El final de 2022 y los comienzos de 2023 fueron tiempos muy convulsos en el sector tecnológico. Tras un par de años de crecimiento exponencial en los parqués y de aumentos significativos de sus plantillas, de pronto se produjo un ajuste dramático del valor de las grandes 'tech' en bolsa y, como respuesta, despidos por doquier para cuadrar las cuentas. 

En aquel momento, como ya analizamos en una de estas serendipias, se vio este movimiento como una reacción natural a dos fenómenos coyunturales que se solaparon en el tiempo. Por un lado, la pandemia había hecho crecer las expectativas de la tecnología (en especial, del teletrabajo, la colaboración remota o la nube) a cifras prácticamente absurdas. Era necesario un ajuste que devolviera a la realidad unas previsiones de futuro, que si bien enormemente positivas, distaban mucho de la locura generada por los inversores. El 'hype' había producido un efecto dominó, por el que las propias empresas secundaban el buen ambiente con planes a cada cual más loco (y más costoso) para seguir manteniendo esa ilusión. La búsqueda de eficiencia era, por tanto, inevitable en algún momento.

Por otro lado, la guerra en Ucrania y la incertidumbre geopolítica que ha seguido a la covid-19 (que, no nos olvidemos, ha sido hace apenas cuatro años) son motivos que llevan a un cierto temor en los mercados, a una parálisis en la ejecución de nuevos proyectos de digitalización y a una reorientación de las prioridades corporativas hacia posiciones más defensivas que proactivas. El sector tecnológico, aunque es el más resistente a estos impactos a corto plazo, también es el primero en notar cualquier disrupción que pueda ser relevante en un futuro cercano.

Esa era la interpretación que hicieron (que hicimos) todos los analistas en aquel momento. Sin embargo, comenzamos 2024 y los titulares vuelven a reflejar una situación tremendamente familiar: despidos y anuncios de reestructuración a todos lados de la carretera imaginaria de la innovación.

Discord se ha deshecho de 170 empleados (17% de su plantilla), Humane ha hecho lo propio con el 4% de sus trabajadores, Duolingo contraataca con el 10% de reducción de su masa salarial... Amazon ya ha confirmado que procederá a despedir a "varios cientos" de trabajadores en su división audiovisual. Twitch, propiedad también de Jeff Bezos, reducirá su personal en un 35%, lo que supone prescindir de 500 personas. Y hasta el coloso Google habla de "cientos" de despidos en todas sus unidades de negocio, desde ingeniería a ventas. La germana SAP ha dado a conocer la salida de 8.000 profesionales, el 7,4% de toda su plantilla. Y Microsoft rescindirá el contrato de 1.900 personas tras cerrar la compra de Activision Blizzard.

Todo eso en menos de un mes que llevamos de este nuevo curso, que se dice pronto. Con un añadido: el consenso de los analistas espera más anuncios en esta misma dirección en las próximas semanas. Una nueva oleada de despidos que obliga a preguntarse si los ajustes de 2022 no fueron suficientes, si seguimos en esa misma dinámica o estas reestructuraciones responden a otra situación inesperada, a un fenómeno distinto que pueda afectar a largo plazo al sector tecnológico.

La respuesta osada del que suscribe estas líneas es que seguimos en esa búsqueda de la eficiencia derivada de las expectativas sobrevaloradas de la pandemia. Las convulsiones del mercado no han hecho sino sucederse y las empresas siguen mirando con angustia a su futuro inmediato. Si 2023 fue un oasis en medio del desierto fue por dos simples palabras: inteligencia artificial.

De no ser por el auge inusitado de ChatGPT y la inteligencia artificial generativa, el pasado ejercicio hubiera sido mucho más exigente en esa búsqueda de la eficiencia, en mayores reestructuraciones para alinear realmente la situación de las compañías tecnológicas con el contexto económico actual. Pero esta tecnología hizo que, de pronto, volvieran a hincharse las expectativas de toda la industria digital, que reflotaran de nuevo esos síntomas del 'hype' y que se olvidara, por un momento, de continuar con el pragmatismo necesario en estos momentos convulsos.

¿Significa esto que la inteligencia artificial sea un 'hype' absurdo como lo fue el metaverso en su momento? Nada más lejos de la realidad: aquí hay una tecnología madura, con casos de uso lógicos y evidentes y un impacto potencial impresionante. Pero sí significa que, como sucede con cualquier disrupción de esta índole, al período de ilusión le sucede un valle de la decepción que lleva, posteriormente, a la consolidación de esta tecnología. Y en ello estamos. Mientras, toca apretarse el cinturón y ver los toros desde la barrera...