
Un instante de la sesión con el robot.
La robótica social se cuela en las aulas madrileñas para acompañar a los niños con autismo o daño cerebral
El robot forma parte de las sesiones que realizan los terapeutas para ayudarles a mejorar aspectos lingüísticos, motores y cognitivos.
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En una de las aulas del Colegio Gaudem, situado en el distrito madrileño de Barajas, convive, junto al cuerpo docente y centenares de niños, un pequeño androide llamado Robic. Este robot, que apenas llega al metro de estatura, es uno más entre los pequeños, a los que no solo entretiene, sino que ayuda a trabajar aspectos como la expresión oral y corporal, el lenguaje o la socialización en aquellos que padecen autismo o daño cerebral.
La startup madrileña Inrobics (una spinoff de la Universidad Carlos III de Madrid), la Comunidad de Madrid, a través de la Consejería de Digitalización, y el centro educativo componen el corazón de este proyecto, que lleva en marcha seis meses y que ya anticipa sus primeros resultados exitosos.
La terapeuta ocupacional y asesora clínica en Inrobics, Fuensanta García, cuenta a DISRUPTORES-EL ESPAÑOL en una visita al colegio que todo empezó cuando la Consejería conoció a la empresa emergente durante un evento. En ese momento, la firma estaba centrada en desarrollar una solución basada en inteligencia artificial (IA) y robótica social para trabajar con personas con patologías que afectasen a su desarrollo.
García explica que, aunque empezaron centrados en el ámbito sanitario, siempre tuvieron en el radar el potencial que podría tener su idea en el campo educativo. Ahí es donde apareció el Colegio Gaudem, un centro que, en realidad, son dos: por un lado, un colegio de educación ordinaria y un colegio de educación especial.
El jefe de estudios de Educación Especial del Colegio Gaudem, Manuel de Cos, cuenta que, cuando les propusieron el proyecto, en seguida lo vieron viable, especialmente, para las etapas de primaria e infantil. Así, en noviembre del pasado año, empezaron con una formación a los profesores para que se familiarizasen con la tecnología y el robot, tras lo que pasaron a definir, junto al equipo de Inrobics, el perfil del alumnado que participaría en esta iniciativa.

El robot Robic desarrollado por la startup madrileña Inrobics antes de empezar la sesión con los niños.
De Cos señala que el trabajo con los niños se divide en dos etapas: la primera son sesiones individuales o en grupo en un aula del centro en el que un profesor les ayuda a mejorar una serie de aspectos lingüísticos, motores y cognitivos alrededor del pequeño robot; la segunda se realiza en el hogar de los pequeños, quienes se llevan una tablet para seguir centrándose en los ejercicios marcados por los maestros y especialistas.
Así es una sesión con el robot
Este medio ha tenido la oportunidad de asistir a una sesión como ejemplo de las que suelen ser habituales entre los niños y el robot. En ellas, lo primero es que el profesor defina en la tablet las áreas a ejercitar, tras lo que inicia al robot, que cobra vida y empieza a interactuar con los pequeños. Es entonces cuando empieza la 'magia'.
El pequeño androide es el encargado de transmitir los retos que van a abordar en ese momento, que pueden ir desde calcular pequeñas cifras hasta adivinar colores, encontrar la palabra que falta, repasar la lección o imitar los movimientos que hace él. También, simplemente, pueden hablar con él y preguntarle cualquier cosa, a lo que el autómata responde gracias a la IA (aunque esta está muy limitada para controlar el tipo de información a la que acceden).

La tablet con la que se controlan los ejercicios y los movimientos del robot.
En todo momento, la interacción está guiada por el maestro, que puede pausar el ejercicio para darles más tiempo a pensar, otorgarles alguna pista o pedirle al robot que repita la información en caso necesario. De Cos cuenta que cada grupo o alumno trabaja distintas cosas en estos ratos, en función de sus capacidades y de lo que los profesionales crean que le puede venir mejor en todo momento.
El jefe de estudios de Educación Especial del Colegio Gaudem destaca que, aunque los niños en un primer momento estaban más reticentes, han ido cogiéndole cariño al androide que les guía para aprender. Esto se nota nada más entrar en el aula, cuando los pequeños ya dan muestras de su emoción por llevar a cabo la sesión e incluso le dirigen palabras de cariño y le dan las gracias por todo lo aprendido. De hecho, la que pudo asistir este medio fue la última sesión del curso escolar, así que los alumnos le dijeron incluso al robot que le echarían de menos hasta que volviesen a verse en septiembre.
De Cos cuenta que la introducción de esta solución y del humanoide ha supuesto una mejora más que notable para algunos de los pequeños, que han progresado no solo en aspectos cognitivos o motores, sino también a la hora de comunicarse, ajustando su tono de voz, mejorando la articulación de las frases para pedirle algo o esperando el turno de palabra.

El robot de Inrobics durante una de las sesiones.
Esta ha sido una de las partes que más se ha trabajado desde Inrobics, señala García, ya que, al ser considerado un “robot social”, el objetivo principal desde su concepción es que prestase ayuda mediante la interacción, por lo que han insistido especialmente en la parte de las habilidades sociales. “Los niños están ilusionados, motivados…”, celebra.
Además, De Cos cuenta que la aplicación les permite recopilar datos, entre ellos, el tiempo medio de respuesta o los fallos que han tenido, lo que les permite abordar específicamente con los alumnos los aspectos a mejorar y diseñar las siguientes sesiones orientadas a ello.
Eso sí, la terapeuta ocupacional y asesora clínica en Inrobics insiste en que esta no es una fórmula para sustituir a un docente, sino una herramienta que les ayuda a trabajar con los niños aspectos para su desarrollo de una forma totalmente diferente. Siempre, vuelve a remarcar, tiene que haber un profesor y un terapeuta que lo ponga en contexto y lo adapte a las necesidades de cada pequeño.
De hecho, señala que los propios profesores han emitido propuestas de mejora para la interacción entre el robot y los alumnos que han recogido e implementado desde la propia startup. En total, en este colegio se han alcanzado prácticamente las 200 sesiones desde principios de año.
Tecnología con sello madrileño
Este medio también ha podido hablar con el director general de Estrategia Digital, Ignacio Azorín, cuyo equipo ha sido el encargado de respaldar este proyecto desde la Comunidad de Madrid. Azorín cuenta que el éxito de esta iniciativa se fundamenta en diferentes motivos, pero, entre ellos, destaca la buena acogida que ha tenido por parte de los actores involucrados (niños, familias, profesores o terapeutas).
Además, menciona que este está impulsado por una empresa de la propia Comunidad de Madrid que, a su vez, es spinoff de una universidad pública de la región, y ya ha llamado la atención de otros países como República Checa, lo que les permite exportar innovación y talento en clave madrileña.
“Lo que os ha demostrado el proyecto es que la tecnología es habilitadora, pero tienes que ponerla al servicio de las personas”, afirma Azorín. Todo ello, insiste, sin sustituir a ningún profesional, sino sirviendo como apoyo y como potenciador a su trabajo. Ahora, avanza, el objetivo es intentar llevarlo a todos aquellos espacios que estén interesados, ya sea dentro de esta Comunidad Autónoma, a otras, e incluso a otros países.
“Desde la Administración Pública es increíble ver cómo la tecnología ayuda a mejorar la vida de las familias o la inclusión”, concluye.
Más centros
Más allá del Colegio Gaudem, Inrobics también ha probado su solución basada en robótica social e IA en el centro base número 2 de Vallecas perteneciente a la red de atención social de la Administración autonómica. En este se han realizado cientos de sesiones entre enero y marzo en las cuales, de acuerdo con los profesionales, se ha favorecido y fomentado el aprendizaje con un alto impacto en el desarrollo de los usuarios.
No obstante, la intención es que pueda ser extendido a más recursos públicos para servir de apoyo a los terapeutas y mejorar la atención temprana a niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA), retraso madurativo, limitaciones en su capacidad motora, cognitiva y/o relacional, alteraciones del neurodesarrollo o dificultades derivadas de un daño cerebral.
Hasta la fecha, medio centenar de pequeños de entre cuatro y diez años han podido interactuar con el robot, impulsado por IA y cámaras 3D, que forma parte de este proyecto.