Cristina Colom, directora de la Digital Future Society

Cristina Colom, directora de la Digital Future Society

8-M Día Internacional de la Mujer

Falta conciencia de género en la tecnología

8 marzo, 2021 04:16

El Día Internacional de la Mujer sigue siendo un momento necesario para reflexionar acerca de las barreras que enfrentan las mujeres en el día a día, dificultades que también tienen su repercusión en el presente digital. La brecha digital de género tiene múltiples caras que inciden en el bienestar y el desarrollo de la mujer.

Por una parte, la falta de inclusión de la perspectiva de la mujer en el diseño y programación de las propias herramientas tecnológicas puede provocar la exclusión o discriminación de la mujer. A pesar de la creciente toma de conciencia sobre la diversidad, muchos elementos de la vida cotidiana están modelados para las necesidades y dimensiones del hombre medio.

Un ejemplo de ello lo encontramos en las temperaturas medias que se adoptan en las oficinas, las cuales se rigen por los datos metabólicos de los hombres, convirtiéndolas en un lugar de trabajo demasiado frío para las mujeres. También las pruebas de choque de los vehículos se acostumbran a realizar con maniquíes que representan la estructura corporal de los hombres, haciendo que los airbags o los cinturones de seguridad no estén perfectamente adaptados al peso y forma femenina.

Son algunas muestras de que, a lo largo de la historia, el género masculino ha ocupado una posición de mayor poder y visibilidad. Esta tendencia también se está reproduciendo en la era digital donde las tecnologías emergentes se están desarrollando en entornos donde hay un predominio del hombre. Los creadores o programadores acostumbran a ser, en su mayoría, hombres.

En España, a pesar de que más del 55% del alumnado universitario son mujeres, su presencia en las carreras TIC se reduce al 13%. A nivel internacional, la presencia de la mujer en estudios TIC no supera el 20%. Sin ser completamente conscientes de ello, los desarrolladores transfieren sesgos que condicionan todo el proceso de recopilación y evaluación de los datos. Y, el algoritmo resultante, es un algoritmo que puede llegar a omitir las necesidades e intereses de las mujeres y que acaba determinando muchas de las decisiones que se toman en la actualidad.

La creación de estas nuevas tecnologías se hace en base a la suposición de que los datos son neutrales. Y así es: los datos son neutrales, pero quienes los gestionan, no. Con el objetivo de proporcionar un diseño universal, las tecnologías digitales tienden a promover una perspectiva neutra en cuanto al género que realmente acaba por neutralizar, en lugar de abordar, las diferencias entre las personas y los colectivos, reproduciendo y amplificando así la discriminación de género.

Por otra parte, los algoritmos se alimentan en gran medida de datos estadísticos o cuantitativos. Sin incluir datos de género o datos que no reflejen la diversidad y complejidad de las personas, se corre el riesgo de generalizar, excluir o despersonalizar a colectivos como las mujeres. Un colectivo que, en este caso, representa la mitad de la población mundial. Está ampliamente demostrado que los conjuntos de datos insuficientes o sesgados producen predicciones sesgadas o estereotipadas que radican en discriminaciones.

Una discriminación que también se pone de manifiesto en la adopción de sistemas automatizados de toma de decisiones (ADMS, por sus siglas en inglés) en los servicios públicos de los países occidentales. Los principios de austeridad y eficiencia han sido los principales impulsores de la digitalización de los programas de protección social y el uso de los algoritmos ha sido clave en esta transformación. El uso de los ADMS se ha generalizado con la intención de eliminar el error humano y aumentar la eficiencia mediante la automatización de tareas repetitivas. Una implementación que ha sido fruto de una conversación bilateral entre políticos y tecnólogos, que no ha tenido en cuenta las implicaciones de digitalizar estructuras sociales heredadas que no abordan de manera adecuada las perspectivas y experiencias vitales de todos los usuarios.

La falta de conciencia de género provoca un grave perjuicio para las mujeres. El hecho de que no se considere la dimensión interseccional de la mujer y que se favorezca, por defecto, la perspectiva masculina desemboca en la exclusión de aquellos colectivos cuyas experiencias difieran de lo normal, de acuerdo con lo preestablecido por el sistema.

La solución la encontramos en el humanismo tecnológico, es decir, en una tecnología que incorpore una visión humanista. Debe introducirse la perspectiva de género desde el diseño y creación de las tecnologías digitales. Para ello, los formuladores de políticas públicas deben tener en cuenta las realidades a las que se enfrentan las mujeres en la era digital, de manera que se garantice la integración en el diseño de los programas. En este sentido, dado que las decisiones humanas afectan enormemente el resultado de las tecnologías, cualidades como la empatía, la responsabilidad, la pluralidad y el humanismo deben ser imprescindibles en su diseño e implementación.

Empresas y administraciones deben encontrar el equilibrio entre la reducción de costes, la eficiencia y la prestación de unos servicios igualitarios e inclusivos para todos. Las tecnologías digitales son una palanca de progreso, sin embargo, deben desarrollarse colocando al ciudadano -y a la ciudadana- en el centro para conseguir avanzar hacia un futuro digital que garantice la igualdad de género, empodere a las mujeres y las visibilice como los agentes activos que ya son.

*** Cristina Colom es directora de la Digital Future Society.

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