La venta de máquinas de coser ha subido un 130% estas semanas. Si hace unos años había que atribuir el fenómeno al éxito de la serie de televisión El tiempo entre costuras, esta vez todo invita a pensar en la movilización espontánea de la población y muchas pequeñas empresas para producir mascarillas y equipos de protección individual, cansados como están de esperar a que, de una vez por todas, los compradores del Gobierno en Asia superen el periodo de aprendizaje, esta inquietante fase de novicios en estado de shock. Bastante más de 1.000 millones gastados con un sobreprecio mínimo del 1.600% es un dinero que, bien aprovechado, habría permitido sostener ese tejido productivo y ese aparato innovador que tanto se echa ahora de menos.

En el sector tecnológico empresarial la consigna hoy es evitar la sensación de hundimiento, la pérdida de esperanza, se trata de mantener la confianza en una reconstrucción que no debe servir para volver al punto en el que estábamos antes de la crisis del coronavirus, sino para refundar las bases de nuestro sistema productivo.

La economía española que surja de esta némesis debe estar posicionada sobre nuevos raíles: desde luego, la revolución digital; inevitablemente, la autosuficiencia energética respetuosa con el medio ambiente; es probable que la redistribución del talento y la reinvención del concepto de mundo rural, potenciando la agricultura de precisión y la 5G; y, last but not least, la relocalización de una buena parte de la actividad industrial que se llevó a países con mano de obra barata.

Todo ello son grandes oportunidades para el sector tecnológico, de ahí el esfuerzo en mantener la tensión y la creencia en el futuro. Por eso la compra de máquinas de coser cobra impronta metafórica. La clave reside, y bien está enfatizar que forma parte de una de nuestras grandes líneas editoriales, en que la ventaja estratégica que suponía contar con mano de obra barata, gracias a la cual China cambió el eje del planeta desde su entrada en la Organizacion Mundial del Comercio en 2001, está desapareciéndose gracias a que la tecnología está aplanando el mundo, como vaticinó, sin ser consciente quizás del alcance real que iba a tener su imagen, Thomas Friedman.

La 5G, las revoluciones en inteligencia artificial, machine learning, robotización o computación distribuida y su progresivo abaratamiento y democratización permiten contemplar un escenario creíble de relocalización industrial rentable. China lo sabe y por eso vive instalada en la vanguardia tecnológica. Pero una crisis como la del coronavirus demuestra que la fabricación local es un factor estratégico de cualquier Estado, muy próximo a las materias propias de la seguridad nacional, y una cosa compensa la otra. Más difícil que dotarse de las máquinas adecuadas será, no obstante, ay, recuperar el know how industrial perdido. 

Eugenio Mallol es director de INNOVADORES