El Año Mundial de la Tabla Periódica nos ha traído a la memoria que España ha descubierto dos elementos, el Wolframio y el Platino, y a medias con Suecia el Vanadio. Lo hizo en un periodo de poco más de 50 años, entre mediados del siglo XVIII y los albores del XIX, cuando la explosión comercial tras el descubrimiento de América había convertido a nuestro país en una potencia química, con desarrollos insólitos como el uso del mercurio para la extracción del oro. Hoy la industria química representa el 15% del sector secundario, que a su vez ha retrocedido en las últimas dos décadas hasta apenas el 11,5% del PIB. Con ser importante, en fin, ha perdido esplendor.

A nuestro vicepresidente de los ODS 2030 (Objetivos de Desarrollo Sostenible), Pablo Iglesias, le gustará saber que la ONU ha situado a la química en el centro del escenario, porque uno de los retos, sobre todo en materia medioambiental, es conciliar la inevitable expansión del sector con la reducción de emisiones contaminantes y la eficiencia energética. Difícil cometido. Todo un desafío tecnológico del que saldrán victoriosos los países que logren promover un sector químico de alto valor añadido (¿pensar en electrones  y bits en lugar de en átomos y moléculas?), frente a la industria dirigida por bajos precios. Ahí tiene el Gobierno una ventana de oportunidad para promover la innovación empresarial y la captación de inversiones durante la próxima década. 

Un reciente informe del United Nations Environment Programme apunta que la industria química mundial doblará sus ventas hasta 2030, y alcanzará los 6,6 billones de dólares (más que el PIB de Francia), sin contar a las farmacéuticas. China se ha convertido en la primera potencia científica por número de investigadores, publicaciones y citas, y en 2030 se espera que represente el 50% de la facturación mundial del sector. Una cuestión clave es si sabrá transferir ese conocimiento de vanguardia a la industria o se seguirá aferrando a la franja de menos valor añadido, de bajos precios. Interesante saber que los huesos, músculos y cartílagos, valga la imagen, de los dispositivos físicos de la industria 4.0 serán fundamentalmente chinos. La otra cuestión clave es si el sector químico conseguirá crecer tanto, ¡un 100% en 10 años!, respetando los ODS.

Y ahí es donde está, vicepresidente, insisto, nuestra ventana de oportunidad: desarrollar un sector químico de alto valor añadido y respetuoso con los ODS para aprovechar el enorme salto de demanda que se producirá durante la próxima década, generando riqueza y conocimiento de élite con sello español. Eso implica hacer política empresarial, ay, si es que es posible en España.

Eugenio Mallol es director de INNOVADORES

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