En el lenguaje de la diplomacia, el que calla, otorga. Y si alguien ha callado de forma estruendosa durante los últimos días, otorgando todo aquello que le ha sido exigido por los cabecillas de la ola de revisionismo histórico que afecta a decenas de monumentos y símbolos de la historia nacional, ese ha sido el Gobierno español.

Ni una sola palabra de protesta ha salido de Moncloa o de la boca de Pedro Sánchez desde que el estado de California, en manos demócratas, decidió el pasado martes retirar la estatua de Cristobal Colón e Isabel la Católica que preside desde 1883 la rotonda del Capitolio en Sacramento, la capital del estado.

"Cristobal Colón es una figura radicalmente controvertida dado el impacto letal que su llegada a este hemisferio tuvo entre los indígenas" reza el comunicado hecho público por las autoridades californianas. "La presencia continuada de la estatua en el Capitolio californiano desde 1883 está hoy fuera de lugar. Será retirada".

Pie en pared

La actitud del Gobierno español contrasta con la de otros líderes internacionales que sí han puesto en pared contra el negacionismo de la extrema izquierda respecto a sus símbolos históricos nacionales. 

El pasado domingo 14 de junio, el presidente francés, Emmanuel Macron, compareció públicamente para mostrar su disposición a luchar contra el racismo, pero también a no ceder frente a aquellos que exigen revisar la historia con los criterios morales de 2020.  

"No cederé en mi compromiso contra el racismo, el antisemitismo y la discriminación" dijo Macron. "Pero la República no borrará ningún detalle o ningún nombre de su historia. No derribaremos ninguna estatua".

Según Macron, Francia debe observar su historia con unidad, pero con la verdad como último fin y sin negar la realidad ni los hechos históricos. El controvertido pasado colonial francés ha sido habitual objeto de polémica en el país vecino desde hace décadas, sobre todo en relación a la colonización de Argelia desde 1830 hasta 1962

Símbolos y racismo

También el primer ministro británico, Boris Johnson, instó ayer viernes a "fijarse menos en los símbolos y más en la esencia del racismo" después de que la Federación de Rugby de su país decidiera censurar el himno Sweet Low, Sweet Chariot, por su supuesta vinculación con el esclavismo

"Todos estos problemas relacionados con estatuas y canciones y demás, los entiendo, entiendo por qué son emotivos" dijo Boris Johnson. "Pero creo que hay que centrarse en la esencia del problema y no en los símbolos". El primer ministro dudó incluso de que la mayoría de los que piden la supresión del himno conozcan su letra.

Johnson también ha hablado acerca de la polémica que rodea a las estatuas de Winston Churchill. "La estatua de Winston Churchill en Parliament Square es un recordatorio eterno de lo logrado cuando salvó a este país, y al resto de Europa, de una tiranía fascista y racista" dijo el primer ministro en su cuenta de Twitter. 

"Es absurdo y vergonzoso que este monumento nacional corra peligro de ser atacado por manifestantes violentos" añadió en otro mensaje posterior. "Sí, es cierto, Churchill a veces expresó opiniones que eran y son inaceptables para nosotros hoy. Pero era un héroe y merece su estatua". 

En Gran Bretaña, el revisionismo histórico no ha tenido como único objetivo a Churchill, sino también a otras figuras controvertidas de la historia del país. Es el caso de la estatua en Bristol del traficante de esclavos Edward Colston o de la de Robert Milligan, otro traficante, en los Docklands de Londres, al sudeste de la ciudad.

Símbolos de la Conquista

La furiosa ola de revisionismo histórico emprendida por la extrema izquierda en las calles de las principales ciudades americanas y británicas, alimentada por la ignorancia de los hechos históricos más básicos, ha afectado con especial saña a los símbolos españoles de la conquista de América. 

La estatua de Colón e Isabel la Católica de Sacramento no es la primera en ser derribada o mutilada durante las últimas semanas en los Estados Unidos. Al menos otras tres estatuas de Cristobal Colón han sido destrozadas en tres ciudades americanas a lo largo de los últimos días.

La primera de esas estatuas, construida en 1979 en la ciudad de Boston, fue decapitada por los radicales. La segunda, que podía encontrarse en el capitolio de la ciudad de Sant Paul, en el estado de Minnesotta, fue derribada por los manifestantes. La tercera, en Richmond, Virginia, fue lanzada a un lago.

La ola revisionista, que recuerda en muchos de sus aspectos a la voladura de los Budas de Bamiyan por parte de los talibanes en marzo de 2001, ha adquirido fuerza tras el asesinato de George Floyd por un agente de policía de Minneapolis. Pero no ha surgido de la nada.

Se trata, por el contrario, de un viejo clásico de la guerra cultural emprendida por la izquierda identitaria contra lo que esta considera símbolos de la violencia histórica del hombre blanco sobre otros pueblos o minorías raciales

Grupos indígenas americanos llevan años pidiendo la retirada de todos los símbolos relacionados con la conquista de América. También piden la adaptación de los currículos escolares y universitarios para la enseñanza de una versión radicalmente tergiversada, pero políticamente correcta, de hechos históricos como la colonización, el esclavismo o la conquista de América.

Estatuas y violencia

El derribo de las estatuas no ha sido recibido de forma pacífica por todo el mundo. El lunes por la noche en Albuquerque, en el estado de Nuevo Méjico, un grupo de activistas de izquierdas que se había reunido para derribar la estatua del primer gobernador del estado, Juan de Oñate, atacaron a un miembro de las milicias Guardia Civil de Nuevo Mexico, que se defendió disparando hasta siete veces contra uno de sus atacantes.

En la ciudad de Filadelfia, un grupo de italoamericanos se reunió armado con bates de beisbol para defender la estatua de Cristobal Colón de los ataques de los radicales. En el vídeo puede verse como uno de ellos pincha la rueda de la bicicleta de un manifestante que pretendía entablar un debate con el grupo acerca de la figura de Colón.

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