Rack de servidores en un centro de datos moderno,

Rack de servidores en un centro de datos moderno, istock

Tecnológicas

Llega la gran ola de cambio en el mapa de los centros de datos: más potencia, acceso a energía y expansión a nuevos mercados

El auge de la IA eleva la demanda de cómputo y empuja a construir más rápido, con menos trámites y suficiente acceso a la red. 

Más información: Radiografía de los centros de datos en el mundo: quién lidera, dónde crece y por qué el auge de esta industria no tiene techo

Publicada

Los centros de procesamiento de datos (CPD) han dejado de ser salas de servidores para convertirse en infraestructuras críticas de la economía digital. Por ellos pasa toda la información que necesita ser almacenada, procesada y distribuida, lo que abarca desde una conversación banal en una red social hasta documentos clasificados de un país. Y lo hacen sin descanso, a una velocidad de vértigo.

Si hace diez años un centro de 30 MW parecía sobredimensionado, ahora los campus de 200 MW forman parte de la normalidad. Con el exacerbado uso de la inteligencia artificial (IA) el cambio es todavía mayor: eleva las exigencias, multiplica la densidad, tensiona el consumo eléctrico y obliga a rediseñar estos edificios.

Pero no basta con que los nuevos centros sean más potentes, hace falta aumentar su número, construirlos con premura y movilizar la inversión, con los límites que imponen la disponibilidad de suelo y energía, y la burocracia. Trabas comunes en mercados consolidados o en periodo de crecimiento, incluida España, de las que ya dimos cuenta hace unos meses en DISRUPTORES - EL ESPAÑOL.

Para entender la magnitud de lo que está sucediendo en esta industria, conviene mirar los datos. McKinsey estima que la capacidad destinada exclusivamente a la IA crecerá a un ritmo anual del 33% y representará alrededor del 70% en 2030.

Sostener estas previsiones requerirá 6,7 billones de dólares (alrededor de 5,72 billones de euros,) de inversión en los próximos cinco años.

Qué es hoy un centro de datos

Un centro de datos combina cuatro capas esenciales. Una de ellas son los equipos de TI, que incluyen servidores, sistemas de almacenamiento y dispositivos de red para procesar, guardar y transportar información. Junto a ella, la infraestructura y servicios, como climatización, alimentación eléctrica redundante y acondicionamiento de energía, que aseguran un funcionamiento sin interrupciones.

La tercera capa es la conectividad, que facilita el intercambio de datos a alta velocidad y bajo coste; y, por último, la de seguridad física, con acceso restringido y sistemas de detección y extinción de incendios, que protegen tanto los equipos como la información. Además, el crecimiento de los CPD está empujado por la necesidad de acercar el procesamiento a los usuarios finales para reducir latencia y eficiencia.

El recurso que ordena todo es la potencia de cómputo, es decir, el hardware, los procesadores, la memoria, el almacenamiento y la energía necesarios para ejecutar cargas cada vez más densas derivadas del auge de la IA.

El buen diseño de todo este conjunto garantiza la baja latencia y el ancho de banda, y determina que un modelo de IA responda en segundos, una plataforma de comercio electrónico no se caiga cuando registra una alta demanda o que un servicio público funcione de forma fluida.

Por qué cambia el diseño

En el escenario que dibuja McKinsey, la IA domina la demanda que, como decíamos más arriba, supondrá el 70% en 2030. Lo que significa que obligará a elevar la potencia por rack (los armarios que alojan los servidores), a repensar la disposición y especificaciones de las salas técnicas y acelerar el paso desde CPD unitarios a campus con varios de ellos.

Con esta presión, son tres las prioridades en su construcción: cómo se refrigeran, cómo se alimentan y cuál es la mejor ubicación. En el primer caso, el aire ya no basta para disipar el calor que generan los servidores de IA. La industria ha optado por soluciones más eficientes de refrigeración líquida que extraen el calor directamente de los racks.

En cuestiones de suministro eléctrico, la IA exige unidades de distribución de potencia más grandes y equipos de mayor capacidad. La alternativa es estandarizar bloques y reducir el número de unidades para simplificar su instalación y mantenimiento, y mejorar tanto los costes de capital (CAPEX) como operativos (OPEX).

La última área tiene que ver con cuestiones geográficas. Muchas empresas de servicios no han podido construir infraestructuras de suministro eléctrico al ritmo que los nuevos CPD, por lo que son incapaces de generar la energía que necesitarán en el futuro. De ahí la búsqueda de mercados secundarios que sí sean capaces de proporcionarla.

Quién impulsa la industria

Los hiperescalares AWS, Google, Microsoft y Meta impulsan la mayor parte de la creciente demanda de centros preparados para la IA. Esto se debe a que requieren de una alta capacidad para alojar sus propios modelos, como Gemini o Copilot, y los de terceros, como ChatGPT de Open AI.

De cara a 2030, McKinsey estima que hasta el 65% de las cargas de IA en Europa y Estados Unidos se ejecutará sobre estas infraestructuras, como el camino más lógico mientras la tecnología escala y se estandariza.

El resto de empresas, a día de hoy, usa modelos alojados en la nube pública. Se prevé que, a medida que la IA madure, parte de estas organizaciones desarrollen y entrenen sus propios modelos con datos internos, lo que podría aumentar la demanda de nube privada.

Pero la consultora recuerda que no todo es IA y la nube. Los servicios tradicionales, como alojamiento web, sistemas de planificación de recursos empresariales (ERP), correo electrónico y almacenamiento de archivos, siguen representando una parte significativa de la actividad de los centros de datos, aunque requieren menos potencia, presentan patrones de uso más predecibles, y sus requisitos térmicos y energéticos son menos exigentes.

Dónde están las oportunidades

Así las cosas, Norteamérica lidera esta industria por las dimensiones del sector y por ser la base de los hiperescaleres, mientras Europa es el mercado creciente que apuesta por la regulación, soberanía del dato y despliegues locales. Frente a estas fortalezas, hay carencias que invitan a pensar en un cambio de escenarios.

En Europa, el sector se topa con escasez de fuentes de energía, preocupación por la sostenibilidad, una infraestructura eléctrica insuficiente, poca disponibilidad de terrenos, falta de equipos y déficit de personal cualificado. En los principales mercados, el suministro de energía a nuevos centros de datos puede postergarse hasta cinco años o más y la red eléctrica ya está saturada.

Por su parte, en Estados Unidos los retos pasan por las conexiones eléctricas y una mano de obra todavía más escasa, además de nuevos aranceles y problemas en la cadena de suministro.

Lo que para unos es un problema a resolver, para otros es una ocasión única para coger carrerilla en esta economía digital. Regiones como Asia, Oceanía, América Latina y, en menor medida, África ya tienen planes para atraer estas instalaciones, Pero, además, es una oportunidad para que tres sectores en concreto le saquen rentabilidad: el energético, el inmobiliario y el de las telecomunicaciones.

Para aliviar la presión energética, los inversores pueden apostar por mercados secundarios con energía disponible y barata, impulsar soluciones que aporten potencia aislada o suplementaria —incluida la nuclear— allí donde la red no llega, acelerar las renovables o financiar redes de transmisión y distribución para llevarlas a los nuevos campus.

El inmobiliario puede comprar suelo para alquilarlo o venderlo cuando reúna las condiciones idóneas, e incluso construir sus propios edificios destinados a centros de colocation. Y en el caso de las telecos, pueden reforzar su fibra y cableado hacia los CPD, monetizar espacios en desuso ofreciendo GPU como servicio, e incluso construir y operar sus propios centros.