Madrid

En el mundo de la investigación química, el nombre de David MacMillan (Bellshill, 1968) resuena con autoridad. Este escocés ha dejado una huella imborrable en el ámbito científico con el desarrollo de una nueva herramienta para la construcción molecular, la organocatálisis asimétrica, que le valió el premio Nobel de Química en 2021.

Con una nota de humor, este científico admite, durante la entrevista con D+I – EL ESPAÑOL, y en la que mantiene siempre el mismo tono afable, “la inmensa suerte que he tenido en mi vida profesional para compensar todo lo que sufro como aficionado al fútbol”, dice entre risas.

Gracias a su trabajo ahora es posible diseñar de manera más eficiente cualquier cosa, desde nuevos fármacos hasta moléculas que capturan la luz en células solares. Se puede decir que ha hecho que la química sea más ecológica. Y eso que llegó a esta disciplina casi por casualidad.

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"Mi hermano fue la primera persona de mi pueblo en ir a la universidad. Él estudió física y me recomendó que yo también lo hiciera, pero no terminaba de gustarme" –recuerda–. "Tuve la suerte de empezar a dar bases de química y descubrí que, para mí, adquirir estos conocimientos y profundizar en ellos era tan natural como respirar". Una revelación que marcó el inicio de una carrera que no sólo le ha llevado a la cima, con la obtención del galardón que otorga cada año la Real Academia Sueca de Ciencias, también a escenarios y lugares de todo el mundo.

Su propósito no es sólo divulgar, también convencer a todo aquel que quiera escucharle sobre la importancia de su área de investigación. "A veces puede ser muy valiosa, pero la gente no lo entiende. Atravesar esa barrera para que te escuchen y adopten la terminología es muy difícil", admite con cierto pesar. 

La tercera vía en catalizadores

Continuar con la conversación requiere, por parte de esta periodista, entender la magnitud de las investigaciones de este científico. El lado docente de MacMillan –desde hace 15 años es profesor en la Universidad de Princeton (New Jersey, EE. UU.)– no se hace esperar: “Hasta ese momento, sólo existían dos tipos de catalizadores que permitían a los químicos realizar su trabajo: las enzimas y los metales”.

"Aunque los científicos desarrollen nuevas formas de catálisis, la transferencia tecnológica a menudo es una tarea difícil”

“Nosotros –continúa– desarrollamos una tercera vía usando pequeñas moléculas orgánicas que están en todas partes (en el cuerpo, en la tierra, en los árboles…) para catalizar reacciones químicas, ofreciendo una alternativa sostenible a los métodos convencionales porque la mayoría de esos catalizadores son completamente reciclables”, detalla. 

Muchas áreas de investigación e industrias dependen de la capacidad de los químicos para construir moléculas que puedan formar materiales elásticos y duraderos, almacenar energía en baterías o frenar la progresión de enfermedades. Este trabajo requiere de catalizadores para acelerar las reacciones químicas y durante mucho tiempo se creyó que, como relata MacMillan, sólo había dos: enzimas y metales. Por ejemplo, los catalizadores de los automóviles transforman las sustancias tóxicas de los gases de los tubos de escape en moléculas inofensivas.

David MacMillan en un momento de la entrevista con D+I - EL ESPAÑOL. FOTO: Fundación Ramón Areces.

El impacto del trabajo de este científico escocés es significativo, con aplicaciones tangibles en medicamentos para la migraña, tratamientos oncológicos e incluso en productos como champús, perfumes y jabones que ya se comercializan. Aunque MacMillan también reconoce el desafío que supone llevar las investigaciones del laboratorio al mercado, señalando que, “aunque los científicos desarrollan nuevas formas de catálisis, la transferencia tecnológica a menudo es una tarea difícil”.

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Este desafío plantea la cuestión sobre la colaboración entre la academia y la industria, y que aborda con franqueza al confesar que prefiere trabajar "a su manera", pero también reconoce la importancia de esa colaboración para avanzar en la investigación de manera más efectiva. Aunque nunca lo ha hecho con el otro científico con el que en 2021 compartió el premio Nobel: Benjamin List.

Ambos desarrollaron de forma independiente trabajos similares hasta llegar a la organocatálisis asimétrica. Una conexión que descubrieron cuando una de las personas del equipo de List asistió a una conferencia de MacMillan. “Una coincidencia tremenda y fantástica. Nunca hemos colaborado, él iba en una dirección y yo en otra, pero cuando nos reunimos es muy divertido”, admite este último. “Eso es lo bueno de la ciencia: hay espacio para que la gente haga cosas diferentes". (Benjamin List es profesor de la Universidad de Colonia y del Instituto Max Planck, en Alemania). 

Innovación, ética y futuro

Tratado su pasado y su presente, toca hablar del futuro de la química. MacMillan destaca el impacto de tecnologías emergentes, como el uso de luz visible y cómo la inteligencia artificial está “impregnando” la industria farmacéutica. Pero también enfatiza la importancia del pensamiento humano. "En la química se unen ambas vertientes muy bien", destaca, señalando que, a pesar de los avances tecnológicos, el cerebro humano sigue siendo crucial para la innovación y la creatividad.

“Me apasiona hacer ciencia de forma diferente, tomar perspectiva y  preguntarme por qué lo estamos haciendo"

Y aquí toca tratar la cuestión de la ética en la investigación y la responsabilidad de los científicos en el mundo actual. "El impacto de la química en la sociedad es crucial. El cambio climático, la medicina, la sostenibilidad… Todo se basa en lo que hacemos los químicos. El futuro depende de cómo abordamos estos desafíos y en encontrar soluciones efectivas", asume. 

Un futuro que ve con optimismo –de nuevo, hace gala de su carácter afable– y al que hace partícipe a sus alumnos: “Siempre les digo que tienen que pasárselo bien, amar lo que hacen y que tenga sentido para ellos”. En su función como profesor universitario percibe que los jóvenes de ahora son “más exigentes y quieren contribuir de manera más significativa a la sociedad, lo que se presenta un desafío para el mundo de la enseñanza y de la comunicación científica”.

Este científico y sufridor confeso del fútbol escocés, acaba esta entrevista casi de la misma forma en la que empezó, explicando por qué se dedica a un ámbito de la investigación tan poco comprendido por la sociedad, pero tan estimulante para él: “Me apasiona hacer ciencia de forma diferente, tomar perspectiva, preguntarme por qué lo estamos haciendo y cómo podemos hacerlo de una manera mejor".