Cuando comencé mi andadura en gibobs allá por 2020, no podía imaginarme el enorme proceso de transformación que viviríamos en estos dos años. El crecimiento está siendo gigante y, echando la vista atrás, creo que dicho crecimiento está siendo, en parte, gracias a la paridad que existe en el perfil de los puestos directivos.

Estoy absolutamente convencida de que contar con talento femenino en los más altos puestos de responsabilidad es un factor clave en el proceso de transformación y desarrollo de cualquier empresa y más si cabe de una startup, donde el equipo es pequeño y el papel de cada uno de nosotros es muy relevante

En este sentido, estamos en un buen momento. Parece que las formas de liderazgo se están transformando hacia modelos más inclusivos, empáticos y corales, distanciándose así de los modelos anteriores, tradicionalmente llevados a cabo exclusivamente por hombres. Además, está demostrado que aquellas compañías con mayor diversidad de género obtienen mejores resultados financieros y generan un mayor impacto social.

Según el informe de la consultora McKinsey, 'Diversity wins', aquellas empresas que se encuentran en lo alto del ranking en lo que refiere a diversidad de género en sus equipos ejecutivos tienen un 25% más de posibilidades de tener una rentabilidad superior.

Con mi experiencia como Chief Finnancial Officer (CFO) de una fintech y antigua CEO de una pyme, creo que contar un perfil femenino en los altos cargos nos permite entender el panorama de la empresa en su totalidad, lo que llamamos 'la foto completa', para detectar las ventajas que nos hacen destacar, las áreas en las que necesitamos mejorar, lo que funciona y lo que no en los procesos, y todo ello para desarrollar un análisis que nos ayude a comprender y mejorar los resultados.

Pero para poder contar con más mujeres en las mesas de decisión de las empresas, debemos hacer más progresos en materia de conciliación. La incorporación de más mujeres a puestos de responsabilidad ha de llevar consigo mejores políticas de conciliación que las permitan desarrollarse personal y profesionalmente, y en este sentido aún hay camino por recorrer. De hecho, parece que la crisis del covid-19 ha ralentizado dichos avances.

Según un informe del Instituto Europeo de la Igualdad de Género, las mujeres encuestadas tienen más probabilidades de sufrir interrupciones mientras teletrabajan que los hombres. Una media del 20% de las madres que trabajan a distancia no pueden operar durante una hora sin ser interrumpidas por los niños, frente al 15% de los padres que teletrabajan.

Del mismo modo, tenemos una obligación y compromiso con las niñas y jóvenes estudiantes. Para combatir la desigualdad hace falta una legislación firme y comprometida con las mujeres, pero solo un 8% de los consejeros delegados de las principales empresas e instituciones financieras de la Unión Europea son mujeres. Las empresas tecnológicas, que están siendo una pieza fundamental en el desarrollo de cualquier país, apenas cuentan con mujeres, y parece que esta tendencia no va a mejorar en un futuro cercano.

El talento femenino no está llegando a las tecnológicas o las fintech. Según la UNESCO, las mujeres tan solo representan el 35% de quienes cursan estudios en ciencia, tecnología o ingeniería. Menos del 30% de los investigadores son mujeres. Esta brecha de género implica una ralentización en innovación y potencialización del talento enorme.

Como mujeres directivas tenemos el deber y el compromiso de hacernos ver, de contarles a las futuras profesionales lo que hacemos, y demostrarles que hay hueco para ellas en sectores como la economía, la tecnología o la ciencia, y que tienen que creer en sí mismas y en su potencial. Su éxito será el nuestro, como una sociedad más igualitaria y un sector empresarial mucho más igualitario, innovador, y por supuesto, rentable.

*** Mariana Palacio es Chief Financial Officer (CFO) de gibobs allbanks.