Sentado en el escaño habitual de Pablo Casado en la sesión de tarde, un miembro del Partido Popular llamó la atención con un sencillo gesto durante la larga media hora que tardó Santiago Abascal en leer los nombres y apellidos de los 857 asesinados por ETA en sus más de 40 años de actividad terrorista. Mario Garcés, el diputado de la mano en el pecho, miró a lo alto, luego cerró los ojos y recordó de corazón a las víctimas "en un gesto improvisado".

El líder de Vox, candidato a la presidencia del Gobierno en la moción de censura que se debate estos días en el Congreso, no quiso contestar con argumentos a la portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurua. Ya desde por la mañana había lanzado invectivas a Pedro Sánchez por aliarse con "quienes no han pedido perdón por sus crímenes", igualando a los bildutarras con los etarras. Pero en su réplica, simplemente, trajo sus nombres y apellidos a las actas del Congreso. 

Mientras los 51 compañeros de Abascal se levantaban de sus asientos, Garcés decidió hacer "un gesto de recuerdo pero también de presencia de las víctimas de ETA". En conversación con este periódico, el portavoz económico de los populares en la Cámara Baja explicó que lo mantuvo después, cuando Oskar Matute subió al atril para la contrarréplica, "para que cuando EH Bildu hable se recuerde siempre que están aquí, siempre presentes".

Intervención Abascal y Matute

La diputada abertzale tampoco había querido, previamente, dedicarle mucho tiempo: "Sólo uno de mis 30 minutos será para quienes quieren que regresen la violencia y el dolor... ETA se acabó", sentenció -aunque no aprovechó para añadir siquiera un "afortunadamente o así-, "y Vox jamás formará parte del futuro de la sociedad vasca", dijo de inicio.

Luego se dedicó a instar al presidente Sánchez a que se atreva a "hacer la verdadera transición", a que se uniera a ellos y respondiera a "la gran pregunta: ¿está dispuesto a hacer de este Estado un Estado democrático del siglo XXI y que deje de ser un Estado fallido del siglo XX?".

"Una brutal costumbre"

La imagen de Garcés con la mano al pecho llamó aún más la atención porque se sentaba donde Casado, que se había tomado un receso por la tarde, tras escuchar por la mañana cómo lo acorralaban desde el Gobierno y la derecha extrema.

"El dolor se convirtió en una brutal costumbre que sufrimos toda una generación", explica el diputado, atónito ante las últimas encuestas que indican que más de la mitad de los españoles menores de 35 años no sabe ni quién fue el trágico protagonista del muy perdido espíritu de Ermua. Aunque él cambia el verbo y lo pone en presente al explicarse: "...quién es Miguel Ángel Blanco", corrige.

Era la tarde posterior a que el mismo Gobierno que defendía su puesto ante la moción de Vox argumentando que "Abascal sólo propone odio y ruido" mientras que el Ejecutivo de PSOE y Unidas Podemos "aboga por la unidad y la concordia", había puesto sus sellos junto al de Bildu y otros partidos secesionistas y antisistema en un manifiesto "en defensa de la democracia".

Un cierre de página al que Garcés se niega: "Hoy el olvido y el posibilismo más atroz están acabando con la dignidad de parte de nuestros políticos, ahora que más de la mitad de los españoles ignoran quién es Miguel Ángel Blanco". El diputado promete mantener el gesto para "honrar así a las víctimas".

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