Para gustos colores, pero es indiscutible que José Mota ya forma parte del imaginario colectivo español como uno de los humoristas que marcaron época. Clásico de la televisión de finales de los 90 y principios de los 2000, se hizo popular a base de coletillas y frases que repetían niños y adultos por igual. Entre ellas, una de las más exitosas fue aquella de "si hay que ir se va, pero ir pa' na' es tontería".

El humor, en última instancia, no deja de ser una abstracción sobre realidades cotidianas o plausibles, situaciones con las que podemos sentirnos identificados o rescatar recuerdos que nos despierten esa sonrisa en el rostro. Y, por ello, no podemos obviar que sus paralelismos con la vida que todos conocemos es más que posible, es muy probable.

Por ello resulta sorprendente cuanto menos que no nos planteemos algunas preguntas relacionadas con esta visión crítica e irónica del mundo al actuar con o hacia el mundo que nos rodea.

Permítanme darle una vuelta, con permiso de José Mota, al chiste en cuestión. "Si hay que ir a la nube se va, pero ir pa' na' es tontería" nos permite sentar las bases del asunto que quiero tratar en esta Serendipia que usted, querido lector, está leyendo espero que con voraz curiosidad.

¿Qué sentido tiene que las empresas migren cada vez más cargas de trabajo a la nube sin ningún tipo de redefinición de procesos o de optimización previa? Mover una caja de cartón de una esquina a otra del almacén no tiene razón alguna; subirla a una estantería puede cambiar las cosas. ¿Qué coherencia tiene sacar una aplicación crítica del centro de datos propios al centro de datos de un tercero, tal cual? Dejar la caja en el almacén del vecino no va a cambiar gran cosa.

Un reciente informe de la firma de análisis Gartner reconocía que el 31% de empresas a escala internacional no había optimizado sus cargas de trabajo antes de migrarlas a la nube. Otro 38% admitió que sus migraciones al cloud habían sido "apresuradas", lo que lleva a que el 72% de los CIO tengan que aceptar que la velocidad de su transformación digital se ha visto lastrada por la creciente deuda técnica derivada de todo lo anterior.

No olvidemos que la nube tiene muchas ventajas (agilidad, flexibilidad, sostenibilidad, escalabilidad, mayor capacidad de innovación, ciberseguridad...) pero también desventajas claras si no se aplica correctamente. Por ejemplo, el tan ansiado ahorro de costes que prometen estos entornos no se puede conseguir si tan sólo se migran las cargas tal cual a AWS, Azure o Google Cloud.

Todo lo contrario: es más que probable que el gasto se dispare al adaptarse a entornos con instancias distintas a las actualmente dispuestas en su CPD propio. Igualmente, llevar una aplicación escrita en COBOL, dependiente de unos flujos y procesos obsoletos y complejos, no permitirá en ningún caso una mayor capacidad de innovar y crear nuevos productos y servicios.

Hace unos días hablaba en confianza con el CIO de una empresa del sector sanitario. Y confesaba que -fruto de la pandemia y planes de digitalización agresivos- se vio obligado a migrar algunas de sus aplicaciones críticas (entre ellas, su ERP) a la nube pública. Sin tiempo ni posibilidad de hacer ninguna auditoría previa de sus particularidades ni de las necesidades de modernización de esta carga.

¿El resultado? "No he visto ninguna mejora, es tener exactamente lo mismo que antes, virtualizado y en la nube, más caro, accesible desde cualquier lugar, eso sí. Pero ninguna otra mejora, al revés, tenemos ahora la complejidad de operar con el nuevo entorno cloud y con las apps que siguen en nuestro CPD y un mayor coste al necesitar más conectores e instancias que ejecuten elementos de abstracción entre todo lo que tenemos ejecutándose ahora mismo".

"Subir a la nube pa' na' es tontería", es "tirarse un triple", "marcarse un farol" o "hacerse trampas al solitario". Usen la frase, el chiste o la referencia que prefieran, la cosa es que es absurdo saltarse pasos en un camino de fondo y que debería entenderse como estratégico en cualquier caso.