Si uno se detiene a escuchar la conversación de cualquier barra de bar, ve las noticias en la televisión o hace un barrido no demasiado profundo en las redes sociales, es muy probable que se lleve la impresión de que vivimos en un mal momento de la Historia: altas tasas de paro, inmigración descontrolada -o eso dicen Donald Trump y VOX-, corrupción por doquier y un sinfín de problemáticas sociales que no anticipan nada bueno. Y, sin embargo, la evidencia nos dice que estamos en un momento extraordinario: la esperanza de vida es la mayor en toda la historia de la Humanidad, la tasa de mortalidad infantil la menor, la pobreza extrema se ha reducido de forma extraordinaria y la alfabetización ha llegado para quedarse en muchos colectivos para los que era poco más que un sueño hace unas décadas. 

Este debate -el de la desconexión entre la percepción de la sociedad sobre sí misma y la realidad cuantificable- no es nuevo y está ligado, a su vez, con fenómenos como las 'fake news' o los populismos. Pero también tiene su particular traslación al sector tecnológico. "¿Vivimos hoy mejor que hace unos años? Y si lo hacemos, ¿cuánto y cómo de mejor?" se preguntaba esta semana IP Park, presidente y CEO de LG, apelando a cómo desde 1970 hasta ahora hemos podido reducir la carga física de nuestros trabajos gracias a los avances técnicos y cómo la inteligencia artificial terminará por acabar con ellos. "Estamos en un momento extraordinario y lo será más gracias a una tecnología exponencial como la inteligencia artificial, cuyo momento ha llegado porque tenemos la capacidad de computación necesaria para revolucionar la salud, la educación o el comercio como nunca antes", coincidía Peter H. Diamandis, cofundador de la Singularity University; ambos sobre el escenario del CES.

Y es que, en un momento donde la IA suscita debates de barra de bar sobre la destrucción de empleo que podría causar, conviene reflexionar y echar la vista atrás. Ver no sólo todo lo que hemos avanzado gracias a la tecnología, todo lo que en nuestras vidas damos por sentado y le debemos a la innovación, pero también constatar cómo fueron otras revoluciones previas y si el resultado de ellas fue un mundo mejor o peor al existente.