Continuamente escucho fuera del mundo tecnológico expresiones como, "esto debe estar en la nube…" Y para entender lo que para un no-tecnólogo significa, suelo preguntar: ¿Qué significa para ti estar en la nube? "Um… no lo sé", es la respuesta más común, con la mirada perdida en el cielo… como si en efecto allí fuera donde están todas las nubes.

Estar en la nube significa que las aplicaciones que utilizamos en la web, datos personales, fotos o un largo etcétera, funcionan en sistemas que no son tu smartphone, tu PC o el del trabajo desde donde accedes. Para la mayoría de usuarios esto es irrelevante, existe una confianza "ciega" en que las nubes harán un buen uso de ellos.

Un claro ejemplo son nuestras fotos: cuando ya no nos caben en nuestros dispositivos, utilizamos diferentes aplicaciones para guardarlos en alguna nube: genéricas, del fabricante del smartphone, o de nuestro operador de comunicaciones, por ejemplo.

Este mismo concepto existe en el mundo empresarial, las organizaciones necesitan flexibilizar la utilización de los recursos tecnológicos para focalizarse en los datos en sí mismos, cuyo uso de formas muy diversas les van a permitir diferenciarse frente a competidores surgidos de la economía digital.

Pero en este caso la seguridad, el acceso y la disponibilidad de los datos no pueden ser dejados a la confianza. Y en ello radica la difícil decisión de qué aplicaciones y datos sacar de nuestras instalaciones, a qué nube llevarlos en función de cuánto nos va a costar, y qué posibilidades tenemos de retornarlos si no estamos satisfechos del servicio que nos proporcionan.

¿Qué ocurriría si guardásemos nuestras fotos en la nube de nuestro operador y cambiásemos de operador? ¿O si las guardásemos en el fabricante del smartphone y cambiásemos? Todos esperamos poder moverlas a otra nube sin mayor problema que un poco de tiempo en la transferencia consiguiente. Igualmente ocurre en el ámbito de la empresa, aunque la respuesta no sea tan evidente.

Pero realmente, ¿qué son las nubes? Simplemente son centros de proceso de datos, pensados para poder ser compartidos o dedicados, pero en cualquier caso compartiendo todos los servicios de alojamiento, gestión y disponibilidad para sus clientes.

Nos permiten contratar un servicio con un coste al mes en unas determinadas condiciones, y no necesitamos hacer una inversión previa para todas nuestras necesidades, tanto a nivel personal como de empresa. La nube es tangible, no es vapor de agua en el cielo… Solo que estos grandes centros proceso de datos muchas veces no están cerca, y no podemos verlos... pero existir, existen.

María José Miranda es directora general de NetApp Iberia.