad de Nueva York, Pepperdine o la UC Irvine, difiere de la lectura catastrofista. Desde su paso por la academia al liderazgo en el sector tecnológico, Loble ha observado que las grandes transformaciones educativas no llegan de golpe, sino a través de infraestructuras que cambian silenciosamente la dinámica de aprendizaje.
“La mayor disrupción que hemos vivido en educación digital (o digitalizada) fue cuando pasamos de mantener servidores a centrarnos en las experiencias que ofrecíamos a los alumnos”, explica en entrevista con DISRUPTORES - EL ESPAÑOL. Se refiere, de hecho, a la transición al cloud y al avance de los estándares de interoperabilidad que permiten hoy conectar plataformas y contenidos de forma abierta y flexible.
Ese cambio técnico alteró algo más profundo: las expectativas del alumno: “Los estudiantes viven en la lógica del tiempo real: esperan confirmación, seguimiento y respuesta inmediata, igual que cuando compran en Amazon”. Pero advierte de que la respuesta no puede ser inundar las aulas de herramientas sin criterio, porque esto va de personalizar y adaptarse a las diferentes generaciones que ahora conforman el universo educativo.
Melissa Loble, Chief Academic Officer de Instructure.
En este contexto, la IA es una pieza más para personalizar, aliviar carga docente y medir progreso, no sólo calificaciones finales. “Hay docentes que temen equivocarse o exponer datos, y lo entiendo. La industria tiene la responsabilidad de guiar, formar y garantizar seguridad”, reivindica.
El impacto de la inteligencia artificial
El 61% de la población española considera que la IA tiene un impacto negativo en los procesos cognitivos y el 68% teme que los estudiantes desarrollen adicción a la tecnología, de acuerdo a un estudio de GoStudent. Por si fuera poco, uno de cada tres estudiantes españoles admite haber usado IA para copiar tareas o exámenes, mientras que el 44% de los docentes señala que la IA ha hecho más difícil detectar el plagio académico.
Y hasta la UNESCO ha alertado de que la dependencia de la IA puede inhibir la adquisición de habilidades complejas, como el pensamiento crítico y la resolución de problemas.
Por el contrario, un informe del Departamento de Educación de Estados Unidos defiende que los sistemas de IA permiten medir el progreso en tiempo real, detectar problemas de aprendizaje temprano y recomendar intervenciones antes de que surjan fracasos escolares. Aluden a su implantación a un cambio generacional similar a cómo las aplicaciones de navegación reemplazaron los mapas de papel en la vida diaria.
En otras palabras, el problema principal no se deriva del uso de la tecnología, ni tan siquiera de la IA, sino de su uso equívoco o mal planteado. Dado que una suerte de neoludismo queda fuera de la ecuación en nuestros días, el desafío está en adaptar esas soluciones digitales a lo que realmente necesitan o demandan los jóvenes del siglo XXI.
Una labor compartida entre educadores, gobiernos y, también, empresas tecnológicas. En este último extremo de la ecuación hemos de movernos arriba y abajo, a lo largo de la historia, para encontrar sus grandes desafíos.
Desde los fundamentos
Históricamente, el mercado de LMS (Learning Management Systems, por sus siglas en inglés) estuvo dominado por una plataforma todavía muy presente en el mundo educativo: Blackboard. Junto a ella, otras alternativas -como Brightspace, Google Classroom o la plataforma de código abierto Moodle- empezaron a hacerse un hueco en distintos estratos: mientras Google canibalizaba su hegemonía en colegios e institutos, las otras dos lo hacían en educación universitaria.
Lo que pocos se esperaban es que un pequeño actor de Utah, nacido en 2008 y de nombre Canvas, lograría a partir de 2020 convertirse en la opción por defecto en territorios como Estados Unidos.
Integrada bajo el paraguas de la firma Instructure, Canvas está basada en la nube de AWS y cuenta con 8.000 instituciones educativas en su haber a lo largo y ancho del mundo. Presume de escalabilidad, flexibilidad y una interfaz de uso mucho más amigable que sus contendientes. Y, ahora, de una integración nativa de la inteligencia artificial más avanzada y confiable para la formación a lo largo de toda la vida de una persona.
"La educación ya no es un camino lineal, es algo dinámico. Y eso obliga a los educadores a adaptarse a todos los momentos en que sea necesaria la formación a lo largo de todo el ciclo de aprendizaje de una persona", explicaba Daniel Hill, responsable de la compañía para EMEA durante el evento CanvasCon, celebrado en Oslo.
"Tenemos además la responsabilidad de preparar a los estudiantes para el mercado laboral, justo cuando la misma definición del trabajo está cambiando a cada segundo con la llegada de la inteligencia artificial".
La IA como amenaza, pero también como herramienta que -usada para el bien- puede revolucionar la educación en estos tiempos convulsos. Desde los mismos fundamentos que representan estas plataformas educativas, que ya incorporan la inteligencia artificial como una herramienta más para analizar el rendimiento de los cursos ya existentes o personalizar el proceso de aprendizaje al ritmo y necesidades de cada alumno.
Desde incorporar recompensas académicas dinámicas durante los cursos hasta facilitar el trabajo de los docentes al automatizar los comentarios y anotaciones que realizan a los alumnos sobre sus trabajos o tareas.
¿Las metas? Por un lado, conseguir una mayor adopción e implicación de los estudiantes; por otro, ahorrar tiempo a los profesores para que puedan enfocarse en otros menesteres de mayor valor.
Este mismo año, Canvas selló una alianza estratégica con OpenAI para incorporar la IA directamente en sus plataformas educativas globales, permitiendo la generación y corrección automática de tareas, así como recomendaciones de aprendizaje personalizadas a escala.
Lo hacen principalmente a través de su funcionalidad IgniteAI, capaz de diseñar rutas de aprendizaje individualizadas, detectar dificultades tempranas y adaptar el contenido a las necesidades y ritmos de cada estudiante.
Zach Pendleton, Chief Architect de Canvas, defiende ante este medio que el rol de la IA es apoyar los valores de fondo que ya se vienen priorizando en el ámbito educativo: garantizar estabilidad, transparencia y soberanía del dato. Y, por efecto expansivo, impregnarse de esos mismos mimbres.
“Los datos no son nuestros: pertenecen a estudiantes y centros. No los usamos para entrenar modelos”, afirma, al tiempo que recuerda que cualquiera de las funciones de IA -como IgniteAI o los futuros asistentes capaces de ejecutar acciones en el LMS- son opcionales, etiquetados claramente y diseñados para aportar control al docente.
Eso sí, Pendleton advierte del riesgo de reducir la IA a un atajo técnico y recuerda que lo esencial seguirá siendo humano: conversación, contexto, vínculo entre profesores y alumnos.
Zach Pendleton, Chief Architect de Canvas
“No queremos un futuro en el que los estudiantes sustituyan relaciones reales por relaciones con máquinas. El mayor error sería pensar que la IA viene a reemplazar lo que funciona. Su propósito es ayudarnos a hacerlo mejor”, sentencia el ejecutivo.
Hasta el mercado laboral
Pero si la volatilidad actual nos ha dejado entrever algo claro, eso es que la educación ya no termina al graduarse de la universidad. Se lleva hablando años de la educación a lo largo de la vida, del reciclaje profesional y de la formación continua.
Pero, de nuevo, la irrupción de la inteligencia artificial ha terminado con cualquiera resquicio que quedara de esperanza en que el aprendizaje podía ser un camino con principio y final definidos.
El Foro Económico Mundial refleja en su informe del futuro del trabajo de este curso que la evolución tecnológica destruirá 92 millones de empleos en todo el mundo. Y, al mismo tiempo, creará otras 170 millones de oportunidades profesionales. Pero para acceder a ellas, será necesario contar con habilidades que hoy en día no están expandidas en el mercado laboral.
No es de extrañar que instituciones educativas y empresas ya se estén afanando por incorporar esos anhelados programas educativos en su seno. Y, dado que en el mundo real del trabajo es imposible cuadrar agendas y localizaciones, el paso obligado es a través de plataformas como la ya mentada Canvas.
En su caso, la enseña ha desarrollado una solución específica para carreras profesionales que, además, integra un asistente de IA para facilitar la creación y gestión de estos cursos a partir de un poco de material en bruto.
La IA como salvavidas de la accesibilidad
Por si fuera poco, el 19% de los alumnos europeos sufren de alguna discapacidad o barrera de salud que dificulta su proceso de aprendizaje. Y lo cierto es que no lo tienen nada fácil: apenas el 3,2% de las publicaciones científicas son accesibles para este tipo de personas, como demostró una investigación con 20.000 de estos documentos en el Viejo Continente.
De ahí que la integración de la tecnología, y en particular de la IA, sea vista como un habilitador claro para democratizar la educación de forma real.
Las plataformas digitales como Canvas se están afanando por incorporar sistemas de contenidos modulares que permitan desarrollar contenidos de forma accesible. O de ofrecer verificadores de accesibilidad de los distintos cursos gracias a la inteligencia artificial, de modo que puedan adaptarse formatos como vídeos o imágenes para aquellos que no pueden disfrutar de ellos.