Desde la Bauhaus sabemos que cualquier artefacto para fabricar en serie debe encarnar un perfecto equilibrio entre forma y función, con el mayor grado posible de buena estética. Y su propósito esencial es satisfacer con eficiencia una necesidad humana de la forma más ergonómica y fácil.

Esa es la teoría del diseño industrial genuino, pero, en la práctica, hay otros muchos factores, como veremos, que desvían el funcionamiento de muchos dispositivos fabricados industrialmente de su propósito o equilibrio esencial que da sentido a su existencia. Cuando un artefacto tecnológico cumple a la perfección dicho propósito, se acerca mucho a cumplir la tercera ley de Arthur C. Clarke, que dice: “Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es totalmente indistinguible de la magia.”

Javier Arriagada es un técnico especializado en electrónica industrial y responsable de tienda que trabaja en la empresa española Macniacos. Se trata de una pyme española, fundada en Santander por Rafael Cobo y Guillermo Risoto, dos emprendedores que se dedican a vender y arreglar cuidadosamente, productos informáticos de Apple con su autorización.

El trabajo de Javier y sus compañeros consigue restituir en gran parte espíritu y prácticas de aquel oasis de tecnología ya fenecido que eran las primeras tiendas de Apple, en donde podías, –en la barra del 'Genious bar'–, encontrarte previa cita con un auténtico y cualificado geek, empleado de Apple, que averiguaba en segundos el problema de tu dispositivo y lo solucionaba, prácticamente en todas las ocasiones.

Arriagada comparte ese espíritu y cuando le pregunto su opinión sobre el 'derecho a la reparación' contesta: "Estoy 100% a favor de la reparación, en ese sentido. Recuperarla significa conseguir algo tan básico como necesario, en todo sentido. Los técnicos necesitamos reparar y no cambiar 'módulos'. La electrónica está en el origen y principio de la mayoría de las innovaciones y todos nosotros como profesionales, tal como lo hicimos antaño, estaremos encantados de ponernos manos a la obra, ahora que se vuelve a reconocer su enorme valor".

Javier Arriagada, en su taller de reparaciones electrónicas. Foto: Adolfo Plasencia

Javier Arriagada, en su taller de reparaciones electrónicas. Foto: Adolfo Plasencia

En los últimos tiempos, mientras Apple se convertía en la compañía más valorada por el mundo bursátil, sus tiendas fueron siendo abandonadas (incluso con dimisiones) por muchos de aquellos expertos informáticos geeks, llenos de pasión tecnológica, que se 'fugaron' de aquellas magníficas tiendas, gradualmente reconvertidas en trasuntos de tiendas de 'moda' con el impulso de Angela Ahrendts, fichada para vicepresidenta senior de tiendas y online en octubre de 2014 y, a la sazón, expresidenta de los emporios de ropa y moda Burberry y Donna Karan International.

Ella transformó la antigua cultura tecnológica de aquellos ‘oasis tecnológicos’ y las acabó organizando como lugares de venta pura y dura, aunque muy educada, cuyos vendedores fueron adiestrados para responder siempre sonrientes, a cualquier comprador que llegue con un problema en su iPhone o en su Mac, en un encuentro que acaba casi siempre con la misma lapidaria frase: "No se puede arreglar, compra otro". Aclaro que la respuesta no era consecuencia de la voluntad del vendedor, sino de las instrucciones de la vertical cadena de mando que bajaba desde Ahrendts.

Sin embargo, ahora, la empresa de la manzana está dando a su estrategia pública un inesperado y rápido giro copernicano, por una parte, en relación con cambios en fabricación (su extraordinario último chip M1, el primer el chip SoC, –system on a chip–, de cinco nanómetros es ejemplo); y, por otra, trayendo de regreso la 'reparación'. Este agosto de 2020, cuatro meses después de que Ahrendts dejara la empresa, Apple lanzó un nuevo programa de reparaciones llamado Independent Repair Provider Program abierto, incluso para sus iPhones fuera de garantía, que proporciona acceso a reparar sus productos a todas las empresas independientes que lo deseen, apliquen y cumplan con la calidad.

El programa incluye las mismas piezas, herramientas, formación, manuales de reparación y capacidad de auténticos diagnósticos que usa la compañía y sus empresas asociadas. Jeff Williams, COO de Apple, explica la filosofía del cambio: "Creemos que la reparación más segura y confiable es aquella manejada por un técnico capacitado que utiliza partes genuinas que han sido diseñadas apropiadamente y probadas rigurosamente".

Dicho programa va a hacer posible tanto reparaciones especializadas del Mac como de los iPhones. Para las comunidades de 'macqueros' y early adopters (usuarios tempranos) de la tecnología Apple de todo el mundo es una gran noticia esta alineación de Apple con el 'derecho a la reparación' también como cambio y ejemplo para otras muchas empresas. Un giro que no es casualidad, ya que forma parte de un cambio más grande como veremos. Pero vayamos al principio.

Combatir la obsolescencia planificada

La obsolescencia programada o planificada es una programación perversa del fin de la vida útil de un producto industrial, de forma que, tras un período de tiempo calculado de antemano por el fabricante durante su concepción y diseño, el dispositivo se convierta en obsoleto, no funcional, inútil o inservible, mediante diversos procedimientos incluyendo políticas de diseño ad hoc que incluyen, desde renuncias a estándares, o sucesivas y absurdas incompatibilidades, a falta programada de repuestos y discontinuidad de versiones. Obviamente esto genera millones de compras obligadas de otro nuevo dispositivo de sustitución, con pingües beneficios para la empresa.

Todo ello ha conducido, irracionalmente, a crear ingentes cantidades de basura electrónica, sobre todo en países del tercer mundo de Asia y África, donde no hay medios de reciclaje; y a desperdiciar gran cantidad de elementos electrónicos que podrían ser funcionales aún durante mucho tiempo. Que Europa haya decidido por fin dejar de contribuir a ello es un enorme cambio.

En marzo de 2021 entrará en vigor el primer reglamento de ecodiseño que definirá las normas de reparación y vida útil. Eso va a tener enormes consecuencias para cualquier fabricante que quiera vender en el mercado europeo ya que obliga, a partir de ahora, a que quienes fabriquen frigoríficos, aspiradoras, lavadoras, lavavajillas u ordenadores para los europeos tendrán que asegurarse de que sus componentes sean reemplazables por otra unidad mediante herramientas comunes. Los manuales de instrucciones deberán ser accesibles para las empresas especializadas en los idiomas de la UE. Y el proceso de todo ello, ágil y no burocrático. Los productores deberán suministrar las piezas de repuesto en un plazo de 15 días. 

La visión tecnológica global sobre Europa ha de cambiar drásticamente

El ejemplo europeo será decisivo para alejar al usuario del determinismo tecnológico impuesto por las grandes plataformas digitales y que pueda enfrentar a ellas con mejores prácticas tecnológicas. Y para educar y concienciar a los ciudadanos sobre que el uso de la tecnología no es, de ningún modo, algo que esté irremisiblemente predeterminado por el fabricante. Hay países europeos ya en marcha en ello.

Este mismo mes, Francia introduce una ley contra los residuos con un 'índice' o baremo en relación con la 'reparación', como ya lo hay sobre la eficiencia energética. Una puntuación del uno al 10 será obligatoria en las etiquetas francesas de electrodomésticos como lavadoras, o de dispositivos como ordenadores portátiles, teléfonos inteligentes o televisores. Este baremo se calculará según criterios como facilidades de desmontaje, sustitución de componentes. y también otros sobre acceso a la información sobre reparaciones, precio y disponibilidad de las piezas de repuesto.

El Gobierno francés también pretende incentivar cambios en la concepción y diseño de productos, -previa a la fabricación-, para que su arquitectura de componentes sea modular, y estos sean accesibles y sustituibles. Y se ha marcado como objetivo que el 60% de dispositivos electrónicos del mercado francés sean 'reparables' ya para el año 2026.

Pero esto más que una nueva 'cultura', –que también–, lo impulsa una verdadera necesidad. Las cifras de la situación actual son escalofriantes. Sólo en Alemania se generan dos millones de toneladas anuales de desechos electrónicos. Y el flujo de esos residuos europeos llega a 10 millones de toneladas por año. Algo ya intolerable para las sociedades que quieran cumplir el Acuerdo de París sobre Cambio Climático y los 17 Objetivos del Milenio para 2030.

Muchos consumidores se están concienciando que es un atentando contra la sostenibilidad planetaria y la racionalidad, y comienzan a actuar al modo de los 'consumidores innovadores' (Von Hippel) y usando su poder como consumidores para cambiar a mejor las cosas. Muestra del cambio cultural europeo es que, en una reciente encuesta del Eurobarómetro, el 77 % de los ciudadanos de la UE declaró que preferiría arreglar sus dispositivos en vez de sustituirlos; y casi el 80 % considera que debería obligarse legalmente a los fabricantes para que faciliten la reparación de dispositivos y sustitución de sus componentes. Ello será bueno también para la innovación de 'abajo arriba' que es la mejor vía para la buena innovación.

Esta nueva conciencia está empezando a dar sus frutos. Por ejemplo, con iFixit una empresa fundada en 2003, por Kyle Wiens que ha construido una comunidad global que entiende la reparación como un derecho, no solo de los consumidores, sino de todos los ciudadanos. "Usar productos reparables tiene sentido. La reparación es buena para los fabricantes, buena para la economía y buena para todos nosotros".

La comunidad iFixit dispone con libre acceso en su web 69.740 manuales gratuitos, con 174.512 soluciones para 32.667 dispositivos tecnológicos distintos de todo tipo de marcas. Y nos advierten: "Entre el 20% y el 35% del contenido material de un teléfono se pierde totalmente cuando el teléfono se tritura y derrite para reciclarlo; 17 minerales esenciales de ‘tierras raras’ esenciales forman parte de cada dispositivo electrónico que poseemos y el 99% de ellas no se pueden recuperar en el reciclado; el 85% del impacto de emisiones de CO2 de un teléfono inteligente proviene de su fabricación".

Y señalan que "muchas empresas quieren hacer productos de calidad y la gente quiere comprar cosas que duren. Pero algunos fabricantes codiciosos construyen con obsolescencia planificada, obligándonos a comprar irracionalmente más y más nuevos productos". Para Dorothea Kessler, de iFixit, lo que hacen tiene tanto que ver con el cambio de la cultura preexistente como con la reparación de aparatos. "Nuestra filosofía dice que un dispositivo no te pertenece de verdad, si no puedes abrirlo".

Europa toma posición como agente global y su industria responde

En sesión plenaria el Parlamento Europeo, el pasado 25 de noviembre, decidió garantizar a los ciudadanos europeos el "Derecho a la reparación" y aprobó por 395 votos a favor, 94 en contra y 207 abstenciones, una ley para "promover un mercado único más sostenible mediante la reutilización y las reparaciones y acabar con las prácticas que acortan la vida útil de los productos."

Esto tiene muchas consecuencias, sobre todo, para los consumidores que recuperarán mucho poder para contribuir a la sostenibilidad del planeta y combatir la proliferación salvaje de basura electrónica. La norma europea exige que los componentes de cualquier dispositivo, estén diseñados y ubicados para ser reemplazables y reparables. Y va a inducir un segundo factor importantísimo: regenerar muchos empleos de técnicos y de pequeñas empresas desaparecidos que se dedicaban a la reparación, haciendo que puedan volver a funcionar por toda la geografía del mercado europeo haciéndolo más racional y sostenible.

Va a renovar el tejido industrial y cambiar su mentalidad sobre la sostenibilidad industrial. Europa con esta norma quiere: a) eliminar obstáculos que impiden la reparación, reventa y reutilización de dispositivos y productos, –sobre todo los tecnológicos–, que tienen un enorme impacto social; b) que los fabricantes de productos para el mercado europeo pongan fin a las prácticas de reducir artificialmente la vida útil de un producto (obsolescencia planificada), y respalden la producción sostenible; c) que las contrataciones o licitaciones públicas en todos los países europeos primen la opción más sostenible, incluyendo el cambio de cultura con una comercialización y publicidad mucho más responsables, –yendo contra la cultura actual tan arraigada del 'consumir por consumir'–; d) utilizar los objetivos del Pacto Verde como base de un mercado único de productos y servicios diseñados ‘para durar’.

El texto y el espíritu de la Ley aprobada, que son vinculante, exige la eliminación de obstáculos legales que impidan a los consumidores optar por la reparación, la reventa y la reutilización de productos y dispositivos. Este cambio de filosofía en consumo y fabricación producirá un impulso enorme para revitalizar sobre todo el tejido industrial de empresas fabricantes y las Pymes (estas suman el 92% de las empresas españolas), que podrán dedicarse también al tejido industrial de la 'reparación'.

Un sector, en gran parte erosionado, pero que ahora puede revitalizarse, igual que el numeroso empleo cualificado que origina. Este cambio de cultura es imprescindible y fundamental que lo asuman las nuevas generaciones europeas. Un cambio que debería permear a todos los niveles a la educación europea, y a todos los sectores de innovación implicados. Por fin parece que Europa está actuando en esto como un agente global que da ejemplo al mundo de cuál es el buen camino. Ya era hora.

¡No lo tires, arréglalo!